Además de sorprenderme, el artículo sobre la incineradora del coordinador general de Ezker Batua-Berdeak me produjo tristeza. Pena porque no esperaba de él, al que considero una persona seria, un escrito tan burdo e intencionadamente manipulador (Noticias de Gipuzkoa , 17-6-2006). Un escrito que no tiene otra finalidad que crear una alarma social innecesaria y obtener, a la postre, alguna mezquina rentabilidad electoral. Claro que tras ver y sufrir los incidentes acaecidos en el Pleno de ayer en Donostia, la cuestión es más grave si cabe y una cuota parte de la responsabilidad corresponde, sin duda, a Ezker Batua, cuya portavoz en Donostia no ha dudado en evitar condenar la ocupación del Pleno por los violentos, las amenazas recibidas por diversos concejales o incluso los destrozos sufridos en la casa consistorial.
Todo ello, por cierto, ante la pasividad del alcalde y la presidencia del Pleno, que no intervinieron ante la ocupación, dejando a la Corporación y a la propia Guardia municipal desamparados ante la toma de la Bastilla por parte de docenas de exaltados. En suma, un ejercicio de deslegitimación de la institución municipal acometido con la pasiva connivencia del gobierno municipal compuesto por PSOE e IU.
Otras gentes de buena fe que acudieron al Pleno no tuvieron más remedio que abandonarlo en silencio, ante la demagogia y la irresponsabilidad de quienes lideraron el asalto.
Estamos ya acostumbrados a que los opositores a la incineración extiendan en tribunas y periódicos la errónea idea de que hay alternativas mejores para cerrar el tratamiento integral de la basura, cosa que, hoy por hoy, es, sencillamente, falsa, especialmente en las condiciones y circunstancias de Gipuzkoa. Pero Ezker Batua ha ido más allá y, mezclándolo todo, ha optado por generar en la ciudadanía un miedo injustificado.
Respecto a la ubicación futura de la planta, no nos queda sino repetirle al señor Karrera que ha sido el gobierno de la ciudad, del que forma parte su grupo, el que ha decidido ubicarla -como dice él- lo más lejos posible de la ciudad, en el corazón de un parque natural y escondida de todas las miradas, entre caseríos desperdigados, oculta. Es, precisamente, Odón Elorza (su compañero de gobierno) el que ha cambiado de parecer por encima de los pactos alcanzados, precisamente con IU.
Es el alcalde quien ha jugado al engaño tanto con IU como con la ciudadanía en general. El consenso con la Mancomunidad ya lo rompió hace tiempo. Y ha cambiado de parecer tras perder mucho y valioso tiempo proponiendo un enclave de la ciudad que, curiosamente -y esto lo añadimos nosotros- está rodeado por terrenos pertenecientes a otros municipios.
Conviene recordarle, asimismo, que no es ésta la primera ni, por tanto, la única ubicación que nuestro grupo ha considerado factible, previos los informes y evaluaciones ambientales legalmente oportunas. Y esto ha sido así porque creemos firmemente (y así lo avalan los estudios y la práctica diaria en la UE) que estas plantas no son peligrosas. De hecho, hay un marco regulador al efecto que precisamente deriva de la UE y que se aplica en nuestro territorio desde hace años.
Sin embargo, el coordinador general de Ezker Batua-Berdeak, en un ejercicio de absoluta irresponsabilidad, se despacha a gusto vaticinando cánceres y otras muchas enfermedades para las futuras generaciones que habiten cerca de la planta o beban las aguas del Añarbe. Triste, repito, cuando son muchas las voces autorizadas que aseguran que las incineradoras actuales no suponen un peligro real para la salud. Entre ellas, la del prestigioso ingeniero Natta, apóstol del biosecado en Milán, al que acudió a visitar en peregrinación un nutrido grupo de representantes de la ciudad y para el que terminar quemando los residuos así tratados no supone ningún riesgo.
Particularmente deplorable es la malévola mención a la preocupación mostrada por nuestro grupo en torno a los desmanes que se están llevando a cabo en Cristina Enea. Lejos de congratularse por nuestra, en su opinión anecdótica, demostración de sensibilidad medioambiental, el señor Karrera se muestra extrañado, le resulta -dice- incomprensible. Lo de la incineradora no tiene nada que ver con las irregularidades cometidas en el parque. El tratamiento de las basuras es un asunto de interés general, algo que hay que hacer, nos guste o no y que ha generado ya en Gipuzkoa la mayor crisis ambiental que se recuerde. Y lo que se ha hecho en el parque tiene que ver con el capricho personal, con la falta de respeto para con el Plan General, para con las normas y los acuerdos plenarios adoptados. Lo que a los ciudadanos les resulta, de verdad, incomprensible es el silencio de un grupo que se denomina Berdeak ante tanta irregularidad.
Claro que resulta también difícil de entender cómo un grupo que se muestra tan contrario a la incineración, que la considera fuente inagotable de toda suerte de males, no tuviese el menor reparo en proponer que se incinerasen en una cementera privada la mitad de esas 300.000 toneladas de basura que cita el señor Karrera, y se apilase la otra mitad en una cantera -por utilizar sus propios términos- escondida de todas las miradas, o entre caseríos desperdigados y oculta.
Lo que de verdad ocurre es que Ezker Batua está, ahora mismo, en una situación incómoda e incoherente en la materia. Y pretende, una vez más, mantener la silla preservando intacta, al mismo tiempo, su pureza virginal de paladín ecologista. Eso es todo.