Opinión
13Agosto
2005
13 |
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Compromiso real con el futuro de la nación

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Agosto 13 | 2005 |
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Jean Piaget, autor de los trabajos de investigación más reputados en el ámbito de la Psicopedagogía moderna, considera la construcción de la inteligencia como un proceso permanente de adaptación al medio, al tiempo y a los retos a afrontar. La adaptación, como instrumento fundamental de autoconstrucción, lleva a los seres vivos a crecer, a desarrollarse armónicamente y a perdurar, por encima de las adversidades.

Los seres inteligentes son aquellos especialmente capaces de ir construyéndose y desarrollándose en base a sí mismos en cada circunstancia vital. Sin perderse, sin dejar de ser ellos mismos. Poseen la fortaleza y la tenacidad inherentes a la necesaria flexibilidad para afrontar muy diversas situaciones. Por ello sobreviven. Y no lo hacen a duras penas sino creciendo hacia dentro y hacia fuera y, lo que es mas importante, asegurando la permanencia de la especie. Apenas cultivan cualidades tales como la dureza que, aunque interesantes en algunas coyunturas muy puntuales, les volverían excesivamente frágiles para afrontar los retos y los embates externos. Y se romperían. Ley de vida.


Las organizaciones en general, y las formaciones políticas en particular, no son, seguramente, muy diferentes. Las más "humanas", las más eficaces, las que permanecen, lo hacen por su capacidad de fundirse, de identificarse con el entorno en el que viven, porque lo comprenden y hacen suyas las claves vitales de la sociedad. Es decir, porque saben adaptarse. En nuestro caso, en el caso de EAJ-PNV, por ser capaces de afrontar permanentemente el reto de ser "la expresión política de las mayorías vascas", interpretándolas e interpelándolas, como corresponde a un liderazgo eficaz.


Así como no cabe confundir la oportunidad con el oportunismo, tampoco debemos confundir la adaptación -cualidad por excelencia de los seres inteligentes- con la acomodación, que tiene más que ver con la apariencia, la maniobra táctica y es más próximo, quizás, al parasitismo. No confundirlo tampoco con el vaivén permanente de quienes nunca encuentran su propio lugar, no terminan de reconocerse en ninguna comunidad ni tienen referente alguno.


En la política vasca llevamos un periodo excesivamente largo pendientes de un punto de inflexión que inevitablemente nos ha de llevar a iniciar un nuevo tiempo, una nueva etapa. Estamos a las puertas y no terminamos de arrancar. Dan cuenta de ello, elementos tan contrapuestos como la Declaración de Anoeta, junto a la inacción en su desarrollo e incluso con actuaciones contrarias a ella por parte de sus propios autores, casi un año después; el largo periodo sin atentados mortales de ETA y, a la vez, una intensificación de la kale borroka y de las amenazas; la resolución sobre el final dialogado de la violencia aprobada en el Congreso de Madrid, sin que se haya dado, al mismo tiempo, un solo paso en la humanización de la política penitenciaria, en el reconocimiento consecuente del daño causado a las personas responsables del diario "Egunkaria" o en la restitución del injusto y antidemocrático cierre de este diario y de "Egin".


La ciudadanía vasca sí nos ha marcado hacia dónde y cómo hemos de caminar para entrar definitivamente en ese nuevo tiempo: diálogo entre todas las fuerzas políticas (nadie es suficiente; todos somos necesarios). Diálogo, ¿para qué?: para dar cauce a un proceso sólido de paz y de reconciliación y, a la vez, resolver el problema político de fondo, sobre la base del respeto a la voluntad democrática de la sociedad vasca y de un amplio acuerdo político.
En esto consiste, también y sobre todo, construir la nación vasca hoy. Y el Partido Nacionalista Vasco tiene, al menos, una doble responsabilidad para que, sin prisas pero sin pausas, todo el proceso pueda caminar en la buena dirección. Por un lado, nos corresponde exponer, debatir y defender nuestra propia propuesta política, igual que lo harán el resto de formaciones o agentes políticos. Pero, por otro, la tarea de un partido que asume el liderazgo encomendado por la sociedad vasca, del partido mayoritario en Euskadi, del partido que lidera el Gobierno, va más allá: nuestro compromiso con la sociedad vasca nos obliga a ser especialmente proactivos, a trabajar con todas y cada una de las formaciones políticas y agentes sociales, a provocar permanentemente la ola, en una palabra, para lograr que la mesa para el diálogo y el acuerdo político se constituya, que lo haga en tiempo y con agenda de trabajo.

