Buenos días a todas y a todos:
Sois los autores de un éxito. En el período 1977-1980 la generación que nos precedió, muchos de los cuales estáis aquí, acertasteis. Hoy, nuestra generación debe formular las claves para los próximos quince o veinte años. Es incluso posible que los ciclos sean más cortos. Pero es nuestra tarea.
Gracias a vosotros y a la apuesta asumida en 1979 por la gran mayoría social y política vasca, Euskadi es hoy más nación que nunca. Euskadi es una sociedad moderna, con más bienestar y calidad de vida, con más autogobierno y con una identidad propia salvaguardada y abierta al mundo.
Por eso es un placer y un honor para mí participar este acto y acoger a los protagonistas de nuestro pasado y nuestro presente, aquí, en Sabin Etxea. A los que a lo largo de ocho legislaturas, habéis representando al Partido Nacionalista Vasco en nuestro Parlamento.
En la primavera de 1977, en Txiberta, entre Bayona y Anglet, se celebra una reunión entre los partidos nacionalistas de este país. Toda una panoplia de letras sólo entendible en aquella confusión de final del régimen franquista. ETA participa en aquella reunión, y con presencia visual de armas en aquella mesa, conmina al conjunto del nacionalismo vasco a no presentarse a las elecciones de junio de 1977. El PNV rompe el cerco y adopta una decisión. Valiente y arriesgada en aquel momento. Pero coherente con el contexto en el que se vivía. Conscientes de las carencias de la transición a la democracia, proceso tutelado por las instituciones todavía vigentes del Viejo Régimen. Pero convencidos de que el contexto internacional avalaba aquella Transición.
Los límites y carencias de la Constitución de 1978 se reflejaron tanto en la abstención o rechazo del conjunto del nacionalismo vasco como en la escasa adhesión que obtuvo por estos lares. Basta recordar que sólo el 30,2% del censo vasco le dio su aprobación. Sin embargo, se abría la posibilidad de aprobación del Estatuto de Gernika, que con una clara reserva de derechos contenida en su Disposición Adicional, abría la vía a un autogobierno por el que la mayoría social y política vasca apostó.
Los resultados de aquel acierto están a la vista. Es un valor socialmente aceptado. Hasta el punto de que quienes no lo aceptaron por considerarlo poco, tratan 30 años más tarde en buscar una vía de enganche para justificar el desacierto y la tragedia de la decisión que tomaron en Txiberta. Y quienes no lo aceptaron por considerarlo excesivo, celebran cada 25 de octubre su aprobación con cava.
La apuesta política del autogobierno fue la primera de las grandes decisiones de período final de los 70 y la década de los 80. La segunda gran decisión es la apuesta por la regeneración del tejido económico y urbano. Estas decisiones dan lugar a la transformación económica y urbana vasca. No hay más que salir a la calle para ver los resultados. Resultados de los que todos vosotros sois autores y agentes activos.
Visto desde la perspectiva actual parece todo evidente. Pero es el conjunto de decisiones que nos han llevado a la realidad actual que vivimos. A alcanzar una sociedad que ha tenido el mayor crecimiento en el PIB por habitante entre el conjunto de las Comunidades Autónomas en el período 1995-2005, así como la mayor renta familiar del Estado, junto con Navarra.
El pasado abril el prestigioso diario económico francés "Les Echos" ofreció una serie de reportajes sobre nuestra economía con el título expresivo de "España: la receta del milagro vasco". Lo iniciaba con un corto preámbulo: “Después de afrontar una crisis extremadamente profunda, la región autónoma vasca de Euskadi ha modernizado su aparato económico y renovada la vía del crecimiento. Esta renovación se apoya sobre una estrategia voluntarista y se nutre de una fuerte cultura identitaria. Todo ello ha sido posible por la libertad de decisión de la que se benefician las autoridades del territorio y que el gobierno local desea seguir incrementando, a pesar de la oposición de Madrid”.
