Intervención
25Abril
2007
25 |
Intervención

JOSU JON IMAZ
Foro de la Nueva Economía

Intervención
Abril 25 | 2007 |
Intervención

LA MODERNIZACIÓN DEL DEBATE POLÍTICO
Bon dia a tothum, egunon guztioi, buenos días a todos,

Quiero en primer lugar agradecer al Foro Nueva Economía la oportunidad que me brinda de presentar mis reflexiones y discutirlas con ustedes. He participado en este foro en Madrid en numerosas ocasiones, en Bilbao el pasado 2 de febrero con motivo de la apertura del mismo, y hoy aquí es un honor para mí poder hacerlo en esta Catalunya a la que tanto quiero y admiro.

Para mí, Catalunya es símbolo de modernidad. Ha sido un referente en la entrada de corrientes culturales, sociales y políticas desde el continente a la península. Por ello quiero hablar aquí de modernización. De la necesidad de modernización de un debate político que lleva camino de enquistarse en el precio de un café, en el sueldo de un dirigente, en una clase política recorriendo los supermercados aprendiendo los precios, en un insulto y descalificación galopante sobre la política antiterrorista que posibilita a una ETA operativa y políticamente débil más capacidad de desestabilización que nunca. Todo ello mientras los problemas reales nos acechan sin que ni siquiera formen parte del debate político.

El pasado viernes participé en Roma en el congreso de La Margherita, la formación de Francesco Rutelli y Romano Prodi, con los que comparto militancia europea en el Partido Demócrata Europeo, del cual el PNV es fundador y yo mismo vicepresidente. Las reflexiones que ambos me trasladaron fueron muy sugerentes. Estos días se está constituyendo en Italia el Partido Democrático, como unión de La Margherita y la Democrazia de la Sinistra. Los viejos rivales y amigos Don Camillo y Peppone, que en sus discusiones avanzaban el compromiso histórico que Aldo Moro quiso impulsar, se encontrarán ahora en una fuerza política común que agrupará a la antigua Democrazia Cristiana y al ex-PCI. La política de valores religiosos de Luigi Sturzo se combinará con raíces laicas progresistas para conformar una nueva corriente política que dé estabilidad a Italia.

Este último fin de semana celebrábamos también en Roma el cuarto encuentro en dos años de una red que agrupa al Partido Demócrata Europeo, el Partido Demócrata de los Estados Unidos, el Partido del Congreso de la India --que es el partido con más votos del mundo en democracia—y a una veintena más de partidos de Oriente Medio, Asia y Sudamérica. En definitiva, el embrión de otro proyecto. Frente a la bipolarización del mundo entre conservadores -en algunos casos con posiciones cada vez más extremas-- y la Internacional socialista, promovemos un proyecto que apuesta por el centrismo, la estabilidad y la mesura.

Mientras, François Bayrou ha estado a punto de romper esa bipolaridad derecha-izquierda que atenaza a Francia en la V República, con un proyecto moderno, europeísta y que suponía posiblemente la alternativa más innovadora y transformadora del panorama político francés. La revolución del centro es la que ha protagonizado nuestro vecino bearnés, presidente de la UDF y copresidente, a su vez, del Partido Demócrata Europeo.

Asimismo, este lunes dábamos acogida en Bilbao al grupo liberal-demócrata del Comité de Regiones. Reflexionábamos juntos sobre el encuentro entre mercado y cohesión social, sobre la estabilidad que los caminos del centro aportan a la política europea, sobre el principio de subsidiariedad, la construcción europea, el autogobierno de naciones y regiones... Un debate sereno sobre la construcción desde el acuerdo y la transformación tranquila. En definitiva, pinceladas todas ellas interesantes que apuntan un camino de mesura, de superación de los extremos, de tercera vía, de encuentro social.

Vemos que en algunos lugares, la política del siglo XX empieza a transformarse para hacer frente a las realidades del XXI. Todo esto pasa a nuestro alrededor mientras la política española se encuentra en el viejo debate de siempre. Posiciones antagónicas que se convierten en descalificación permanente. Un debate territorial en el que la negación de la pluralidad nacional, lingüística y cultural del Estado español aflora de forma continua. La propia sociedad española necesita dar salida a este debate que corre peligro de agotar sus propias energías. España no puede seguir anclada en manifestaciones semanales sobre su modelo territorial promovidas desde una visión centralista y sin capacidad de reaccionar en positivo, agotando energías que necesita para responder con coherencia a los tres grandes retos que tiene en estos momentos el Estado: 

- La perificidad creciente, no sólo geográfica sino también política en el seno de la Unión Europea. 
- La inestabilidad por la situación social, económica y política en el Mediterráneo, Magreb fundamentalmente, y 
- La necesidad de mejorar la competitividad de una economía con un crecimiento elevado pero con una balanza comercial con el mayor déficit respecto al Producto Interior Bruto de todos los países de OCDE, que hace esta situación insostenible en el tiempo.

