Intervención
27Noviembre
2005
27 |
Intervención

JOSU JON IMAZ
Sabino Arana: Nuestro pasado y futuro

Intervención
Noviembre 27 | 2005 |
Intervención

Es para mí realmente emocionante dirigirme a vosotros en este aniversario de la muerte de Sabino Arana. Durante años he acudido a Sukarrieta como un militante más para homenajear al fundador de nuestro partido, y tras hacerlo en las dos últimas ocasiones en Bilbao, hoy volvemos a celebrar este acto aquí, el lugar donde se gestó, y así será de ahora en adelante: el día de San Ignacio recordaremos a Sabino frente a Sabin Etxea, en su Abando natal, y el último domingo de noviembre en Sukarrieta, donde yacen sus restos.
Hoy hace 74 años, en noviembre de 1931, Javier Landaburu, diputado por Alava al Congreso y más tarde vicelehendakari en el exilio, escribe en la revista “Euzkadi” un emotivo artículo titulado Nos recondujo a nuestro hogar.  Permitidme que, en un día como hoy, os lea un párrafo de aquel artículo:
"Y surgió un hombre. ¿Providencialismo? ¿Casualidad? El hecho es que surgió un hombre que sintió por primera vez problemas que sus compatriotas no habían notado.
Pasó aquel hombre y su obra siguió. Hoy, ese pueblo va construyéndose su vida propia y aspira a conseguirla plenamente en plazo no lejano. La obtendrá porque tiene derecho a ella, pero también", y es lo que más importa, "porque quiere tenerla y podrá sustentarla. Lo que fue deseo de un individuo, hoy es ansia de casi todos; mañana será voluntad firme de todo aquel pueblo".
 
Hoy, al cabo de setenta y cuatro años, no dejamos de proclamar que Euskadi continúa en su camino de construcción nacional, y que tal como dijo Jabier Landaburu, terminaremos esa labor. Porque somos una nación, porque las naciones tienen derecho a ser dueñas de su futuro cuando libremente lo deciden sus miembros, y porque este país está firmemente decidido a que así sea. Eso es lo que Sabino Arana nos enseñó: “Euzkotarren aberria Euzkadi da”. Él nos hizo abertzales, y por ello le rendimos homenaje.      
Sabino Arana no fue un integrista. No fue un conservador. Fue un innovador para su época. Un hombre que generó tensión positiva en muchas conciencias. En muchos hogares vascos sus ideas causaron conmoción. Preocupación. Incomodidad. La gente se preguntaba entonces: “Si lo nuestro era el fuero, ¿qué quiere decir ese señor hablando de cosas como nación y patria?” Sabino fue moderno. Fue internacionalista y profundamente demócrata. Su internacionalismo le costó la cárcel, por solidaridad con el pueblo cubano. Planteó los retos que los vascos necesitábamos para afrontar el nuevo siglo XX que se iniciaba. Y, 110 años más tarde, su objetivo sigue siendo el nuestro. Para eso nacimos como Partido.
Sabino se opone abiertamente a las posiciones de dominio que pretenden las instituciones centralistas. Tanto las políticas, como las sociales, culturales e intelectuales. Frente al ordeno y mando centralista, propone una participación política más cercana, más horizontal, más democrática. Y todo esto hace 110 años.
 