Euskadi es también hoy más nación que nunca. La apuesta asumida en 1979 por la gran mayoría social y política vasca ha logrado que Euskadi haya pasado de ser una formulación ideológica del nacionalismo a convertirse en una realidad sociológica y jurídico-política. Hoy, la definición jurídica de "Alava, Bizkaia, Gipuzkoa así como Navarra" emana de la "expresión de su nacionalidad", de su ser nacional vasco, gracias al camino que la amplia mayoría de este pueblo inició hace más de 25 años, frente a quienes decidieron usurpar violentamente la voluntad mayoritaria del Pueblo Vasco.
Euskadi es hoy más nación también desde el punto de vista social. El Parlamento, el Gobierno, el Lehendakari, nuestras instituciones propias, son las más valoradas por la ciudadanía; nuestros hijos e hijas conocen y utilizan el euskera en proporción muy superior a las generaciones anteriores; zonas del País como Tierra Estella, Margen Izquierda, las Encartaciones, la Llanada o la Rioja en las que nuestra lengua llevaba siglos de retroceso o incluso de desaparición, comienzan a recuperar este signo de identidad nacional vasca, no sólo como símbolo sino también como instrumento de comunicación y de creación y difusión del pensamiento y de la cultura.
El mejor ejemplo de esta simbiosis alcanzada entre identidad y apertura la constituyen los numerosos jóvenes profesionales que se comunican entre ellos en euskera, a la vez que aprenden el mandarín, el portugués o el checo en el ejercicio de sus responsabilidades directivas en la bahía de Sanghai, en Sao Paulo o en Moravia.
La clave es repetir el acierto. En una perspectiva de 25 años hemos dado un salto de gigante en la construcción nacional, construcción política, social, cultural, lingüística. Todo esto no hubiera sido posible sin aquellas decisiones, sin el compromiso continuado de muchas personas, como vosotros. Como presidente del EBB, en representación del Partido Nacionalista Vasco, quiero agradeceros a todos los que llevasteis a cabo esta apuesta, a veces en medio de una enorme incomprensión e, incluso, hostilidad.
Y ahora también tenemos nuestros retos. Los retos de nuestra generación.
El primero de ellos es el reto de la paz. Quiero subrayar que las expectativas de pacificación que ahora se abren son posibles porque, de hecho, la sociedad vasca y las instituciones democráticas han demostrado su fortaleza y superioridad frente a la violencia. Es la victoria de los principios éticos, aun cuando queda, sin duda, un trabajo delicado por hacer.
Hay muchos elementos que han contribuido a dibujar y a vislumbrar un final definitivo para la violencia en Euskadi y que han actuado como factores propiciadores de la paz. Cambios en el contexto internacional, cambios profundos en la sociedad vasca, en su mentalidad, sensibilidad, concienciación, movilización en torno a las víctimas que a lo largo de los últimos años han ayudado a achicar el espacio de la violencia en el País Vasco, la transformación en el mundo de la izquierda radical que durante años ha dado cobertura política a la violencia... Pero sin género de dudas, entre todos estos factores destaca la madurez de nuestra sociedad. Y todo ello nos pone a las puertas de una posible solución, que debe ser abordada entre todos. Por tanto, tenemos antes nosotros una oportunidad que podemos aprovecharla si actuamos con inteligencia, modestia y desde la cooperación entre las diferentes sensibilidades políticas de nuestro país.
La paz es la prioridad. En las próximas semanas deberá abordarse el diálogo con ETA. Un diálogo indispensable para hacer irreversible la paz, pero un diálogo en el que el futuro político de la sociedad vasca no debe ser abordado. Hacerlo, vincular la paz a un proyecto político determinado por legítimo que sea, sería tanto como reconocer la validez del uso de la violencia para alcanzar objetivos políticos. Este es el primer gran reto de este período. Vosotros habéis trabajado por la paz y habéis soñado con una Euskadi en paz. Nos hemos implicado en múltiples iniciativas en 25 años: mesa por la paz, Argel, Pacto de Ajuria Enea, Declaración de Lizarra, 2006... Debemos conseguirlo entre todos. Pero separando claramente la paz y su consecución del proceso político.
