Intervención
31Julio
2006
31 |
Intervención

JOSU JON IMAZ
111 aniversario de la fundación de EAJ-PNV

Intervención
Julio 31 | 2006 |
Intervención

El Partido Nacionalista Vasco cumple ciento once años hoy. Es día de fiesta para todos nosotros y nosotras. Día de fiesta para conmemorar y celebrar este viaje de ciento once años. Pero también para reflexionar sobre los retos que se nos presentan ahora. Sobre todo teniendo en cuenta que este año es realmente importante en un partido con memoria como el nuestro. Tened presente que nuestro partido surgió proclamando que “Euskadi es la patria de los vascos”. Por lo tanto, que nuestro objetivo está claro desde el principio: la construcción de la nación vasca. Reivindicamos una nación que decidirá democráticamente, una nación que sea soberana, “bere buruaren jabe”, como decimos en euskera. Y cuando decimos que queremos construir la nación vasca, queremos decir que la queremos construir todos los días. Tal y como proclamamos en el Aberri Eguna de 1991, los jeltzales creemos que la construcción nacional es una labor diaria, que comienza por nuestra vida y bienestar diarios, impulsando y reforzando nuestra economía, defendiendo y promoviendo diariamente nuestra identidad.

Un Partido con memoria no puede pasar por alto un año como el 2006. Este año cumplimos el veinticinco aniversario de la muerte de Don Manuel de Irujo. En el nacionalismo vasco, Irujo es algo más que un dirigente ilustre. Es el gran líder navarro. Es el hombre de leyes y el organizador que, estos días de verano hace 70 años, pone en marcha la Junta de Defensa de Gipuzkoa y Euzko Gudarostea. Es el europeísta que ve en Europa el proyecto por el que nuestros hijos van a tener que luchar. Y es el gran humanista. Aquel en el que se conjuga la nación con visión humanista, trascendente de la persona, como rezan nuestros Estatutos.

Es el Irujo que proclama con ahínco que el fundamento de todo derecho es, en primer lugar, la persona y no las instituciones o la patria. Y desde esa misma perspectiva plantea la cuestión del nacionalismo, como derecho de la persona, tanto en su aspecto individual como colectivo. El mismo Irujo que defiende con pasión que "la nación y el Estado se forman al servicio de la persona".

Y además está el Irujo pragmático. Quiero reivindicar una palabra tan positiva, tan ligada a nuestra cultura y a nuestro modo de entender la construcción nacional y social de Euskadi, como el pragmatismo. Porque es una de las bases sobre las que hemos construido nuestro proyecto y también la nación vasca actual. Por ello recuerdo aquellas palabras de Don Manuel, cuando decía que "de nada sirven concepciones idealistas y generosas, si carecen de realización potencial, de concreción en la vida, de eficacia en una palabra. Porque no basta con tener razón. Es preciso incorporar la razón a la vida misma para trocarla en guía de nuestros pasos". Palabras sabias y acertadas las de Irujo. Palabras necesarias para la sociedad vasca del 2006 que contempla con preocupación cómo tratan algunos de convertir la política en un ejercicio teórico, frustrante y baldío sobre quién es más o menos abertzale; en una carrera hacia el esencialismo en las manifestaciones públicas, dejando de lado cómo se puede mejor avanzar en la preservación de nuestra identidad, en el desarrollo de nuestro autogobierno o en la calidad de vida y el bienestar de los vascos. No basta con plantearse objetivos, además hay que proponer los medios para conseguirlos. No vale con el qué. Hay que definir el cómo.

Y tampoco me quiero olvidar del hombre. Del Irujo arrancado de su Lizarra natal. Del Irujo conmocionado que llora a su amigo Fortunato Aguirre fusilado por los fascistas. Del Irujo que piensa en su familia y en su suerte cuando va a ser nombrado ministro. Y del Irujo que, en la primavera del 77, vuelve a Estella. Y allí, su único discurso, divisando San Pedro y Montejurra, es aquel de: "Hay momentos de hablar y de sentir. Este para mí es un momento de sentir". Quiero hoy reivindicar al excelso navarro que ha dado el siglo XX y a uno de los grandes referentes del Partido Nacionalista Vasco: Don Manuel de Irujo.

