Y visitamos Palos y la Rábida. Allí estaban las tres carabelas y, en el convento franciscano de bella arquitectura mudejar andaluza, unas paredes que albergan las confidencias de Colón a los frailes para que éstas llegaran a la Corona y le esponsorizaran el viaje a las Indias Occidentales. El prior tuvo la amabilidad de enseñarnos el convento y en la sala pintada por Vázquez Diaz le pregunté si tenía noticia que allí había fallecido un hermano de mi abuelo, el P. Buenaventura. En la misma sala, quitó un panel y salimos a un pequeño patio-cementerio donde aparecía su nombre. Efectivamente allí estaban los restos de aquel mundakarra que se hizo un experto en La Rábida, hablaba euskera, usaba txapela y discutía con otro fraile tocado con un sombrero de paja de ala ancha en escena que recogió el pintor. El prior lo recordaba y nos dijo también que el cardenal Segura, aquel polémico obispo castigado por la república y por Franco, cuando salieron los curas vascos de la cárcel de Carmona, los destinó a la costa onubense donde llevaron a cabo una labor magnífica.
Esto me ha recordado estos días una vivencia contada por el padre Barturen cuando recibió, hace años, el premio de la Fundación Sabino Arana al vasco universal.
Decía Barturen que el padre Arrupe había hecho una visita por América y volvía a Roma desde el aeropuerto donde una delegación de jesuitas había ido a despedirle.
Sabiendo que Barturen era vasco le pidió le acompañara al avión y en la pista le hizo una confidencia muy hermosa: "Mire usted. He visitado América de cabo a rabo. Me he interesado por todas las obras que hacen los jesuitas y otras iniciativas de la sociedad y he de decirle que allí donde hay una obra social que funciona, siempre hay un vasco".
Me acordaba de esto y leía estos días la reseña de una conferencia que dio el padre Arrupe en el Centro Vasco de México narrando su experiencia en Hiroshima. Y eso que el Centro Vasco era un centro nacionalista. Aquel padre. Arrupe debía ser un tipo de primera.
Bueno, pues cuando me contaba el prior de la Rábida lo de los curas vascos que habían sido castigados por haber sido capellanes de batallones de gudaris o simplemente nacionalistas, me acordaba también de esa fotografía en la cárcel de Carmona, Córdoba, donde se le ve al líder socialista Julián Besteiro rodeado de aquellos curas vascos en 1939. El mismo Besteiro que fue en 1931 presidente del Congreso de los diputados y que murió en la cárcel.
Acta de acusación
Era lógico que muriera en la cárcel pues había sido republicano, socialista y la persona que había presidido la sesión de Cortes el 20 de noviembre de 1931 que había aprobado el "Acta de Acusación" contra Alfonso XIII declarándole culpable de "alta traición y fuera de la ley" por haber propiciado la dictadura de Primo de Rivera durante siete años. Aquel congreso de mayoría socialista, repito, de mayoría socialista, fue la que juzgó al rey que fue degradado democráticamente "de todas las dignidades, derechos y títulos que no podrá ostentar legalmente ni dentro ni fuera de España de los cuales el pueblo español, por boca de sus representantes elegidos para votar las nuevas normas del Estado, le declaran decaído, sin que pueda reivindicarlos jamás para él ni para sus sucesores". Esto también fue aprobado por el PNV.
Este acuerdo parlamentario democrático, que no ha sido derogado, los actuales socialistas, con muy poco respeto para sus mayores, lo echaron a la basura y tenemos lo que tenemos en la actualidad, es decir, un auténtico vasallaje hacia el actual Borbón y un olvido culpable hacia la figura de Besteiro y demás socialistas que clama al cielo. El jueves, en "Gara", el dibujante Tasio los definía muy bien: "¿En que se parece la localidad de Mundaka y el Partido Socialista Obrero Español? En que ambos han perdido la ola izquierda".
De todas formas, como el libro que trata de esta "acta de acusación"que reproduce aquella sesión de Cortes es muy bueno, volví al Corte Inglés a comprar varios para regalárselos a una serie de socialistas que nos dicen que reivindicamos antiguallas mientras ellos hoy borbonean todo lo que pueden.
Pues no tuve suerte. El libro había desaparecido. Debió de estar, por error, expuesto poco tiempo, y la larga mano de la Casa Real ha debido de hacer el resto no vaya a ser que el personal aprenda que la actual monarquía vino de la mano de Franco y que hay un acuerdo parlamentario que les impide ostentar el puesto que hoy, indebidamente, ocupan.
En el corralito
Y ya que hablo de El Corte Inglés donde adquirí el libro "Las Cortes condenan al Rey" de Julio Merino, recordé una conversación que tuve en su día con Isidoro Álvarez, gran jefe de esta importante empresa. Le dije que en Bilbao, la encargada o el encargado de la buena sección de libros que tienen, trataba muy mal al libro vasco. Y algo hicieron. Hoy me ratifico en lo mismo y, si puedo, volveré a decírselo. No es de recibo que en pleno centro de la Gran Vía lo vasco, como los maoríes en Nueva Zelanda, tenga sólo su corralito alrededor de una columna en tercera fila. Lo que se ven son los grandes títulos, las grandes editoriales y si además los libros son antinacionalistas y antivascos, más se ven, y más se incita a su compra.