La respuesta desde Euskadi y Catalunya a este debate es y debe ser necesariamente diferente. Yo quisiera hablar hoy de tres respuestas que desde las sociedades catalana y vasca podemos articular ante este escenario de crispación política permanente. La primera de ellas hace referencia a la fractura abierta en el ámbito político por el debate sobre el final de la violencia y las políticas para la lucha antiterrorista. La segunda, la vinculada al debate sobre la pluralidad nacional, cultural y lingüística del Estado. La tercera al ámbito de los retos económicos y sociales.

La fractura política

Hace ya casi cuatro meses que ETA rompió el proceso de paz. El final dialogado --tal y como lo habíamos concebido en mayo de 2005 en la resolución que aprobamos en el Congreso de los Diputados-- se ha roto. El proceso tenía bases sólidas, dos corrientes de fondo estructurales.

Por un lado, un cambio del entorno internacional tras el 11 de septiembre de 2001, el avance en un espacio policial y judicial común europeo y la irrupción del terrorismo radical internacional, que operativamente a ETA le han ido achicando el espacio. Puede desgraciadamente todavía matar, pero sus movimientos van a ser cada día más difíciles.

Pero, por otro, aún son más importantes, a mi entender, los cambios en el entorno político y sociológico que han apoyado a ETA durante demasiados años. Una parte importante de ese mundo busca un final, porque hay una percepción generalizada de que el terrorismo es un obstáculo para su proyecto político y es un anacronismo. Desgraciadamente no hay audacia política en Batasuna para dar una respuesta a ese deseo amplio. Frente al emplazamiento que Batasuna hizo a ETA en enero pidiendo una reflexión y la nula respuesta recibida, la salida ha sido la de la sumisión. La anulación del mundo político por parte del terrorismo totalitario.

ETA podría iniciar una espiral de violencia. Pero la respuesta será la desafección de una parte importante del mundo que la ha apoyado, así como un achicamiento de espacios operativos en Europa hasta el punto de convertirla en un terrorismo residual con escasísimo soporte social. Así, a medio plazo, estaríamos ante el final. Pero no me importa tanto debatir sobre lo que ETA haga o deje de hacer, como saber qué tenemos que hacer nosotros.

Primera tarea, no lanzar señales equívocas. Diálogo entre partidos y con agentes sociales, sí. Siempre. Diálogo con una ETA que no cumple ni de lejos la condición que le habíamos puesto para el mismo, es decir, voluntad inequívoca de querer poner fin a la violencia, no. Si ETA entiende que negociar es compatible con poner bombas, estaremos alejando su final, porque estaremos facilitando que no tome las decisiones que sólo ella puede y debe tomar. Respecto a Batasuna, un mensaje claro: no vamos a negociar proyectos políticos con ellos de ningún tipo si no hay un final previo de la violencia; no vamos a admitir la negociación bajo presión, porque el futuro de la sociedad vasca no se va a definir a golpe de pistola.

Segunda tarea, recobrar redes de confianza entre partidos y sacar el tema del debate partidista. Romper la espiral de la crispación que amenaza con dar, a un grupo terrorista operativamente más débil que nunca y socialmente disminuido, una capacidad desestabilizadora que no tenía desde principios de los 80. Un atentado no nos puede pillar con los puentes rotos, porque estaremos lanzando una señal a ETA de que tiene capacidad, aún siendo débil y teniendo escaso apoyo social, de enfrentar a la sociedad y a los representantes políticos.

Por responsabilidad, deben trabajarse unas bases mínimas de acuerdos entre partidos sobre condena del terrorismo: 

- Apoyo a los mecanismos policiales para hacer frente al mismo. 
- Solidaridad y apoyo a las víctimas sin utilizaciones partidistas --de lo cual el acto del pasado domingo en Bilbao fue un buen reflejo--. 
- Discurso de deslegitimación del terrorismo diciendo claramente que el mismo no es derivada natural de problemas políticos existentes y que el futuro político de este país no se puede negociar con ETA. 
- Aplicación de los mecanismos del Estado de derecho sin políticas de excepción y con respeto escrupuloso de los derechos humanos, y 
- Abordar un cierre dialogado cuando haya condiciones para ello. Es decir, cuando haya voluntad inequívoca de querer poner fin, de forma definitiva, a la violencia.