El Partido como instrumento

Si Sabino viviera en 2005, se preguntaría sin duda cuáles son los retos de esta Euskadi del siglo XXI. Y lo haría con planteamientos y fórmulas del siglo XXI. Con las ideas que hoy se mueven por el mundo. Una de las ideas-fuerza fue su humanismo y su compromiso con las corrientes modernas de la época que le toca vivir. Conecta con las corrientes nacionalistas europeas de finales del XIX. Aplica en Euskadi el principio de las nacionalidades en boga en Europa. 110 años después debemos hacer otro tanto. Este es el reto que tenemos por delante.
El gran mérito de Sabino no fue ideológico. Él no hizo sino proclamar ante todos aquellas teorías que ya Agustin Xaho, Larramendi y tantos otros habían anticipado. Su gran aportación, en efecto, no la hizo en el terreno de las grandes y nuevas ideas, sino como creador del Euzko Alderdi Jeltzalea, que iba a ser la maquinaria, el motor de unas ideas que afloraban en muchos y distintos lugares. Conocedor de la sociedad de su tiempo, Sabino Arana forjó un nuevo movimiento que en poco tiempo se iba a extender como el aceite. Desde la fundación del Partido, en 1895, sólo necesitó 15 años para llevar la organización a multitud de pueblos, y prueba de ello son todas las juntas municipales y batzokis cuyo centenario estamos celebrando últimamente.           
Frente a las estructuras electorales caducas de aquel tiempo,  Sabino Arana plantea un nuevo concepto de partido de masas y conecta con lo que la sociedad vasca de principios del siglo XX necesitaba. Un Partido que ha sido capaz de aglutinar a las mayorías vascas. Y este es, precisamente,  otro de los retos que tenemos: Implicar a personas de la sociedad vasca que, estando dispuestas a trabajar por un proyecto de Euskadi, nos ven hoy a los partidos políticos como organizaciones esclerotizadas. Son personas cuya aportación y reflexión necesitamos. Tenemos que espabilar. Tenemos que abrir nuestros canales de participación con la sociedad que tenemos alrededor. Este es un gran reto que tenemos como organización. Si lo hacemos y acertamos, tendremos en marcha el instrumento para construir la nación vasca en las décadas de Internet y el trabajo en red. Sabino creó las estructuras para su tiempo. Nuestro reto es hacer otro tanto, con estructuras adecuadas a la sociedad actual.
Hoy vivimos otro tiempo. Hoy en día hay mucha gente que vive en Bergara y trabaja en Vitoria. Que vive en Dima y trabaja en Zamudio. Que posiblemente no puede implicarse ni en una Organización Municipal ni en otra, pero que igual puede participar en un foro del Partido, incluso virtual, aportando ideas, reflexiones, comprometiéndose a su modo. Quizá con diferentes formas de compromiso. Tenemos que asumir todo esto en nuestro funcionamiento organizativo y en nuestra mentalidad. El futuro viene por ahí. Y hay que ir preparando la Asamblea General de 2008 con estas claves. No nos vale con rememorar a Sabino, si no nos imbuimos de su espíritu. Tenemos que acertar más con el fondo que con la forma.
 

El futuro del nacionalismo

La segunda reflexión debe ser el futuro del nacionalismo. Nuestro papel en una sociedad abierta, en la que los nuevos vascos están naciendo en Senegal, en Nigeria, en Ecuador, en Marruecos o en Rumania. Este es el futuro. Y el nacionalismo vasco tiene que dar una respuesta a este reto. Y la apuesta no puede ser cerrada, esencialista. Debe ser abierta. Porque la nación vasca será abierta ante esta realidad o sencillamente no tendrá futuro. Pueblos bastante más fuertes y grandes que el nuestro han desaparecido en la historia. Y tenemos que coger bien la ola para que no nos pase esto mismo.
Algunos se preguntarán qué futuro tiene un proyecto como el nuestro, abertzale,  en un mundo cada vez más globalizado. Es sin embargo ahora cuando más sentido tiene un proyecto nacional que busca ser dueño de su identidad, pero para eso es imprescindible que seamos capaces de construir un proyecto nacional incluyente, que permita a aquellas personas que están llegando de fuera ser también ciudadanos vascos y sentir como suya nuestra identidad, pues sólo una nación así, hecha entre todos, tendrá éxito en el siglo XXI y estará entre las más avanzadas de Europa. He ahí nuestro gran reto.
 