Este año también conmemoramos el cincuenta aniversario de la desaparición de Jesús de Galindez. Hijo de Amurrio, obligado al exilio por la tragedia del 36. Y, allí, en el extranjero, elaboró la idea fundamental que el Partido Nacionalista Vasco siempre ha considerado su patrimonio. Que la libertad es el principal eje de los jeltzales y que, pase lo que pase, la debemos defender en todas partes. Galindez vio claramente que la lucha por la libertad es universal. En su tesis doctoral denunció las matanzas del dictador Trujillo. Por eso lo secuestraron en el metro de Nueva York y lo llevaron a la República Dominicana, donde tras torturarlo casi hasta la muerte, lo mataron. Galindez es un ejemplo para los nacionalistas vascos. Y hoy, día de San Ignacio del año 2066, cuando se cumplen cincuenta años de su asesinato, quiero recordar a Galindez y rendir homenaje a su memoria. Porque es nuestro. Porque fue un mártir a favor de la libertad.

Este año también celebramos el centenario del nacimiento de Elbira Zipitria. Activa jeltzale, líder destacada de la normalización del euskera, Elbira Zipitria promovió el compromiso educativo y la innovación pedagógica. Tras exiliarse por ser nacionalista, regresó a Donostia en 1943 y trató de poner en práctica las teorías de investigadores europeos como Montesori, Freinet y Piaget, unas cuantas décadas antes que el sistema educativo español.

El Año de la Recuperación de la Memoria no puede ser Año de Olvido para las mujeres que, como Elvira Zipitria, vivieron y murieron en el anonimato incluso dentro de su propio partido. Por ello, el mejor homenaje que podemos brindar a Elvira Zipitria en su centenario es nuestro compromiso de rescatar del olvido la Historia de las Mujeres Nacionalistas. Porque conocer la versión femenina de nuestra propia historia es conocer la lucha de estas mujeres por el derecho a voto, por la superación profesional y personal, así como conocer también su compromiso concreto y tangible con la construcción nacional y social de Euskadi. Es, simplemente, cuestión de justicia.

También este año celebramos el cincuenta aniversario de uno de los libros que mejor han guiado el discurso político del nacionalismo vasco: "La causa del pueblo vasco", de Javier Landaburu. Lo escribió en mayo de 1956 y lo entregó en noviembre como aportación suya al Congreso Mundial Vasco que presidió el lehendakari Agirre. Pertenezco a una generación que ha tenido en este libro su guía para expresar y racionalizar el sentimiento abertzale. Es posiblemente la mejor producción política de la generación de la guerra y el exilio, y es un gran trabajo de prospectiva política. Un nacionalista vasco como Landaburu es el que tiene en la década de los 50 una de las visiones más acertadas y clarividentes de por dónde van a discurrir Europa y el mundo cincuenta años más tarde. Y quiero reivindicar el proyecto recogido en "La causa del pueblo vasco". Ese pensamiento político es el que nos guía y este Partido tiene el deber de recordar a este gran alavés en el año en el que se cumple medio siglo de una de sus obras maestras, y espero que no cerremos el 2006 sin homenajear y reeditar el libro como se merece.

He citado cuatro personas: Irujo, Galíndez, Zipitria y Landaburu, puesto que este año homenajeamos a las cuatro. El año pasado, en el 2005, homenajeamos a Lauaxeta, en 2004, por su parte, al lehendakari Agirre y a Saseta. Somos un partido con memoria. Y, de hecho, el 2006 es un año de memoria. Hace setenta años nuestro pueblo vivió una gran tragedia. Las cuevas y cunetas de Araba, Nafarroa estaban llenas de sangre. En Gipuzkoa habían comenzado a organizar las primeras defensas y, posteriormente, a partir del otoño, Bizkaia sufriría los episodios más graves y épicos de nuestra historia. La gente pacifista, la que no deseaba ningún tipo de guerra, se encontró alzada en armas. Aquella extraordinaria generación educada en valores, principios y objetivos fructíferos vio derrumbarse el sentido de su vida, y desvanecerse sus sueños y proyectos. El totalitarismo, el fascismo, la guerra y la tragedia truncó el camino de aquella gente amante de la paz. Un ejército militar fuerte, preparado y bien armado contra voluntarios llenos de ideales. Primero, bombardeos a civiles, después, fusilamientos, detenciones, exilio... y después, la triste oscuridad.