Este es, desde mi punto de vista, el camino más sólido para la solución. Con incertidumbres, evidentemente. Pero con estrategias claras. Sin voluntarismos.

Porque es responsabilidad nuestra detener esta máquina de tensión social y política, que todos sabemos cómo empieza, pero que nadie imaginamos siquiera cómo puede terminar. Así, sin menoscabo de la defensa de sus propios ideales, todas las formaciones políticas deberíamos comprometernos a que la lucha contra el terrorismo no sea en ningún momento motivo de división y menos aún utilizada como arma electoral.

El Estado plurinacional

El segundo reto debe consistir en serenar y abordar la cuestión territorial desde una perspectiva abierta. El Estado español debe aceptar el pluralismo en su expresión político-territorial, identitaria, cultural y lingüística. El principio democrático de que el poder reside en el pueblo, en los pueblos, no se expresa adecuadamente con el unitarismo, la verticalidad y la innegociabilidad que en numerosas ocasiones se arroga el concepto de soberanía estatal. Cada vez es menos sostenible la idea de que el Estado sea el garante, o al menos el único garante, del interés general.

Uno de los principales fallos del desarrollo constitucional español reside en haber abordado al mismo tiempo dos procesos de naturaleza diferente: la descentralización del Estado y la articulación de su plurinacionalidad. Es contradictorio tratar las diferentes realidades nacionales como si sólo fueran espacios de descentralización administrativa o de distribución de competencias. La distinción constitucional entre nacionalidades y regiones tendría que reflejarse en el desarrollo del autogobierno, que no ha sido suficientemente protegido frente a las dinámicas de uniformización. La realidad plurinacional debe entenderse como una fortaleza para el propio Estado, que puede articular una convivencia más sólida desde el respeto a la diferencia como alternativa a la uniformidad. Es necesario, por ello, una pedagogía en el sentido de que, en los estados plurinacionales, la igualdad de derechos entre los ciudadanos no implica una simétrica distribución territorial de las competencias y atribuciones. Debemos, en definitiva, sustituir una visión anacrónica de la soberanía del pueblo español por una concepción más pluralista. Los hechos demuestran que el estado-nación de matriz jacobina no es la única vía a la modernidad, ni tan siquiera la mejor.

Debemos trabajar este camino a través de la convicción. Y también de la cooperación con otras formaciones políticas y sectores de la sociedad española que vean en la pluralidad del Estado un factor de estabilidad y de regeneración democrática. Tarea compleja, sin duda. Pero única alternativa en una sociedad democrática.

Tenemos que plantear seriamente la posibilidad de llevar a cabo un intenso trabajo de pedagogía, de información, de sensibilización de la sociedad española. Tenemos que trabajar con foros, universidades, organizaciones sociales, partidos políticos, medios de comunicación... en definitiva con los prescriptores de opinión de la sociedad española. ¿El objetivo? Mostrar lo que somos, lo que buscamos, convencer de que nuestro proyecto busca compartir con el resto de pueblos, culturas e identidades del Estado un espacio plural, desde el respeto mutuo. Y que esa pluralidad, nuestra inclusión en el mismo desde el respeto y la libre voluntad, es la mayor garantía para la estabilidad del mismo. Nadie busca irse de aquel entorno en el que se le acepta como es, con respeto y desde donde puede contribuir solidariamente a objetivos comunes. En definitiva, tenemos que marcarnos seriamente el objetivo de ganar voluntades y de buscar aliados en el seno de la sociedad española, utilizando la convicción, la persuasión y la afectividad para construir un Estado plural desde el respeto y la aceptación mutua.

La asunción de la pluralidad del Estado es la mejor garantía de estabilidad y de fortaleza para hacer frente a un futuro, en el que la propia sociedad española necesita dar salida a este debate que corre peligro de agotar sus propias energías.

Debemos promover seriamente este debate en la sociedad española. Vascos y catalanes tenemos masa crítica y vocación para hacerlo. Somos la alternativa al modelo de Estado que tan obsoleto se está mostrando en la Europa del siglo XXI, y somos agentes necesarios para la transformación y modernización sin complejos del Estado español que no debe perder esta oportunidad.