Reto humano y cultural

Primero por una razón humana y cultural. El mundo y la economía se globalizan, y la CNN llega a Hong-Kong y a Zumarraga. Nos vamos a trabajar a Milán o a Shanghai y parece que el mundo es uno. Consumimos las mismas películas en todo el mundo y las noticias traspasan los continentes a la velocidad de la luz. Este fenómeno puede asustar a los ciudadanos. Es una competencia dura en un mundo abierto. Pero el ser humano necesita raíces. Vuelve también a lo pequeño. Necesita la cultura propia,  la comunidad, su pueblo, la realidad con la que se identifica. Por eso tiene más sentido que nunca la identidad de las realidades naturales. Nación vasca es hoy identidad cercana. Es el alma que necesitamos para movernos por el mundo.
Por eso nuestro reto como país es integrar adecuadamente a los nuevos vascos que vienen. No crear guetos que a la larga siempre estallan y desestabilizan, como la realidad de los barrios de las grandes urbes francesas está demostrando. Hacerles partícipes de nuestra comunidad y de nuestra cultura a ellos y a sus hijos. Valorizar el euskera como elemento de comunicación de esta sociedad. Reforzar nuestra identidad, haciendo partícipes de la misma a los nuevos vascos. Y tomando lo mejor de ellos, como lo hemos hecho siempre. O no es nuestra trikitixa un elemento incorporado por los dinamiteros piamonteses alpinos que vinieron en 1860 a construir los túneles del nuevo trazado ferroviario. Ese acordeón diatónico o soiñu txikia, que la Iglesia llamó infernuko hauspua, porque la música alegre y festiva de los inmigrantes preocupaba a las costumbres conservadoras de la época.
 

Reto económico

Y, además de por razones humanas y culturales, también necesitamos nuestra nación por razones económicas. Hoy en día el tamaño ya no es una ventaja para un espacio económico a la hora de competir. Se están creando grandes espacios "regionalizados" en el mundo desarrollado. Alguno de ellos, como la Unión Europea, adquiere ya caracteres de estructura política macroestatal, con un mercado interior consolidado, una moneda única y muchas decisiones comunes.
Antes, una nación necesitaba un tamaño y una dimensión. En una sociedad y economía globalizadas, el ser grande ya no es una ventaja. Ahora que el dinero y la información son trasnacionales, las unidades pequeñas pueden ser económicamente viables y más competitivas. Las verdaderas historias de éxito de los últimos años las han escrito Estados pequeños como Finlandia e Irlanda, o las regiones económicas que surgen con fuerza, como Baviera en Alemania, Lombardía  en Italia, Flandes en Bélgica o Kansai en Japón. Son "zonas económicas naturales", zonas con fuerte dinamismo, abiertas económicamente al mundo e integradas en la gran economía. Pero estas áreas, si tienen una identidad propia, personalizada, tienen ventaja para competir. Son capaces de movilizarse, de plantearse retos, de remar conjuntamente, porque tienen un alma común. Porque sienten una identidad común. La primera razón para impulsar un proyecto abertzale, nacional, en el siglo XXI, era identitaria. Pero la segunda es claramente económica. Una nación con identidad puede competir mejor, pero para ello debe ser consciente de ello y plantearse  el reto con fuerza.
El mundo está cambiando. Hoy en día hacen en China o en Polonia muchas cosas que hacemos aquí. Nuestra industria es y ha sido la base de nuestra fuerza económica y de nuestro bienestar actual. Dentro de cinco o seis años nuestra industria no va a poder hacer muchas de las cosas que ahora se fabrican aquí. O espabilamos, nos movilizamos como país, o pueden venir malos tiempos. Nuestro bienestar actual no es para siempre. Necesitamos una gran movilización social por la investigación, la tecnología, la ciencia, la universidad y la innovación. Sólo así podremos hacer dentro de seis o siete años lo que los chinos o los hindúes no puedan hacer todavía. Y tendremos trabajo para todos. Y para plantearnos estos retos, necesitamos también ser una comunidad, una nación unida, con identidad y orgullosa de sí misma.
 

