Josu Erkoreka
30Noviembre
2006
30 |
Opinión

Manuel Irujo;
Un diputado jeltzale en las cortes respublicanas

Josu Erkoreka
Noviembre 30 | 2006 |
Opinión

Durante los cinco años que median entre la proclamación de la II República el 14 de abril de 1931 y la sublevación militar del 18 de julio de 1936, el régimen republicano conoció tres legislaturas: La constituyente (1931-1933); el bienio radical-cedista, también conocido como bienio negro (1933-1935) y la del Frente Popular, que arrancó con las elecciones de febrero-marzo de 1936 y, como es sabido, apenas pudo desarrollar unos meses de actividad ordinaria.
La labor parlamentaria que Irujo llevó a cabo en las cortes republicanas, se desarrolló a lo largo de las dos legislaturas citadas en último lugar; es decir, entre noviembre de 1933 y mediados de 1936. Después de este periodo, el diputado estellés tuvo ocasión de intervenir en más de una ocasión ante las cortes de la República, pero fueron alocuciones aisladas y extraordinarias, que tuvieron lugar en plena guerra civil o, después de concluida ésta, en un parlamento que intentaba mantener viva la llama republicana entre las amargas contrariedades del exilio.

1.- Elecciones constituyentes. Los jelkides navarros excluidos de las candidaturas.

Al proclamarse la II República, Irujo no era ya un joven aprendiz, desorientado y sin experiencia. Situado en los albores de la cuarentena, gozaba de un notable prestigio como abogado. Además, su figura era ampliamente conocida en el universo político navarro. Elegido diputado foral en 1919, 1921 y 1923, había desempeñado este cargo durante el bienio 1921-1923.

Sin embargo, la cantera del nacionalismo vasco en Nafarroa había dado efectivos que, por las cosas del escalafón, podían invocar un mejor derecho que Irujo para encabezar la candidatura nacionalista para las cortes constituyentes. El caso más claro era, probablemente, el de su primo, Manuel Aranzadi, que había sido elegido diputado en Cortes por el distrito de Pamplona en cuatro convocatorias electorales sucesivas −1918, 1919, 1920 y 1923− y sumaba a su ya acreditada experiencia parlamentaria, una notable capacidad de interlocución con buena parte de la clase política que estaba llamada a desempeñar altas responsabilidades en la recién inaugurada República.

Sin embargo, ni Irujo, ni Aranzadi, ni ningún otro de los nacionalistas vascos de Nafarroa formó parte de la candidatura que el PNV apoyó en el viejo reino para las Cortes constituyentes. La lista que inicialmente presentó el partido para concurrir a estas elecciones −que integraba, junto a Aranzadi e Irujo, a Silverio Lacosta, Santiago Cunchillos y Jesús Doxandabaratz− tuvo que ser retirada, como consecuencia del acuerdo que las máximas autoridades de la organización alcanzaron con tradicionalistas y católicos para formar una coalición electoral de significación católico-fuerista. A esta candidatura, sólo se incorporó un nacionalista vasco: el vizcaíno José Antonio Aguirre, cuya activa militancia católica, atenuaba el rechazo. Los jelkides navarros, por el contrario, no tenían cabida en aquella lista. Irujo lo explicaba con su habitual plasticidad:

“Ninguno de los que formábamos parte de la candidatura en Nabarra estábamos dispuestos a formar parte de las candidaturas de las derechas. Ni las derechas estaban dispuestas a que ninguno de nosotros formáramos parte de sus candidaturas. Quiero decir que éramos incompatibles […] total que se hizo un puesto en la candidatura de las derechas e incluyeron a José Antonio Aguirre. Y José Antonio fue diputado elegido por Bizkaia y por Nabarra” .

Los jelkides navarros quisieron compensar la operación, incluyendo a Aranzadi en la candidatura que el PNV formó en Bizkaia para cubrir la vacante dejada por Aguirre. Pero la organización vizcaína no accedió a la pretensión. Esta decisión provocó una grave crisis entre los nacionalistas del viejo reino. Aranzadi dimitió como presidente del NBB y se distanció del partido. En una amarga y elocuente carta dirigida a Irujo, expresaba: “no me decido a levantar bandera de escisión, entre otras razones porque no tengo ganas de lucha […]; pero de mí hago lo que quiero y voluntariamente me alejo definitivamente de un Partido en el que no he encontrado más que ingratitudes. Tú haz lo que quieras, pero entiendo debes hacer lo mismo” .

Aunque la acató, por sentido de la disciplina, Irujo nunca ocultó su rechazo a aquella operación electoral, que cerró a los jelkides navarros el acceso a las Cortes .

2.- Primeras elecciones ordinarias. Irujo, diputado por Gipuzkoa.

