Explorar nuevos caminos es una de las premisas centrales que asumió mi Departamento, por encargo de los sectores culturales a través del Plan Vasco de Cultura. Nos decían que no sólo había que darle más centralidad a la política cultural en la construcción de la sociedad y de la comunidad en la era de la diversidad y del conocimiento, sino que la política cultural debía ir más allá de sus herramientas tradicionales, como son las políticas de fomento y las inversiones en equipamientos. Partidas éstas que, con todo, tienen planteado para el próximo ejercicio un incremento presupuestario del 11%, además de una inversión de 7,5 millones para la construcción del Archivo Nacional de Euskadi.
En la nueva perspectiva se entiende que la cultura es, transversalmente, también competencia de áreas como Industria, Turismo, Asuntos Sociales, Educación, Hacienda. Es más, con repercusión evidente sobre cada una de ellas. Así, la economía vasca no puede entenderse sin las industrias creativas de valores inmateriales, ni parte de las recaudaciones del IVA e impuestos por las haciendas forales sin el impacto de las industrias culturales en el turismo y en la actividad económica. Del mismo modo, no son comprensibles los curricula educativos sin los contenidos culturales, o la integración social sin la inculturación creciente de la sociedad.
Obviamente Cultura no es competente en la política de otros departamentos, y sólo debe apuntar líneas de concertación que se vean útiles y compartibles; se trata de que esos departamentos puedan abordar la faceta cultural de sus propias competencias. Con ello la política cultural gana en profundidad. Es el caso del cluster del audiovisual, gestionado principalmente por Industria; o el análisis de viabilidad de una Escuela Superior de Artes Escénicas que ha acometido Educación con nuestro apoyo; o la irrupción de las fórmulas financieras desde Hacienda para abrir nuevas vías específicas de financiación de la cultura; o las tareas para la integración cultural de la inmigración desde Asuntos Sociales. Esos departamentos deben hacer su propia experiencia. Son los que deciden y se implicarán en tanto vean claras las metas. Al mismo tiempo, Cultura aprende también con ellos.
Otra de las premisas del Plan Vasco de la Cultura, a petición de los sectores culturales, es la de explorar nuevos campos como el capital riesgo, la financiación "ad hoc" o la renovación de la fiscalidad. Asumimos el reto sabiendo que unas vías pueden resultar necesarias y viables, mientras otras son poco útiles y por lo mismo inviables. Y eso no es, de ninguna manera, un fracaso sino asumir una responsabilidad y el riesgo consiguiente en beneficio de nuestra cultura, en lugar de la conservadora repetición de las vías clásicas, sin probar nuevos rumbos añadidos que las completen. Es aplicar el principio de creatividad inherente a la cultura a la propia práctica de la política cultural.
En la era de la diversidad y de la excepción cultural no se resuelven los problemas de la cultura si los creadores o las empresas culturales (actividades de oferta y de riesgo) fueran tratados como una actividad económica más. La Convención de la UNESCO de 2005 ha recomendado el principio de especificidad. Se requieren vías específicas para el sostenimiento de las culturas, pero eso puede tratarse de dos maneras distintas: con medidas extraordinarias "ad hoc", o bien adaptando al ámbito cultural las medidas horizontales ya ensayadas en otros sectores. Es esta segunda vía la que hoy puede tener más consensos interinstitucionales, lo cual implica decretos o desarrollos normativos formulados y gestionados en buena parte desde el propio Departamento de Cultura, sí, pero adaptando las experiencias ajenas.
Con ello, el Plan Vasco de Cultura se demuestra como un instrumento renovador y además revisable, para mejorar las viejas políticas y desarrollar nuevas. Y las novedades son muy importantes. En ese camino, en los primeros años del plan, se ha abordado la asignatura pendiente de la información y estadística cultural mediante el Observatorio; la sistemática coordinación y transversalidad entre departamentos del Gobierno y con las diputaciones y municipios en la comisión interinstitucional; se ha democratizado la política cultural con la participación de los sectores en la definición de la misma; se abrirá el capítulo internacional a través del próximo Instituto Etxepare; se han canalizado conflictos interpretativos, como la aplicación de 5% de ingresos televisivos para el audiovisual de creación; se desbrozan caminos en áreas de limitado desarrollo como la danza y en nuevas tecnologías; y se ha irrumpido, más allá de la subvención, en el campo de la financiación o la fiscalidad.
Los nuevos contenidos en avance son tangibles. Como se ve, nada tienen que ver con supuestas obsesiones identitarias, de las que carecemos, aunque es bien cierto que no conocemos a nadie que ande por la calle sin alguna identidad. Es mucho el trabajo hecho pero todavía queda mucho camino por explorar y recorrer, con la ayuda de todos y todas.