El segundo reto es el de la normalización política. En definitiva. Cerrar el contencioso vasco de forma que el déficit de acuerdo sobre el marco político, que el 30,2% de apoyo a la Constitución simboliza, pueda ser superado. ¿Qué objetivo debemos perseguir los partidos vascos en este acuerdo? ¿Qué nos exige la inmensa mayoría de la sociedad vasca? Un acuerdo que respete el derecho que asiste a la sociedad vasca a construir y decidir de forma democrática su futuro, pero a su vez un acuerdo que en un contexto de lealtad y sin dogmatismos nos permita alcanzar un pacto para el ejercicio de esa decisión que pueda ser compartido por las diferentes sensibilidades e identidades de Euskadi. Se trata, en definitiva, de que alcancemos un acuerdo que, desde el respeto a los marcos institucionales actuales, permita el uso de sus potencialidades reales de modificación siempre y cuando existan mayorías sociales y políticas para ello. Todo ello desde el respeto democrático a la voluntad de la sociedad vasca, pero con respeto escrupuloso a su pluralidad. Respetar la voluntad de los vascos incluye el respeto a los diferentes sentimientos identitarios, tratando de integrarlos en un esquema de pacto y compromiso
Nuestro objetivo es alcanzar un acuerdo de normalización política que defina un modelo de convivencia, así como un marco de relaciones con el Estado en el que haya una bilateralidad efectiva, garantías y condiciones de lealtad. El pacto y la no-imposición es el procedimiento por el que se constituyen las reglas de juego en las sociedades avanzadas
En este sentido proponemos el que la mesa de partidos políticos vascos aborde una solución basada en un doble compromiso:
No imponer un acuerdo de menor aceptación que los actualmente vigentes.
No impedir un acuerdo de mayor aceptación que los actualmente vigentes.
No imponer garantiza la aceptación, en clave de integración política, de la voluntad de la sociedad vasca, pero a su vez limita a la mayoría nacionalista. No impedir supone dar cauce al reconocimiento jurídico y político de las decisiones adoptadas, limitando a su vez las mayorías de los partidos de ámbito estatal en las Cortes Generales.
Estos son desde nuestro punto de vista los ingredientes fundamentales de una solución política. Un acuerdo que la sociedad vasca reclama y que deberá ser necesariamente consultado a la ciudadanía, lo cual es una exigencia política y democrática siempre que se propone una modificación sustancial del marco de convivencia. La consulta es, por lo tanto, el resultado de un proceso en el que no vamos a ahorrarnos ningún esfuerzo. No es, en ningún modo, un arma arrojadiza, ni una excusa de los partidos para delegar en la sociedad la obligación que tienen de trabajar y lograr un acuerdo.
Y porque creemos en la sociedad vasca y en la capacidad de los partidos políticos de alcanzar acuerdos de fondo para la convivencia, nos hemos planteado un reto que alguno puede entender como autolimitación excesiva. Pero en las sociedades modernas, los grandes triunfos nacen de las autolimitaciones. Hemos expresado que nuestro objetivo ante la consulta consistirá en obtener una mayor adhesión que la obtenida por el Estatuto de Gernika. Esta será la piedra angular, la referencia básica para validar democráticamente el nuevo punto de encuentro para la convivencia política.
Definido el acuerdo político, el mismo deberá ser desarrollado mediante un texto jurídico concreto. En definitiva, un Nuevo Estatuto para Euskadi que responda a las necesidades del autogobierno en la nueva Europa que se va conformando. Un texto de Nuevo Estatuto que determine para las instituciones vascas el ámbito competencial pleno necesario para desarrollar la identidad en el mundo abierto que se va conformado, en los ámbitos de educación, lengua y cultura. Un Concierto Económico blindado cuyas decisiones normativas tengan carácter de ámbito fiscal propio y, por tanto, los recursos a las mismas en cualquier ámbito (sea judicial o europeo) sólo puedan ser cuestionados en los mismo términos que los de otro sistema general. Capacidad competencial en las materias económicas, medioambientales y formativas necesarias para desarrollar un entorno competitivo sostenible en un mundo abierto. Un sistema social y de seguridad social, complementado con una política fiscal solidaria, necesarios para mantener los ámbitos de solidaridad en un entorno amplio de competencia global.