En las elecciones a cortes ordinarias celebradas en noviembre de 1933, Irujo formó parte de las candidaturas presentadas por el PNV en Gipuzkoa y Nafarroa. Los jelkides guipuzcoanos le abrieron un hueco en sus listas, con objeto de garantizarle un escaño en Cortes, ante la eventualidad de que la candidatura nacionalista fracasara en el viejo reino. Tras los comicios, el diputado estellés hizo pública una declaración, que resume su valoración sobre el resultado electoral y expresa los planes de trabajo que abrigaba:

“Triunfé en Guipúzcoa y fui derrotado en Navarra […] quiero, en el mismo día de mi elección, hacer constar ante mis electores navarros y ante todo el país, el propósito que me anima de utilizar el cargo en defensa, enaltecimiento y progreso de Navarra, sin perjuicio de hacerlo a favor de Guipúzcoa, de Euzkadi entera y de aquellos principios de religiosidad, de libertad, justicia social y derecho que deben ser postulados de todos los hombres unidos por ideales de catolicidad, democracia y sentido humano de derecho y del gobierno de los pueblos”

Por su condición de diputado navarro elegido por Gipuzkoa, Irujo hubo de padecer el lacerante desaire de los parlamentarios tradicionalistas y conservadores, que le afearon en más de una ocasión su empeño en suscitar debates sobre Nafarroa sin haber sido elegido por esa circunscripción y desde posiciones contrarias a las defendidas por los electos navarros. Pero don Manuel no sólo replicó con dignidad y agudeza a esas maledicientes insinuaciones –en una sesión de 1934 precisaba:“No soy diputado por Navarra; soy navarro y siendo el amor a Navarra tanto como lo pueda sentir cualquiera” −; además, refutó sus críticas del modo más eficaz en que podía hacerlo: Trabajando con denuedo y eficacia en defensa de los intereses navarros ante las cortes republicanas. De hecho, el ímprobo trabajo que desarrolló en el Parlamento a favor de su tierra natal, le permitió exhibir con orgullo una ejecutoria pro-navarrista que ninguno de sus críticos podía acreditar. Sólo él había llevado a cabo más actuaciones parlamentarias en favor de Nafarroa que todos los diputados navarros juntos. En una de las polémicas que mantuvo con los diputados del bloque −que estos, por supuesto, aprovecharon una vez más para reprocharle su condición de electo guipuzcoano−, lanzó el siguiente reto que, obviamente, jamás obtuvo respuesta:

“desafío al señor Aizpún y a los compañeros que quieran acompañarle, para que puedan presentar el cuadro de actividades, de servicios y de atenciones puestas para las cosas de Navarra desde que soy Diputado por Guipúzcoa, como antes, tanto preocupación por las cosas de Navarra en Fueros y derechos como en intereses, en obras públicas, ferrocarriles, pantanos, defensa, canales, riqueza agrícola y ganadera, orden público, protección de manifestaciones de culto y preocupación por las cosas de Navarra en que yo he vivido los meses que llevo ostentando con honor el cargo de Diputado que Navarra me negó y con el que Guipúzcoa me ha investido”

Algunos sólo eran diputados por Nafarroa desde un punto de vista nominal. Irujo lo era desde un compromiso efectivo con el territorio foral, sus necesidades y aspiraciones.

3.- Elecciones de 1936. Irujo repite como diputado navarro con etiqueta guipuzcoana.

En esta convocatoria electoral, Irujo fue incluido nuevamente en las candidaturas que el PNV presentó por Gipuzkoa y Nafarroa. Durante las semanas previas a la conformación de las listas, Irujo pidió infructuosamente a las autoridades del partido, que el puesto que la ejecutiva guipuzcoana le volvía a reservar en las listas de ese territorio, fuese cedido a Manuel Aranzadi. Fue un gesto generoso y altruista, que sólo un hombre honesto a carta cabal, como don Manuel , podía adoptar. Hubo quien propuso completar la operación, incluyendo a Irujo en las candidaturas de Bizkaia. Pero la iniciativa no prosperó . Irujo siguió representando a Gipuzkoa y Aranzadi continuó preterido.

Como tres años atrás, Irujo volvió a probar suerte por Nafarroa, en una lista electoral que le incluía como candidato único. Su principal activo para atraer votos era la enorme dedicación que había prestado a las cuestiones navarras durante la legislatura precedente. En una pieza electoral, La Voz de Navarra ponderaba: “En cuanto a la actividad de Irujo, su haber es algo prodigioso. Un detalle de esta labor es que de los 57 asuntos referentes a Navarra, 45 han sido movidos por el candidato nacionalista y aun en los otros 12 ha participado activamente […] Donde hay un interés que salvar, de la economía o del espíritu, allí surge una inquietud de Manuel Irujo por resolverla”

Pero tampoco en esta ocasión logró obtener acta por el viejo reino.

