Un análisis real de la Donostia actual sirve para observar que la ciudad necesita zafarse de lo que algunos geógrafos han denominado la "urbanalización" de los entornos urbanos. La ciudad se enfrenta a los nuevos retos del futuro sin afrontar las nuevas necesidades urbanísticas, la endémica situación del problema de la vivienda, el envejecimiento de una población que necesita de los jóvenes acuciados por el coste de vivir en Donostia, las grandes oportunidades tecnológicas, la visión metropolitana del eje Atlántico en la UE, la necesidad de apostar por los soterramientos de las vías férreas y el vacío de proyectos que lideren las necesidades de una comunidad que evoluciona y desea desarrollarse de forma sostenible, pero armoniosa con la historia y con su identidad.
San Sebastián debe apostar por un modelo de ciudad que responda, como mínimo, a los retos anteriores. Un modelo que subraye y aproveche las señas históricas e identitarias de la ciudad, para abandonar la concepción restrictiva del marco urbano que lidera el alcalde a través de términos y conceptos repletos de sesgo publicitario.
La pretendida "refundación" de la ciudad no podrá ser tal en la realidad de los hechos mientras no abandonemos los vacíos conceptuales habituales que sólo responden al juego "químico" y artificial de un producto publicitario. Este modelo "urbanalizado" ha entregado Donostia a una política que se corresponde con lo que el profesor Manuel Delgado observara hace tiempo en el caso de Barcelona. Un cúmulo de espacios "genuinamente" racionales, limpios y carentes de conflictos en los que habitan ciudadanos que, en el caso de la Donostia sugerida por nuestro alcalde, "participan" en las decisiones públicas, aun cuando hace años que este ayuntamiento carece de un presupuesto aprobado en el pleno.
Después, la realidad se manifiesta con crudeza en los problemas reales de esa Donostia real que está hecha de fragmentaciones, incongruencias y problemas diversos. Tanto es así, que los barrios de la ciudad siguen presentando un aspecto y una gestión radicalmente diferente a la que disfrutan el Centro, Gros o Aiete. No podemos conformarnos con procesos como éste, donde una mera planificación mediática se impone a la realidad de los hechos y a los mismos problemas que sufre la ciudadanía donostiarra desde hace años.
Lamentablemente, Donostia se encuentra sumida en un proceso de estas características desde hace demasiado tiempo, sin que ello pueda resultar obviado mediante algunas actuaciones bienvenidas, pero puntuales, que han trivializado hasta la saciedad la propia identidad de la ciudad. Ornamentos urbanos diversos, centros comerciales ajenos a la identidad y a la historia con la desaparición de los mercados tradicionales, tráfico insostenible que contradice las políticas de peatonalización y de uso de la bicicleta invitando a los coches hasta el centro, aparcamiento virtualmente imposible en algunas zonas y precios de vivienda absolutamente inasequibles son algunos de los ejemplos producidos por una política irreal que sigue sin responder a los retos del futuro y a las demandas sociales más acuciantes. Una lectura de la propia Agenda 21 vigente deja bien claros los parámetros de insostenibilidad en los que se mueve nuestra ciudad.
Donostia debe invertir radicalmente su rumbo mediante políticas que apuesten por la solución de los problemas con empuje, consenso, proyectos de calado y reversión de procesos sociales y urbanísticos, especialmente en barrios como Altza, Martutene, Añorga, Intxaurrondo o Herrera. Es imprescindible que nos fijemos en ejemplos paradigmáticos en Europa, donde confluyen situaciones diversas de gran degradación urbana, que han reconvertido sus realidades hacia fenómenos de auténtica revolución urbanística y de planificación general imprescindible en el caso del complicado entorno de muchos de nuestros barrios. Para ello, es precisamente la coordinación institucional uno de los flancos más débiles del gobierno municipal de Donostia, empeñado en fomentar el enfrentamiento con las diversas instituciones competentes. Se trata de una práctica que poco o nada ayuda al desarrollo de la ciudad ni a la proyección de la misma en el exterior. Tal es el último ejemplo con respecto a la penetración del Tren de Alta Velocidad en la ciudad, donde frente a la defensa de la intermodalidad que representa la estación de Riberas de Loiola, el alcalde se decanta por una Estación del Norte desconectada de otros medios de transporte y alejada ya del centro real de la urbe y de sus barrios.
Tanto o más respecto del aeropuerto, donde el Ministerio de Fomento no ha dudado en dar la espalda a un elemento tractor y estratégico para la ciudad. En dicho ámbito, es necesario caminar hacia un nuevo modelo de gestión de los aeropuertos que pueden dar un buen servicio a Donostia y a sus ciudadanos (nada menos que cinco en un radio de 100 km). Es éste un elemento básico para avanzar en el desarrollo social y económico de la ciudad. Para ello, es imprescindible dar pasos firmes en la descentralización de las infraestructuras aeroportuarias, en la coordinación de sus servicios y en la coordinación institucional que ha fracasado respecto del aeropuerto de Hondarribia con el Ministerio de Fomento.
Más allá de su privilegiada ubicación geográfica y del encomiable esfuerzo de nuestros predecesores, Donostia necesita de un liderazgo nuevo y diferente…, un liderazgo político con el mayor soporte social posible para abordar el futuro más inminente con ambición en el largo plazo y realismo político sobre los problemas reales de la sociedad y sus sectores y barrios más desfavorecidos. Para ello, es imprescindible el esfuerzo y la humildad de todos.