Aquel 19 de julio de 1936, el Euzkadi Buru Batzar proclamaba que, planteada la lucha entre la ciudadanía y el fascismo, sus principios le llevaban a caer al lado de la Ciudadanía y de la República, en consonancia con el régimen democrático y republicano que fue privativo de nuestro pueblo en sus siglos de libertad. Frente al totalitarismo, la unión entre los aliados por la libertad era necesaria. Así, el siete de octubre de 1936 Agirre pasaba a presidir el Gobierno de los que habían optado por defender la democracia frente al fascismo. La factura del alineamiento fue dura. Pero, gracias a aquella decisión, nuestro Partido tiene hoy un bagaje ético y democrático envidiable.

Han transcurrido setenta años desde el inicio de aquella tragedia. Y es el momento de reivindicar la memoria. Queremos reivindicar el derecho a rememorar el dolor y el pesar de las personas que la terrible maquinaria de la guerra destrozó. Queremos recordar no solo el dolor de las personas que directamente sufrieron la guerra, sino también el desprecio, la ofensa, el silenciamiento, la desesperación y el olvido que padecieron posteriormente.

Es el momento de la memoria, sí; pero no del odio. Como decía el lehendakari Agirre, “el odio no sirve para construir, sino para destruir”. Pero, a pesar de todo, es bueno y conveniente no olvidar el dolor y la tragedia de entonces, para poder apreciar el valor de la democracia, para que resurjan la convivencia, la comprensión y el respeto mutuo, y para que nunca volvamos a sufrir tal destrucción. Debemos mantener viva la memoria, para que nuestros hijos e hijas no lleguen nunca a conocer nada similar a lo que tuvieron que padecer nuestros antepasados hace ahora setenta años.

Queremos reivindicar la paz como prioridad de nuestra acción política, sin que ello suponga renuncia a nuestros objetivos políticos. Y quiero subrayar que hemos llegado hasta aquí porque, de hecho, la sociedad vasca y las instituciones democráticas han demostrado su fortaleza y superioridad frente a la violencia. Es la victoria de los principios éticos, aun cuando queda, sin duda, un trabajo delicado por hacer. Es la victoria de la posición que nuestro Partido, con la mayoría de la sociedad vasca, ha adoptado en los últimos treinta años. Es la victoria de los que hemos antepuesto la libertad al totalitarismo. Es la victoria de los que hemos defendido la democracia frente a la imposición de los proyectos políticos a través de la fuerza y el terror.

Estamos posiblemente en el umbral del final definitivo de la violencia. Y es momento de dejar constancia del profundo error político y del daño moral que el terrorismo ha causado a tantas personas y a la causa nacional vasca, de su falta de legitimidad, su torpeza política, y su absoluta inmoralidad. Y lo decimos como nacionalistas vascos comprometidos con la democracia y contra la violencia. Lo decimos desde la dignidad de un Partido que en el ya lejano 1978 organizó la primera manifestación contra ETA en este país. Lo decíamos ya hace treinta años, cuando muchos de los que después han tratado de manchar la causa nacional vasca que nosotros representamos con la sinrazón y el totalitarismo de los que abrazaban la violencia, justificaban sin rubor la misma. La defensa de la democracia y la condena de la violencia las hemos tenido también siempre muy claras. Por eso tenemos la mirada limpia hacia el futuro. Futuro que deberemos también construirlo desde el respeto a la Memoria, y desde la convicción de que la paz definitiva deberá exigir también el cese, junto con las armas, del esquema impositivo que trata de justificarlas, del que todo vale para conseguir determinados objetivos políticos.