4.- Las Cortes republicanas

Las Cortes de la II República constituyeron un hito decisivo en el proceso de transición desde el parlamentarismo de notables, característico del siglo XIX −donde el protagonismo correspondía al diputado individual− hacia el parlamentarismo de partidos. Se optó por la constitución de grupos parlamentarios ideológicamente homogéneos y por una vida parlamentaria basada en sujetos colectivos. El campo de juego de los diputados independientes quedó tan reducido que, ni podían participar en las comisiones, ni suscribir iniciativas, ni presentar enmiendas. Hasta aquí el régimen era similar al que hoy rige en las Cortes Generales.

Sin embargo, basta una lectura de los diarios de sesiones de las Cortes republicanas, para observar que su funcionamiento real ofrecía diferencias con respecto a las actuales. Los debates eran más ágiles y espontáneos y daban lugar a un mayor margen de improvisación. Los discursos leídos estaban mal vistos −aunque no terminantemente prohibidos− y como el hemiciclo no contaba con megafonía, los oradores tenían que hacerse escuchar a viva voz, enfrentándose a los murmullos y las algaradas que, no pocas veces, contaminaban plenamente la acústica del salón de plenos. Las interrupciones al orador eran frecuentes y, hasta cierto punto, toleradas. Los diarios recogen entre paréntesis, interrupciones, a veces largas, a las que los oradores responden, entablándose un diálogo informal que el presidente permitía. Pero, incluso cuando no estaban autorizadas, la ausencia de megafonía impedía al presidente imponer su voz y quitársela a los interruptores, con lo que, en ocasiones, los cruces de palabras degeneraban en protestas ruidosas. Tampoco faltaban bofetadas y puñetazos. La Cámara era el eco de la violencia y la radicalidad con la que se vivía el enfrentamiento político en la calle. En este turbio y difícil contexto hubo de desempeñar Irujo su labor parlamentaria. Una labor, sin embargo, intensa y lucida.

5.- La labor parlamentaria de Irujo en cifras

Desde un punto de vista estrictamente cuantitativo, el papel desempeñado por Irujo en el Parlamento republicano fue, sin duda, el más destacado de su grupo. Si atendemos al índice de actuaciones parlamentarias correspondiente al bienio 1933-1935, Irujo fue, con diferencia, el más activo de entre los diputados de la minoría . Grosso modo el número de registros atribuye a cada uno de ellos, es el siguiente:

Diputado Número de registros
José Antonio Aguirre 9
Juan Antonio Careaga 19
José Horn Areilza 43
Juan Antonio Irazusta 11
Manuel Irujo 68
Francisco Javier Landaburu 13
Jesús María Leizaola 5
Telesforo Monzón 3
Rafael Picabea 3
Manuel Robles-Aranguiz 1
Eliodoro de la Torre 1
Ramón de Bikuña 4

Aun admitiendo que las cifras incluidas en el cuadro habrían de ser depuradas para constituir una fuente de información absolutamente fiable creo que, básicamente, son válidas para aproximarnos a la labor desarrollada por los diputados de la minoría nacionalista vasca durante el bienio 1933-1935. Como se ve en ellas, Manuel Irujo destaca ostensiblemente de entre sus compañeros de minoría, por la gran cantidad de iniciativas e intervenciones que realizó. En el cómputo general de las actuaciones parlamentarias, Irujo supera en un 30% al que le sucede en la lista, don José Horn que, por ser presidente del Grupo parlamentario, es lógico que desarrollase un papel más relevante que el grueso de los diputados que componían la minoría.

6.- La labor parlamentaria de Irujo en calidad argumental y dialéctica

Para participar con éxito en unas Cortes como las descritas en el epígrafe 2 –ágiles, enconadas y cargadas de interrupciones− se requerían temple y frialdad. Sin ellos, era fácil ceder a las provocaciones y responder a las invectivas con reacciones desaforadas. Pero además, se requerían, también, agilidad mental y rapidez de respuesta. No bastaba la elocuencia florida típica de los foros sosegados. Se precisaba, también, una cierta capacidad de reacción, para formular, improvisadamente, respuestas atinadas, pero rápidas. Una réplica −incluso una buena réplica− formulada fuera de tiempo, perdía gran parte de su efectividad.

