2005 se ha ido con un grato sabor a acuerdo. Fruto de esos pactos alcanzados, 2006 será el año en el que Euskadi empiece a construir un tren moderno que sustituya al anterior de hace 140 años. Gasteiz, Bilbao y Donostia tendrán un transporte público que las enlace en media hora (junto a Baiona y probablemente Iruñea) y Euskal Hiria empezará a parecerse a un tejido urbano bien comunicado. La aportación económica, fiscal y sobre el empleo de esta inversión va a ser muy positiva. Además, una gran infraestructura científico-tecnológica y el impulso a la tecnología y la innovación, van a permitir que la sociedad vasca se modernice y pueda afrontar con garantías el reto de un mundo cada vez más abierto, con incertidumbres, pero también con más oportunidades. Es la manera de hacer país que sustente la ilusión para acometer otros retos.
No todos dan la bienvenida al tiempo de los acuerdos. Algunos están mejor instalados en la crispación y la época del frentismo. Pero esta confianza que se empieza a generar, va a servir también para favorecer el clima adecuado para los otros retos: la paz y los acuerdos políticos de convivencia. Es de esperar que poco a poco también el PP y EHAK vayan adecuándose a este clima que se va vislumbrando.
Hay una esperanza razonable de poder ir construyendo la paz. No exenta de riesgos. Hay que caminar con decisión sí, pero con prudencia. No son incompatibles. Para que este proceso se inicie, esa ETA que se resiste todavía a dejar de imponer un proyecto a la sociedad vasca a través de la violencia tiene que dar un paso definitivo. Ello abrirá un espacio para los acuerdos para la convivencia. Eso que llamamos la normalización política. Tendremos que buscar un acuerdo amplio, que integre las diferentes identidades y sensibilidades que vivimos en este país, respetando la decisión de la sociedad vasca. Pero una decisión que deberá ser necesariamente integradora. Porque nos jugamos el futuro de una Euskadi moderna y cohesionada. Para ello, alcanzar un marco de convivencia para una generación, que cuente como mínimo con el mismo apoyo que tuvo el Estatuto de Gernika, es un reto para todos. El ganar por mayoría al otro o el vetar indefinidamente los acuerdos no son las claves de futuro. Todos debemos salir ganando. Sólo así empezaremos a construir en 2006 la Euskadi del mañana.