 
Nos toca movernos, adaptarnos a este nuevo tiempo y que otros lo hagan también para que la ciudadanía sea consultada y ratifique un amplio acuerdo político. Ésta es nuestra doble responsabilidad, igual que lo ha sido en otras encrucijadas históricas que nos ha tocado vivir. Con todo el respeto para el resto de formaciones políticas, con toda humildad pero también con toda la decisión, con iniciativa, con capacidad para concretar objetivos políticos, procedimientos y metodologías de trabajo, buscando la interlocución con todos, desde la claridad y la solidez en los principios y la flexibilidad en los procedimientos y en los contenidos. Con sentido y con responsabilidad.
Por eso es vital analizar bien el entorno y el momento, hacernos las preguntas adecuadas y buscar con sinceridad respuestas que conlleven compromiso y esfuerzo para seguir impulsando la construcción de la nación vasca. Sin olvidar los valores que le estructuran, tales como la cohesión o la solidaridad, entendidas también como fundamentos de la construcción nacional; la gestión progresista del autogobierno, respetuosa con las opciones personales de la ciudadanía, y el impulso permanente a la innovación y al conocimiento.
Una reflexión sincera sobre cómo es esta nueva sociedad vasca nos sitúa ante una comunidad de gran madurez, con intuición política, plural en sentimientos, identidades y sensibilidades sociales, conocedora de sus derechos democráticos y consciente de sus aspiraciones. Una sociedad que nos demanda a los representantes políticos trabajar con eficacia, buscar soluciones, lograr acuerdos de fondo.

 
Nuestro compromiso con la tarea histórica de que la sociedad vasca sea consultada en ausencia de violencia y en libertad para todas las opciones, es decir, para que pueda expresar su voluntad y construirse en base a su personalidad, en base a sí misma, lleva consigo, en el año 2005, captar toda la pluralidad de sentimientos, matices e identidades, en definitiva toda la fuerza de la propia sociedad y obtener en base a ella un acuerdo político sólido. Una nación abierta con una identidad atractiva para el siglo XXI.


Frente a la opción dependencia-independencia, frente a una idea de estado-nación propia del siglo XIX, apostamos claramente por ser nación abierta al mundo en el siglo XXI, por la interdependencia en Europa, por la soberanía compartida con España, Francia y Europa. Sin someternos a nadie, sin imponer nada. De esto hablamos cuando nos referimos al "Derecho a decidir unido a la obligación de negociar", al binomio "no imponer-no impedir" o al "Pacto con el Estado".

 
Así lo hemos afirmado en otras ocasiones y circunstancias. Me permito citar un breve retazo de la Declaración del Intergrupo de Naciones sin Estado, en Santiago de Compostela, suscrito por partidos nacionalistas de Escocia, Gales, Flandes, Valle de Aosta, Catalunya (CiU y ERC), Euskadi (EAJ-PNV y EA), Galiza (BNG), Andalucía y las lslas Canarias en el año 2001:
"... El Intergrupo defiende un principio de soberanía compartida coherente con el proceso de construcción de una Europa política y exige de los Estados miembros reconocimiento explícito de este principio tanto en lo referente a las competencias transferidas a la Unión Europea como en lo que corresponde a las competencias políticas y legislativas de las actuales naciones y entidades políticas con alto nivel de autogobierno".


Desde nuestro compromiso permanente con Euskadi, estamos dispuestos a un especial ejercicio de responsabilidad y flexibilidad, sin complejos, con convicciones claras, talento negociador, espíritu integrador, diplomacia y humildad, ya que nadie, tampoco nosotros, tiene la fórmula mágica ni debe excluir a otros. Tenemos por delante un camino que hemos de recorrer con ilusión aunque con prudencia. Sabiendo que la prioridad para construir nación vasca exige un acuerdo político amplio que propicie la construcción nacional y social de Euskadi en base a la voluntad de sus ciudadanos y ciudadanas. Que sí saben lo que quieren. Sin aspavientos.

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