¿Puede haber un hombre, una inteligencia, tan miope que se atreva a disputar la necesidad, la conveniencia, la utilidad de los caminos de hierro en el País Vasco? ( ) Sé que las opiniones han estado encontradas ( ) y aún podemos distinguir una resistencia pasiva, si no activa ( ) Sus argumentos son muy viejos y sus argucias muy gastadas ( ) Hace un siglo agitó al país seriamente la cuestión de la apertura de las carreteras ( ) La resistencia fue tenaz, y sostenida con las mismas armas que ahora. Las predicciones eran tristes para el caso de abrirlas, y los profetas del statu-quo vaticinaban calamidades sin fin ( ) ¿Y en qué quedaron todos aquellos sofismas y temores después que sabemos lo que era y es hoy la riqueza de [estas] provincias? (1857)
Así se expresaba Antonio Aguirrezabal, catedrático del Real Seminario de Bergara, en vísperas del inicio de las obras del tramo guipuzcoano del ferrocarril del Norte, ferrocarril inaugurado en 1864. Ha pasado siglo y medio desde la construcción del principal eje ferroviario del País, una construcción que suscitó también polémica y debate en el seno de la sociedad guipuzcoana.
La firma el pasado lunes entre el Gobierno Vasco y la Administración del Estado de los convenios para la construcción de la "Y" vasca ha permitido sentar las bases para iniciar una nueva era en el transporte ferroviario de Euskadi. El acuerdo constituye una excelente noticia, porque va a permitir que los vascos contemos por fin con un sistema de transporte público, social, intermodal y sostenible, y que sea competitivo. La "Y" vasca es un proyecto estratégico de país, un símbolo de un modelo de desarrollo sostenible en parámetros europeos.
Las ventajas de este modelo de transporte han sido ya suficientemente subrayadas a lo largo de esta semana. La "Y" vasca va a mejorar nuestra calidad de vida, va a hacer que los desplazamientos sean más fáciles, más rápidos y más cómodos. Propiciará nuevos hábitos de transporte, y nos va a brindar nuevas posibilidades de relación, trabajo, residencia, ocio.... Supone, además, un valioso activo para la economía guipuzcoana y la competitividad de sus empresas. Y todo ello, desde una apuesta decisiva a favor del transporte público, desde criterios de respeto al entorno y al medio ambiente. La "Y" vasca va a permitir sacar un número elevado de camiones de las actualmente congestionadas carreteras vascas, además de favorecer la reducción del uso de combustible y la emisión de gases contaminantes.
La "Y" ferroviaria marcará un antes y un después en Gipuzkoa. Tal y como sucedió a finales del siglo XIX con el ferrocarril del Norte, la "Y" está llamada a convertirse en columna vertebral del territorio, y los nodos de Irún, Astigarraga-Donostia, Ezkio-Itxaso y Bergara-Arrasate en nuevos o renovados polos de desarrollo socioeconómico. La "Y" propiciará transformaciones sustanciales en la configuración del territorio, de su población y de su actividad, lo que hace necesario actualizar y redefinir determinados criterios de ordenación territorial. Nos encontramos pues como sociedad guipuzcoana ante un revulsivo, ante un nuevo y esperanzador reto, ante un horizonte de oportunidades que hemos de gestionar desde los principios que inspiran el modelo de desarrollo que subyace en el proyecto Gipuzkoa hiria -el equilibrio territorial, la cohesión social, la sostenibilidad y la innovación-, en el marco de la Euskal hiria.
La inversión de más cuatro mil millones de euros para el conjunto del trazado y de en torno a dos mil millones para el tramo guipuzcoano supone la confirmación de que la inversión pública constituye uno de los principales motores del desarrollo del País. Una inversión pública que se traduce en riqueza y actividad y que permite generar los recursos públicos necesarios para la financiación de las políticas sociales que una sociedad justa y solidaria debe desarrollar.
