La celebración de la Semana Europea de la Movilidad Sostenible nos ofrece el marco adecuado para realizar algunas reflexiones sobre el papel que la movilidad y el transporte juegan en nuestra sociedad.
Existe un amplio consenso social entorno a la idea de que la movilidad ha de ser encuadrada dentro de unos parámetros de desarrollo sostenible, que busque la compatibilidad entre el crecimiento y el respeto al entorno. Ahora bien, el desarrollo de la mayoría de las sociedades occidentales nos presenta una fotografía de la movilidad excesivamente basada en el uso de la red viaria, con lo que esto supone de problemas de congestión, ineficiencia en los tiempos de viaje e inseguridad en la red viaria, además de los derivados del elevado consumo energético y la emisión de gases.
Este panorama nos plantea tres tipos de retos: diversificar y mejorar los modos de transporte, avanzar en los sistemas inteligentes de organización y buscar formas sociales de uso colectivo del transporte que superen las limitaciones de un uso excesivamente particularizado, fragmentado e individualizado. Todo ello para dar respuesta a la demanda de la ciudadanía en accesibilidad, calidad y eficacia, fiabilidad y seguridad.
Entorno y futuro. Una concepción avanzada y responsable del concepto de sostenibilidad supone tener en cuenta tres enfoques complementarios: el punto de vista social, el económico y el medio-ambiental. Un desarrollo sostenible implica necesariamente el equilibrio entre los tres aspectos mencionados.
La definición del respeto al medio ambiente desde parámetros de sostenibilidad no significa la no intervención en el entorno sino gestionar de forma activa nuestra relación con el entorno natural, gestionar los procesos de construcción de forma que el resultado final sea la integración de las infraestructuras en ese entorno. No compartimos la visión de aquellos que presentan las infraestructuras necesariamente en contradicción con el medio-ambiente.
Tampoco entendemos a quienes desde un punto de vista estrictamente medio-ambiental pretenden condicionar radicalmente las condiciones estructurales de desarrollo de las generaciones futuras y su derecho a generar prosperidad. Hoy la construcción de determinadas infraestructuras del transporte como el ferrocarril puede suponer la desactivación de infraestructuras congestionadas y que se han convertido en una fuente constante y sistemática de agresión contra el entorno. ¿Acaso la construcción del Tranvía o el Metro de Bilbao no son dos claros ejemplos en la sostenibilidad de la ciudad? Una sociedad con capacidad de generar riqueza ha de apostar por la inversión en la integración infraestructura-entorno.
Es también cierto que la sostenibilidad no viene determinada exclusivamente por la infraestructura sino por el comportamiento responsable que pueda tener la ciudadanía en el uso del transporte público y colectivo. Estamos comprometidos en orientar a la ciudadanía en esta línea.
Uso social. Desde el punto de vista social, es necesario apostar de manera decidida por incorporar a la ciudadanía al transporte colectivo incidiendo en la mejora de la calidad de vida de las personas, ofreciendo una movilidad accesible, eficiente, segura y sostenible.
La congestión que se esta produciendo en las carreteras de la Comunidad Autónoma Vasca, con los problemas y costos de todo tipo que genera, es algo que no necesita una especial descripción. El transporte de mercancías por carretera con origen y/o destino en el País Vasco se ha duplicado en la última década y el índice de motorización ha aumentado un 47% desde 1990. Desde el punto de vista medio-ambiental el impacto es claro, como lo es desde la perspectiva social y económica.
La búsqueda de alternativas a esta situación nos ha llevado a plantear un ambicioso plan de infraestructuras del transporte metropolitano e interurbano. La mejora de las condiciones de accesibilidad, intermodalidad y seguridad constituyen una prioridad de primer orden. El transporte público y los modos de transporte no motorizados dotan de una mayor eficiencia a la movilidad urbana, además de contribuir a lograr un entorno más saludable y a cumplir los objetivos ambientales globales definidos por el protocolo de Kyoto.
Actividad económica. Pero en ningún momento podemos olvidar que no se pueden separar sostenibilidad y desarrollo económico. Las políticas públicas que hemos puesto en marcha apuestan por un modelo de sociedad dinámica, emprendedora e innovadora con un tejido productivo moderno y una estructura social cohesionada y solidaria. La garantía de la sociedad del bienestar reside en la capacidad de generación de riqueza de la propia sociedad y en su capacidad para establecer condiciones públicas de cohesión social.
En este sentido es una prioridad para nosotros mejorar la accesibilidad a los mercados empresariales y financieros y a los recursos productivos, mejorar la conectividad de nuestra actividad productiva, reducir los costes de transporte, facilitar la comunicación con el exterior aumentando la velocidad comercial, facilitar la movilidad de los recursos humanos y favorecer la localización geográfica de las inversiones.
El reto que se nos plantea, por tanto, no es pequeño: mantener un modelo de desarrollo sostenible conjugando simultáneamente de forma eficaz desarrollo y respeto hacia el entorno.
Esta tarea es una tarea de todos: instituciones públicas, sociedad organizada y el conjunto de las personas que vivimos en este país. Porque a todos nos compete el compromiso de solidaridad con las futuras generaciones que está en la base de nuestra apuesta por el desarrollo responsable.