En este difícil entorno, Irujo dejó claras muestras de las habilidades dialécticas que le adornaban. Rara vez perdía la compostura, haciendo gala de un temple envidiable. En una ocasión, se encontraba defendiendo un voto particular cuando irrumpió en la sala Calvo Sotelo, que venía a tomar posesión de su escaño. En la tribuna de visitas, particularmente concurrida, reinaba una gran expectación. La intervención de Irujo versaba sobre una compleja y árida cuestión jurídica, que revestía un escaso interés para el gran público. En un gesto destinado a complacer al público, el presidente sugirió, sutilmente, a Irujo, que concluyese su intervención, observando que, acaso, sus alegaciones “serían mejor recibidas por la Cámara en el momento de la rectificación”. Sin inmutarse lo más mínimo, Irujo agradeció al presidente su indicación, pero repuso: “por muy importante que sea que jure un Diputado, lo es mucho más tratar de asuntos que afectan a la economía de un país”. Y dicho esto, continuó hablando hasta que concluyó cumplidamente el tiempo previsto para su intervención.

Irujo era igualmente muy tenaz en la defensa de sus planteamientos. En el debate sobre la Ley municipal, donde exhibió su capacidad dialéctica y sus dotes como polemista, de reflejos rápidos y certeros, defendió los postulados de la minoría con especial pertinacia. Hasta tal extremo que, en la sesión plenaria del 28 de marzo de 1935, el diputado Vega de la Iglesia tuvo casi pedirle excusas por no aceptar todas sus enmiendas: “No podrá tener queja el Sr. Irujo de esta Comisión (El Sr. Irujo: No la tengo), porque le ha aceptado muchísimo; pero tiene que comprender SS que no en todos los puntos podemos estar totalmente de acuerdo”.

Tampoco le faltaba agilidad para la réplica directa. Las críticas que, a su estreno como parlamentario, le dirigieron por su condición novel, supo encajarlas con elegancia y convertirlas, hábilmente, en eficaz herramienta para el debate. Recuérdese que, utilizada con inteligencia, la asunción de las propias limitaciones puede convertirse en una eficaz arma dialéctica. Al diputado Martínez Hervás que le tildó de poco experimentado le respondió con sorna: “Claro que yo, novel o ingenuo (no sé cuál de los dos calificativos me aplicó ayer SS, aunque los dos me cuadran), voy a tratar de referirme a la enmienda…” . En otra ocasión en la que hablaba de abrir una esperanza a la defensa de la economía, un diputado le interrumpió observando en tono sarcástico: “¡qué bonito es eso!”; a lo que Irujo repuso “Bonito o feo, cada uno dice las cosas como sabe; cuando yo tenga la experiencia y el saber de SS podré decir cosas que no sean bonitas” .

7.- La labor parlamentaria de Irujo en temas y materias

La minoría vasca, se enfrentó, en las Cortes republicanas, a los problemas habituales que los grupos parlamentarios de pequeña dimensión han de afrontar en las cámaras legislativas. Uno de los más reseñables tiene que ver con el reparto del trabajo entre sus miembros y la distribución de los diputados en las diferentes comisiones. Como decía el propio Irujo:

“El Parlamento trabajaba dividido en comisiones y en pleno. Y en cada comisión hay un representante de cada grupo parlamentario. Uno o varios. Nosotros, como no teníamos más que diez diputados, cada uno estaba en su sitio ”

Don Manuel estuvo adscrito a la comisión de Obras Públicas y, tras la muerte de Ramón Vicuña, se ocupó también de la de Comunicaciones Marítimas, Industria y Comercio. Pero actuó igualmente, con dignidad y brillantez en el ámbito material de otras comisiones como la de Agricultura, Gobernación y Administración Local. Sus principales campos de actuación parlamentaria tuvieron que ver con las infraestructuras viarias, ferroviarias e hidráulicas −con especial dedicación a Nafarroa− la defensa de la industria, los empresarios y los inversores vascos, de todos los sectores económicos, la defensa de las singularidades y prerrogativas forales de las Diputaciones vascas, donde desplegó una ingente y eficaz actividad, el respeto a la autonomía municipal –por el empeño que puso en este terreno, fue calificado como “el sindicalista de los municipios”- y la defensa de las libertades individuales frente a los excesos del poder público. Pero, sobre todo, prestó atención a la defensa de numerosas cuestiones de interés local –vasco, evidentemente− acreditando un rico flujo comunicativo con las sociedad civil, los agentes económicos y las instituciones municipales de toda la geografía vasca. Su archivo personal recoge gran parte de la correspondencia que mantuvo con personalidades, colectivos y asociaciones de todo tipo en relación con las iniciativas que presentó o defendió en las Cortes. Desde este punto de vista, Irujo fue un modelo de eficaz de canalización de las inquietudes sociales hacia la acción parlamentaria. Su simpatía, popularidad y arraigo social, contribuyeron sin duda a que pudiera ensayar con éxito la fructífera interacción entre la sociedad y el Parlamento que presidió su actuación como diputado.

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