La "Y" vasca está llamada a convertirse en uno de los principales ejes vertebradores del País. La inicial conexión entre Donostia-San Sebastián, Bilbao y Vitoria-Gasteiz, debe complementarse con la unión con Iruña-Pamplona y con la rápida construcción del tramo entre Burdeos y Hendaia. En muy pocos años la unión entre los territorios y las capitales vascas adquirirá así una nueva dimensión. Además de esta perspectiva intracomunitaria, la "Y" vasca se proyecta como una ventana abierta de Euskadi al exterior, no en vano permitirá nuestra articulación en los ejes atlántico y mediterráneo y una conexión directa con la península y el continente, superando así el caduco y endogámico esquema radial centro-periferia de la red ferroviaria española.
La apuesta por la incorporación de Euskadi a la red europea de alta velocidad es símbolo del modelo de construcción nacional y social que defiende y practica el nacionalismo vasco institucional. Un modelo fuertemente enraizado en los principios, y que más allá de la retórica, tiene como objetivo desarrollar políticas activas y concretas que permitan hacer de Euskadi una sociedad justa, solidaria e innovadora, cuyo epicentro son las personas y su norte los países social, económica y medioambientalmente más avanzados de Europa. La "Y" hará posible que Euskadi sea más Euskadi y más Europa.
Es hora de remar juntos. La discrepancia es, por supuesto, legítima, y la oposición, respetable. Ahora bien, parece también legítimo pedir coherencia entre lo que se reivindica y lo que se practica, y superar poses estéticas y esquemas de oposición por oposición. Sería bueno que el pasado reciente -y me refiero a la construcción de la A-15- nos sirviera a todos de lección para no reproducir errores del pasado. El tren de alta velocidad no es una máquina infernal y destructora de efectos sociales, económicos y ecológicos letales. Es, ni más ni menos, una red ferroviaria mixta -hacer compatible su uso para pasajeros y mercancías constituye sin lugar a dudas uno de sus principales valores-, de altas prestaciones, ancho internacional y doble vía, que complementará la red actual. La pretendida dicotomía entre unas plataformas que presuntamente patrimonializan el interés social y la defensa de la ecología, y unas instituciones al dictado de no se qué intereses económicos, desarrollistas e insensibles es falaz y demagógica. Las instituciones vascas, reflejando la creciente preocupación por el entorno y conciencia ecológica de la sociedad vasca, han dado reiteradas muestras de su decidida apuesta por la sostenibilidad. Ahí están, sin ir más lejos, las medidas adoptadas por la Diputación Foral de Gipuzkoa en la construcción de la AP-1, en la autovía del Urumea, o en el trazado de la carretera de Endarlatsa presentado esta misma semana. En relación con la "Y" griega, el propio trazado del tramo guipuzcoano -donde un 66% del recorrido transcurre por túneles y un 9,5% por viaductos- constituye la más evidente de las pruebas. ¿Por qué lo que es posible y deseable entre París y Milán y entre Frankfurt y Munich no lo ha de ser entre Donostia, Bilbao, Vitoria y Pamplona? ¿En nombre de qué ha de renunciar Euskadi a un sistema de transporte público, social, intermodal y sostenible?
Es hora de subirnos al mismo tren. Es la hora de reforzar la colaboración interinstitucional y de hacerla extensiva a todos los niveles, y de consolidar la entente entre la sociedad civil y sus instituciones para hacer así posible que la Y vasca y los beneficios derivados de la misma sean una realidad en el 2010. Una colaboración interinstitucional y una entente que constituyen un modelo sólido para afrontar el conjunto de proyectos estratégicos del territorio.
Hace siglo y medio nuestros mayores, superando viejas inercias y desoyendo a los profetas del statu quo, supieron subirse al tren. Hoy, 150 años después, nos encontramos en una encrucijada similar: vuelve a pasar el tren. Su ejemplo, su visión de futuro, constituye toda una lección de la historia, porque, hoy como ayer, subirse al tren sigue siendo un «asunto de alta importancia» en el que nos jugamos la «prosperidad» y el «porvenir».