Ya sé que El Corte Inglés es una empresa privada y de éxito, pero ellos se jactan de adaptarse al medio ambiente y de fomentar lo local, pero en este caso de los libros vascos, el tratamiento no puede ser peor. No les dan el menor relieve ni la menor importancia a las editoriales y autores vascos. Seguramente me dirán que supuro por la herida. Pues también. Porque todos los que han ido a comprar nuestro libro "Somos vascos" que es un libro fácil de leer y de interés por las claves positivas que encierran, no lo han encontrado. Estaba en el suelo de una columna trasera, imposible de que nadie supiera que lo vendían y, hoy en día, el buen paño no se vende en arca. Se vende por los ojos. Y cerca de los ojos ni está "Somos vascos" ni estaban otros libros de temática vasca en una tienda, vuelvo a repetir, en el centro de la Gran Vía de Bilbao.Como si estuviéramos en el Corte Inglés de AIbacete.
Y como el verano es tiempo de lecturas, permítame que comente algunas.
Hay en el mercado un libro de Joaquín Leguina, quien fuera doce años presidente de la Comunidad de Madrid. Uno de sus capítulos se titula: "El invento de la Comunidad de Madrid". Buen título por ilustrativo sobre cómo se generalizó el proceso autonómico para ponernos a vascos y catalanes corsés de hierro. Al hablar de la creación del himno, narra cómo García Calvo, el encargado de redactar su letra, escribió una estrofa que decía: "Mira Anacleto, las vueltas que da el mundo para estarse quieto", o "Madrid, capital de la nada".
Con Tierno Galván limaron estos aspectos y Anacleto fue cambiado por sujeto y "la nada" desapareció sobre el cielo de la Villa y Corte. En el capítulo de viajes y visitas, dice Leguina: "El Gobierno israelí nos alojó en unas suites impresionantes del Hotel rey David de Jerusalén, el mismo que habían hecho volar los del Hagannah después de la guerra mundial con muchos militares británicos dentro, y aquellos antiguos dinamiteros (Menahem Beguin) eran quienes ahora nos invitaban". Leguina lo cuenta con naturalidad. ¿Se imaginan el mismo comentario hablando de ETA? ¿No verdad? Pues eso.
Hojeando otro, porque éste no hay que comprarlo, el último libro de Aznar, "Retratos y Perfiles", la primera semblanza la dedica a su abuelo Manuel Aznar Zubicaray. Saqué la libreta y apunté lo que decía sobre su etapa de Bilbao:
"En mi abuelo prevaleció su vocación de periodista y como tal intentó abrirse paso en Pamplona. Más tarde se trasladó a Bilbao. Allí nació mi padre, que siempre ejerció de bilbaíno. Mi abuelo había empezado como cronista deportivo, siendo cuñado suyo Txomin Acedo, extremo izquierdo del Atlético de Bilbao, y medalla de plata en los Juegos Olímpicos de 1920. Luego le enviaron a cubrir los frentes de la Gran Guerra y entrevistó a Clemenceau. Firmaba sus crónicas con el seudónimo de ‘Gudalgay’ que alcanzó un prestigio notable entre los lectores enterados.
Un día entrevistando a Nicolás Ma de Urgoiti, éste le aconsejó que para entender el desarrollo de la guerra leyera a ‘Gudalgay’. Mi abuelo, sorprendido y halagado, se dio a conocer y así empezó una relación que le llevaría a ocupar la dirección de ‘El Sol’, fundado en 1917 por Urgoiti, con el liderazgo intelectual de Ortega".
Así, en un pis pas, José María Aznar edulcora y falsea la historia de su abuelo haciéndola irreconocible. El amante de la verdad, manipula la evidencia. Omite que fue del PNV, sabiniano a ultranza, promotor de las selecciones deportivas, actor en teatros reivindicativos nacionalistas, líder de Juventud Vasca de Bilbao, inflamado defensor de los planteamientos más radicales de las reivindicaciones vascas, periodista del diario "Euzkadi", donde escribía ‘Gudalgay’, ese que Aznar omite, bautizador de su hijo en la pila bautismal de San Vicente donde habían cristianado a Sabino, promotor de nombres euskerikos a los niños. A su hijo le puso Imanol, que no fue aceptado y de ahí lo de Manuel de su padre, etc.
¿Cómo puede el actual Aznar omitir toda esta información que es vital para entender el periplo vital de una personalidad tan complicada, tan carguista y tan saltimbanqui como la de su abuelo? Muy sencillo. Aquí se funciona por trincheras y no hay crítica literaria seria. Sólo con este dato el libro estaría ya desprestigiado. Pero no. Las principales librerías de Euzkadi lo venden sin una franja que diga: "Todo mentira".
Recuerdo que cuando le decía estas cosas, él miraba al puro que fumaba y como si fuera el Padrino me decía: «Ésa es la parte equivocada de la vida de mi abuelo». Y yo le replicaba: «La parte equivocada es la segunda. La de la primera juventud es la sincera». Ahora, Aznar, hombre vengativo, elimina de la historia de su abuelo la "parte equivocada". La parte del PNV.