Además, un autogobierno que contemple garantías jurídicas plenas y sistemas de arbitraje bilaterales sobre el cumplimiento de este pacto. Una participación en las instancias europeas en los ámbitos competenciales propios de la Comunidad de Euskadi en las áreas que los Tratados actuales permitan. Y una política abierta de cooperación transfronteriza en los ámbitos culturales, económicos, infraestructurales, sociales y medioambientales que conforme una euroregión vasca, desde el Adour al Ebro y desde las Encartaciones hasta Xuberoa. Una política que desarrolle un tejido urbano con calidad de vida, en el que el tramo de más longitud, Baiona-Bilbao se recorrerá en 45 minutos de metro. Porque Metro es eso que llamamos Y (y griega), la que unirá el tejido urbano Donostia-Vitoria-Bilbao-Pamplona-Baiona en distancias entre los 30 y los 45 minutos. La ciudad vasca. Euskal Hiria que diría Bernardo Atxaga. Este es nuestro modelo de autogobierno para los próximos años: capacidad de decisión, compromiso en el pacto y corresponsabilidad, participación en todos los niveles de decisión y apertura al exterior.
Este es el reto de nuestra generación. Sólo espero que su resultado sea tan exitoso como el que vosotros habéis desarrollado en los últimos 25 años. Gracias por vuestra labor. A todos los que continuáis en la brecha, desear que entre todos consigamos el reto de nuestro tiempo. Que volvamos a acertar al igual que acertaron quienes nos precedieron en la tarea.
Hoy, vuelve a ser tiempo de acertar. Y hoy, más nunca, en un tiempo en que la posibilidad de conseguir la paz deja de ser una utopía deseada para convertirse en una realidad al alcance de la mano, la capacidad de acierto va a exigir de todos generosidad y altura de miras.
No se trata ya sólo de evitar caer, por supuesto, en el cortoplacismo o en el protagonismo del tres al cuarto. Se trata, además de demostrar una disposición favorable a todo cuanto pueda facilitar la paz y ser muy incisivo ante todo aquello que lo demore y dificulte. No se trata sólo de que se nos llene la boca de deseos de paz, además hay que trabajar por ella, mostrar una posición activa, práctica y eficaz a favor de la paz.
No hay duda de que todos queremos la paz, pero desde EAJ-PNV creemos que un mitin de partido no es la atalaya más apropiada para que todo un presidente de Gobierno anuncie al conjunto de la sociedad decisiones que requieren el consenso formal de las instituciones y agradecerían una puesta en valor menos partidaria.
Todos queremos sin duda la paz, pero desde EAJ-PNV creemos que ya es hora que aquellos que más dicen desearla rechacen pública y definitivamente la utilización de la amenaza, la extorsión y la intimidación. Los que siguen practicando la violencia no pueden seguir diciendo que quieren la paz pero que son los demás los que les obligan a practicar la violencia. La paz no se consigue justificando la violencia, tampoco con el silencio cómplice. La paz requiere un esfuerzo de pedagogización en aquellos sectores que se han mostrado hasta ahora partidarios de la violencia.
Asimismo, la normalización política y el deseo de llegar a acuerdos no deben limitarse a la mera mención de la normalización y el acuerdo. Además hay que tratar de incidir en lo esencial y evitar lo superficial. Desde EAJ-PNV creemos que escenificar la presentación de supuestos interlocutores ante los medios de comunicación, obviando que los partidos llevamos casi dos años en reuniones continuas y discretas, y no precisamente con los interlocutores ahora presentados, no es más confundir y engañar a la sociedad.
Si todos queremos la normalización y el acuerdo integrador, no tiene ningún sentido que cada una de las opciones políticas plantee previamente y a través de los medios de comunicación sus propias reivindicaciones como quienes se dedican a echarse los trastos a la cabeza. Plantear previamente como condiciones mínimas aquellas cuestiones que uno da por seguro que la otra parte nunca va a aceptar, es ofrecer el diálogo con una mano y negarlo con otra. Es un juego estéril a no ser que sea eso precisamente lo que se pretende. Pero este juego, y la sociedad debe saberlo, es un juego de intereses que únicamente suponen engaño y frustración.
Es, una vez más, tiempo para acertar. Y para ello, la sociedad confía en que, por encima de otras consideraciones, los partidos seamos capaces de estar a la altura de las circunstancias.