La solidaridad como reto

Pero hay una tercera razón. Este mundo que se está creando es despiadado. Excesivamente competitivo. Y no todos tienen las mismas oportunidades. A unos les golpea una enfermedad. Unos niños pierden a sus padres. A otros el SIDA o una minusvalía. Tenemos que sostener una educación universal para todos. Las mismas oportunidades para todos. La sanidad para todos. Por mucho que les haya golpeado la vida. Y servicios sociales para todos. Y hoy en día, el nacionalismo crea comunidad. Es el entorno de solidaridad con el que nos identificamos, es aquel en el que mejor puede ejercerse la solidaridad y donde mejor puede crearse un mecanismo para la misma. El minusválido, el enfermo del SIDA y el anciano son de nuestra comunidad. Por ello, la comunidad natural tiene un valor importante para construir un mundo solidario en una economía cada vez más competitiva. Esta es la tercera razón de ser de un proyecto abertzale en el siglo XXI. Sin olvidar que la solidaridad como concepto debe traspasar cualquier comunidad o barrera y trasladarse a cualquier ser humano. Pero en la comunidad propia es donde más fácilmente se ejerce.

El reto de las medidas impopulares

Pero una reflexión también acerca de esto. La población está envejeciendo. El gasto social se está disparando. Y no caben discursos demagógicos. Todo no es sostenible. Y si hoy se aumentan los servicios sociales sin medida ni control, seremos responsables si dentro de diez años no podemos garantizar lo necesario a los que más lo necesitan. Educación de calidad para todos, sanidad de calidad para todos, servicios sociales para los que realmente lo necesitan. Estos son los retos. Y para mantener todo esto a futuro, hay que empezar a ser impopular hoy y a tomar medidas hoy. Si no, tras un falso progresismo, estaremos condenando a no tener las mismas oportunidades a los que más lo necesitan dentro de pocos años.
Así pues, si he de expresar en pocas palabras los desafíos a que habremos de enfrentarnos los abertzales, diré que nuestra identidad deberá ser la de un pueblo abierto, en el que quepan los nuevos ciudadanos vascos que llegan a nosotros, pero también la de un pueblo creador, porque para poder responder a los retos económicos del mundo globalizado habremos de utilizar el conocimiento y la innovación como herramientas. Deberemos ser, cómo no, un pueblo solidario, una comunidad hecha por todos, en la los menos afortunados tengan también la oportunidad que les corresponde, pero sin olvidar que el gasto social no puede crecer infinitamente si queremos asegurar el bienestar social, porque al igual que las urgencias de hoy nos exigen una respuesta, así lo harán también las necesidades de dentro de diez años.
He ahí, como digo, los tres quehaceres de un proyecto abertzale para el siglo XXI. Si cumplimos, el apoyo de los ciudadanos garantizará un largo futuro no sólo a este Partido, sino también a la propia nación vasca. Sabino Arana supo innovar, adecuarse a la sociedad de su tiempo y enfrentarse a los retos que a esta se le planteaban. Ahora, cuando nos corresponde a nosotros esa misma labor, sigamos su ejemplo, orgullosos de ser vascos.
Termino, a modo de resumen: Identidad abierta para los nuevos vascos que nos vienen. Identidad movilizadora para los retos económicos de innovación y conocimiento que nos exigen prepararnos todos juntos en este mundo global. Identidad solidaria que nos permita hacer comunidad, para dar oportunidades a aquellos a los que la vida ha golpeado.
Estos son los tres retos de un proyecto nacional vasco en el siglo XXI. Si los afrontamos con éxito, este Partido y esta nación vasca, tendrán larga vida y apoyo ciudadano. Sabino innovó y se adaptó a los retos de la sociedad vasca que le tocó vivir. Sigamos su ejemplo y su camino. Orgullosos de ser vascos. Gora Euskadi Askatuta.
 

Josu Jon Imaz

Sukarrieta, 2005-11-27

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