Iñigo Urkullu
23Abril
2006
23 |
Opinión

Las víctimas, su memoria y consideración debida

Iñigo Urkullu
Abril 23 | 2006 |
Opinión

No me gustaría en este breve artículo reabrir el debate, tan manido y superficial en algunos casos anteriores, sobre el papel que deben jugar las víctimas del terrorismo en el proceso de pacificación que ya estamos abordando. Ni tampoco en el futuro, espero que en el inmediato futuro, proceso de solución de las demandas políticas de una parte importantísima de esta sociedad.
Tanto en uno como en otro proceso somos los responsables políticos los encargados de plantear a los vascos y vascas las soluciones y los compromisos necesarios y posibles, basados, eso sí, en el mayor consenso político que podamos alcanzar, según sea la voluntad de las formaciones políticas que representan el sentir de la sociedad vasca.

Pero, evidentemente, en este proceso de pacificación que, esperemos que sea definitivo, las víctimas tienen un papel principal e irreemplazable si queremos que, de verdad, sea el principio del camino de la convivencia y, en su caso, de la reconciliación.

Tengo muy claro que es muy difícil, por no decir prácticamente imposible, poder resarcir a las víctimas de daño que la violencia, que el terrorismo ha causado en sus vidas. Nadie les va a poder devolver a sus seres queridos. Nadie. Sólo vamos a poder ofrecerles, reconocimiento, solidaridad y reparación de todos aquellos daños que puedan ser compensados.

Reparación económica, material y asistencial. Por supuesto. Pero que debe ir unida a la memoria, a la reparación moral y a la justicia.

Reconocimiento y solidaridad no sólo de nuestra generación sino que de ahora y para siempre las víctimas sean consideradas y recordadas como unas de las protagonistas de nuestra historia reciente. Que nosotros y las nuevas generaciones sepamos calibrar y valorar el sufrimiento de cientos de personas que, por pensar de diferente manera o por representar lo diferente, y no en todos los casos, han sufrido, muchas veces en silencio, una violencia fanática y sin sentido. Sólo así podremos sentar las bases para que esto nunca más vuelva a suceder y para abrir las puertas a una nueva sociedad vasca, la del siglo XXI, la sociedad de la convivencia y de la reconciliación, superando la historia del siglo pasado.

Existen también otros sufrimientos de un carácter y de una naturaleza muy desiguales, que también deberemos abordar, de forma separada y distinta, de tal manera que, con tacto y mesura, vayamos recomponiendo desde la justa consideración el valor y respeto a los derechos humanos.

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