La historia del Estado español nos enseña que los avances en el reconocimiento de la diversidad de naciones que lo componen y la mayor calidad de la democracia siempre fueron procesos parejos. Lo que hace aún más necesaria la búsqueda de aliados objetivos en España.

El reto económico-social

El tercer reto es el de las respuestas económicas a los nuevos desafíos. En el mundo global y abierto del siglo XXI que se está creando, el liderazgo exige la articulación de redes económicas, sociales y políticas. Catalunya y Euskadi, como entornos competitivos, históricamente motores de la economía real en el Estado español, debemos de apostar por la articulación de una pluralidad territorial económica también real en la que nuestra posición no se limite a la perificidad. Nuestros intereses pueden ser diferenciados, y de hecho lo son, pero podemos y debemos trabajar juntos para que cuanto representamos en términos económicos, se contemple en términos estratégicos en el futuro económico peninsular.

Por ello quiero apostar por una estrategia en favor de un entorno de cooperación competitiva entre Catalunya y el País Vasco. Cooperación económica, social y política. La cooperación económica ha sido una constante en las relaciones vasco-catalanas, y hoy la necesitamos más que nunca.

Porque las turbulencias políticas de estos años, y la patrimonialización del poder económico por determinados círculos centralistas que han obstaculizado los intentos de modernización económica desde la periferia, nos deben hacer apostar con más fuerza por un interés estratégico común: crear sólidas corporaciones tecnológicas industriales y de servicios con dimensión suficiente para competir en un ámbito global. Sin olvidar el reto que supone la configuración de un territorio atractivo en términos europeos e internacionales configurado por el eje Bilbao-Barcelona, y traccionando hacia ese eje el Toulouse-Bordeaux. En torno a estas cuatro aglomeraciones urbanas se puede agrupar un auténtico hub europeo en sectores tan estratégicos como el energético, el aeronáutico, el ferroviario, el logístico o el financiero.

La necesaria cooperación económica entre Catalunya y Euskadi es una necesidad para nuestra competitividad, pero es también un pilar esencial para la competitividad española. Somos los motores de la economía real, y ya es hora de que hablemos de los temas reales.

Porque, además, estamos hoy ante una encrucijada. Dimensionar nuestro tejido empresarial para adecuarlo al mundo globalizado. Dotarlo de músculo financiero y empresarial. En este sentido los próximos años van a ser decisivos, porque nuestro tejido empresarial deberá abordar fusiones y absorciones para seguir siendo competitivo a nivel mundial. Nuestras Cajas deberán dimensionarse adecuadamente, cumplir su papel de empresas financieras eficaces y eficientes en el sistema financiero europeo y contribuir activamente al desarrollo socio-económico del país. Y es mi deseo recuperar una presencia vasca activa y estratégica en las grandes corporaciones.

Estos desafíos debemos ponerlos en marcha tranquila y discretamente. Pero el mercado único europeo y la economía globalizada han cambiado muchos paradigmas y, entre ellos, la dimensión del mercado y la necesaria musculatura empresarial, financiera y tecnológica. Por ello tienen toda la lógica del mundo las alianzas empresariales y, por ello, hay también un horizonte de oportunidad entre culturas económicas, políticas y sociales que sienten simpatía mutua como las representadas por Catalunya y Euskadi. Si no somos capaces de hacerlo, ambos actores vamos a perder, en el favorable contexto histórico de una Unión Europea sin fronteras, la oportunidad vital de ser actores económicos y políticos influyentes en la Unión.

Además, catalanes y vascos debemos cooperar activamente a través de nuestra capacidad de influencia en la política española, apostando por políticas que se vuelquen en la modernización de nuestro tejido productivo, y por las apuestas claras en favor de la tecnología, la innovación y la creatividad. Somos el país de la OCDE con mayor déficit respecto a su PIB en su balanza comercial. Esto es un dato preocupante para el conjunto de la economía española, pero particularmente para sociedades como la catalana y la vasca que hemos hecho históricamente de esta competitividad el motor de nuestra riqueza. Debemos ejercer esta influencia sin complejos. Por el bien del conjunto de la economía del Estado español y de todos sus ciudadanos.

En definitiva, juntos, catalanes y vascos, tenemos la obligación de fomentar una cultura política diferente, en la que debemos actuar como factor de mesura, de asunción de la pluralidad, de superación de la confrontación y de incentivación de una transformación económica innovadora. Es nuestra responsabilidad y podemos hacerlo. Muchas gracias. 

* Los siete primeros párrafos de esta intervención se han producido en catalán.

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