La paz es lo primero. Una paz justa, basada en los valores de la democracia. Y de ninguna manera una paz dependiente de un proyecto político, por muy legítimo que sea. Vincular la paz con los proyectos políticos significaría justificar la utilidad de la violencia para la consecución de objetivos políticos, y el Partido Nacionalista Vasco nunca aceptará tal premisa. Y el Partido Nacionalista Vasco se mantendrá firme en este reto, puesto que sabemos que está en juego la paz, el bien más preciado por la sociedad vasca.

Y es también momento de encrucijada política. Y, por ello, hora de hablar de valores. De los valores que deben presidir nuestra acción política como nacionalistas vascos. De los valores que deben estar encima de la mesa para dar respuesta a los problemas que tenemos planteados. Es hora de hablar sin complejos, sin buscar los aplausos fáciles. Tengo claro cuál es el tipo de discurso que da una cierta comodidad en la acción política. Aquél que enardece a los propios y fustiga a los ajenos. Lo sé muy bien. Pero no es el discurso que en momentos claves como éste sirve para construir nación. La nación de verdad. La nación basada en espacios comunes, horizontes compartidos e identidades compatibles. La nación de valores que, como abertzales que somos, debemos buscar cada día en nuestra propia actuación política.
El valor de la democracia. El del respeto democrático que a todos nos debe obligar. Respeto a la voluntad democrática de la sociedad vasca como principio sobre el cual construir la convivencia futura. Con el convencimiento, como decíamos en 1990 en la resolución sobre la autodeterminación que aprobó el Parlamento Vasco, de que la construcción nacional es un proceso dinámico, gradual y democrático, integrado por el conjunto de decisiones, incluidas, en su caso, las de carácter plebiscitario, que vamos adoptando a lo largo de nuestra historia, atendiendo a los condicionamientos internos o externos de la coyuntura histórica, sus posibilidades reales y el interés de los vascos. Por tanto, una concepción dinámica de la democracia, desde la convicción de que la nación es algo que se hace y se construye día a día, a través de un conjunto de decisiones cada una de ellas tomada teniendo en cuenta el contexto histórico en el que estamos y la sociedad que tenemos.
El valor de la convivencia y la cohesión. Lo decíamos en el Manifiesto del Aberri Eguna de 1988: "La nación es cohesión, identidad, compartir categorías de valores, sentir colectivo. Y muy especialmente abordar conjuntamente los retos básicos de los que depende el ser o no ser de un pueblo. Nuestro primer reto es llegar a ser un Pueblo, plural pero homogéneo, superando o aminorando las divisiones internas que padece". Son palabras que hoy, en un momento en el que vamos a definir las bases de la sociedad vasca para la próxima generación, tienen más valor que nunca. La cohesión de la sociedad vasca es para nosotros un criterio básico, una prioridad, a la hora de abordar cualquier acuerdo de bases para superar el contencioso político. Porque sin sociedad cohesionada no hay nación democrática. Y sólo los caminos que cohesionan conducen a la construcción de la Nación Vasca en el siglo XXI.

En este proceso nos hemos auto-impuesto como objetivo la obtención de acuerdos integradores sobre el futuro de Euskadi, con mayorías lo suficientemente cualificadas como para cumplir el principio de no imponer un acuerdo de menor aceptación que los actualmente vigentes. Lo hemos hecho porque apostamos por la cohesión de la nación vasca. Como abertzales y humanistas, aceptamos el principio de diferenciar el juego político de las mayorías frente al acuerdo amplio que se requiere a la hora de definir una comunidad. Así lo reclamamos también de las fuerzas políticas restantes. Porque estamos convencidos de la necesidad de integrar en un acuerdo a la pluralidad de sentimientos y de identidades políticas de la Nación Vasca. Pluralidad de sentimientos y de proyectos políticos que es también parte de nuestra historia, de nuestra propia identidad como Pueblo, como Nación en democracia.

El valor del autogobierno. Creemos en el autogobierno, es decir, en la capacidad de solucionar la mayoría de los problemas de nuestra vida cotidiana por medio de nuestras instituciones. Creemos, por tanto, que somos capaces de gestionar la Educación, la Sanidad, la solidaridad entre las personas, el desarrollo económico, los ámbitos tanto de la cultura como de la lengua. Creemos en el autogobierno adaptado al nuevo siglo y a los nuevos entornos que vivimos. Nuestro reto no se limita al deseo de decisión. No reivindicamos el mero fetiche. Siendo como somos un partido líder, el auténtico reto del Partido Nacionalista Vasco es la consecución de un acuerdo que cuente con la más amplia mayoría posible de los partidos vascos y de la sociedad vasca en general, para desarrollar nuestra identidad como pueblo, para mejorar nuestra calidad de vida y para dotarnos de todos los instrumentos que necesitamos para asegurar nuestro bienestar.

Definido y refrendado el acuerdo político, deberá ser desarrollado mediante un texto jurídico concreto. Un Nuevo Estatuto para Euskadi que responda a las necesidades del autogobierno en la nueva Europa que se va conformando. Un texto de Nuevo Estatuto que determine para las instituciones vascas el ámbito competencial pleno necesario para desarrollar la identidad en el mundo abierto que se va conformado, en los ámbitos de educación, lengua y cultura. Un Concierto Económico blindado cuyas decisiones normativas tengan carácter de ámbito fiscal propio y, por tanto, los recursos a las mismas en cualquier ámbito (sea judicial o europeo) sólo puedan ser cuestionados en los mismo términos que los de otro sistema general. Capacidad competencial en las materias económicas, medioambientales y formativas necesarias para desarrollar un entorno competitivo sostenible en un mundo abierto. Un sistema social y de seguridad social, complementado con una política fiscal solidaria, necesarios para mantener los ámbitos de solidaridad en un entorno amplio de competencia global.

Además, un autogobierno que contemple garantías jurídicas plenas y sistemas de arbitraje bilaterales sobre el cumplimiento de este pacto. Una participación en las instancias europeas en los ámbitos competenciales propios de la Comunidad de Euskadi en las áreas que los Tratados actuales permitan. Y una política abierta de cooperación en los ámbitos culturales, económicos, infraestructurales, sociales y medioambientales que conforme una euro-región vasca, desde el Adour hasta el Ebro y desde las Encartaciones hasta Zuberoa. Porque la Euskal Herria por la que abogamos, ese espacio compartido que debemos construir en la Europa sin fronteras, la deseamos articular desde Barkoxe e Isaba hasta Lanestosa. De forma democrática. A través de las decisiones libremente expresadas por la ciudadanía que deberán respetarse. La ciudad vasca, la Euskal Hiria del siglo XXI. Este es nuestro modelo de autogobierno para los próximos años: capacidad de decisión, compromiso en el pacto y corresponsabilidad, participación en todos los niveles de decisión y apertura al exterior.

El valor de la identidad. Nuestra identidad es lo que somos. La forma de entendernos a nosotros mismos. Es la cultura política conformada en torno a los valores que necesitamos para salir adelante en el mundo en el que empezamos a vivir. La sociedad vasca es una sociedad innovadora, capaz de adelantarse a los cambios, basada en personas formadas que conocen la importancia del trabajo bien hecho, con fuerte sentido de identidad de lo que nos es propio, con pertenencia a una comunidad que se implica en la solidaridad activa con respecto a todos los miembros de la misma y que comparte un proyecto a largo plazo. Somos una Euskadi abierta al mundo, abierta a la diferencia creativa, y tenemos que ser capaces de atraer a personas de otros lugares que quieran desarrollar su talento y su creatividad entre nosotros. Que encuentren aquí un espacio de identidad, de dinamismo y de comunidad. Que se sientan atraídos por ser vascos con nosotros. Garantizar la pervivencia y el desarrollo de Euskadi en el siglo XXI supone ser capaces de que los valores que identifican a los vascos y desarrollamos los vascos sean atractivos para aquellos que quieran compartir su vida con nosotros. La voluntad de ser atractivos debe ser el objetivo fundamental de nuestra generación. La garantía del éxito de nuestro proyecto. El proyecto de Euskadi como una nación líder que triunfe en el siglo XXI.

El valor del compromiso. El compromiso de quienes nos hemos esforzado reiteradamente en la construcción nacional. El compromiso de quienes durante largos años y en situaciones variables hemos intentado avanzar paso a paso en la construcción nacional. Digan lo que digan, sin complejos, el compromiso firme de quines hemos proclamado que nuestra prioridad es Euskadi. El compromiso consensuado de quienes, poco a poco, hemos ido dialogando, acordando y decidiendo. El compromiso sólido de quienes queremos construir juntos y dejar a nuestros hijos e hijas la nación que soñamos entre todos. Necesitamos fuerza y confianza. Por encima de intereses partidistas y personales, necesitamos gente cuya prioridad sea Euskadi. Necesitamos un compromiso auténtico. Necesitamos personas que en esta encrucijada histórica quieran asentar los pilares fundamentales de la construcción nacional. Proclamamos el compromiso de construir una nación basada en la libre determinación y voluntad de los vascos de hoy. Una nación estructurada, realizada, donde la gente comparta su camino y su futuro.

Democracia, convivencia y cohesión, decisión y autogobierno, identidad y compromiso. Son valores básicos para el proceso que iniciamos. En dos años vamos a definir el futuro de la convivencia de los vascos en el primer cuarto del siglo XXI. No es el momento de trinchera. Es tiempo de salir a campo abierto. De ir en busca del adversario político. Para encontrarnos en un suelo común. Soy consciente de que, en una lectura superficial, esta llamada al encuentro puede llegar a interpretarse como tibieza en los principios, debilidad en la defensa de las posiciones propias e, incluso, falta de arrojo a la hora de marcar con contundencia las posiciones de partida en el tablero. Sin embargo, a poco que reflexionemos con alguna profundidad advertiremos sin gran esfuerzo que, en realidad, tras todo ello anida un gran compromiso consciente y responsable de construcción nacional.

Porque sólo quien está muy seguro y firme en sus principios es capaz de acercarse al adversario, al otro. Sólo quien confía en su proyecto para este país sale tranquilamente a campo abierto convencido de que tiene mucho más para ganar que para perder. Sólo quien ama profundamente a la nación vasca está dispuesto a hacer lo indecible para que esta nación la construyamos entre todos, sobre bases sólidas, libre y cohesionada. Y el Partido Nacionalista Vasco está firmemente convencido de todo ello.

Somos un partido ha sufrido guerra, dictadura, clandestinidad y persecución. Y hemos sido capaces de superar todo eso, con memoria pero sin odio, y en los últimos veinticinco años hemos dado un gran salto en la recuperación de nuestra identidad, en la construcción de nuestras instituciones, y en la promoción de nuestro autogobierno. Somos cada vez más nación. Nuestro partido acertó hace veintisiete años, y acertó activando dos cualidades que siempre nos han caracterizado, sólidos principios como partido nacionalista, y flexibilidad a la hora de poner en práctica esos principios, para poder liderar el mayoría social y política de la sociedad vasca. Siempre como líderes, tres o cuatro pasos por delante de la sociedad. Pero no veinte pasos, por supuesto, porque la sociedad no sigue el paso de quien se escapa.

Esta es la receta del éxito del Partido Nacionalista Vasco a lo largo de ciento once años. Y hace veintisiete años los que nos precedieron acertaron. Estoy convencido de que, con estos mismo principios y valores, y en este tiempo político complejo pero esperanzador, volveremos a acertar. Acertar es que Euskadi sea una nación de personas libres que puedan decidir su futuro; una nación cohesionada en la que todos convivamos en paz; un país orgulloso de sus instituciones, con una identidad atractiva en un mundo abierto; y un país en el que lo más importante sean sus personas y las oportunidades que tengan a lo largo de toda su vida para desarrollarse. Esto es volver a acertar. Éste debe ser el objetivo del proceso político que iniciamos. Un objetivo que, en verdad, merece la pena.


Gora Euskadi askatuta!

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