Tiene asimismo a fin de mes la reunión, también en el Senado, de los presidentes de las Comunidades Autónomas para acordar sobre la financiación de la Sanidad. La reunión del año pasado fue la de la foto, la de las sonrisas, la de la palmadita, y la noticia de la presencia de un lehendakari de quien se creía no iba a llegar a presentar el Plan del Parlamento vasco ante el Congreso de los Diputados, como aconteció el 1 de febrero.
Tiene también en septiembre que negociar unos presupuestos ya hechos pero que ha de aprobarse con el apoyo, en principio de Esquerra y de IU. Los presupuestos son la sangre y vida de un gobierno. Y no lo tiene fácil.
Y, finalmente, entre otros asuntos, afronta el gran debate del Estatuto catalán, gran madre del cordero de la actual situación que va a poner a prueba todo su tinglado. Sin acuerdo en el Parlamento de Catalunya y sin que éste presente su reforma en Madrid, veremos cómo Esquerra apoya los presupuestos. Tiene pues Zapatero un mes caliente donde habrá de sortear a estos cuatro morlacos, sobre todo, como dice Antonio Elorza, cuando inesperadamente Sabino Arana triunfa en el Parlamento catalán.
De los nervios
Tanto Zapatero como el PSOE confiaron en que Pascual Maragall pastoreara mejor la política catalana una vez logrado el tripartito entre una ERC que quería desplazar a la ganadora CiU, un PSC catalanista y una Iniciativa per Catalunya que anda entre Pinto y Valdemoro, pero, como dice Artur Mas, Maragall ha demostrado ser un piloto de kart en un circuito de Fórmula 1. Nadie sabe lo que de positivo ha hecho su gobierno, sólo se recuerda el escándalo del Carmel y el del 3% y, ahora, corre riesgo la reforma del Estatuto catalán, proyecto estrella de su legislatura. Para colmo su complicado socio, ERC, se ha ido con CiU en la recta final del texto de reforma estatutaria que cuenta con nada menos que con 218 artículos, frente a los 57 del actual texto o el nuestro de Gernika que tiene 47. En el otro extremo la Constitución de Estados Unidos de 1787 tiene siete artículos, aunque se hayan añadido en el tiempo 27 enmiendas, la última en 1971.
Maragall, después de 18 meses de gobierno, tiene un texto prolijo al que le han presentado 1.554 enmiendas. Como diría Groucho Marx, partiendo de la nada, han alcanzado las más altas cotas de miseria.
ERC, por otra parte, sabe que si defrauda a sus militantes y votantes, será un partido muerto y no está por la labor de dejar de condicionar no sólo la política catalana sino toda la española. CiU siempre estará ahí.
Una conversación interesante
Hablaba de estas cosas con un dirigente pata negra de CiU que me decía que la posición de su coalición, ahora, es magnífica. «Si se mejora el actual texto y la gente percibe que es por nuestra intervención, nos hemos llevado el gato al agua. Si el proyecto del Estatut se aprueba en el Parlamento catalán y se rechaza en Madrid, pese a la promesa formal de Zapatero de que lo que salga del Parlamento catalán va a misa, ERC quedará como un cochero y la sociedad catalana nos verá como sus verdaderos defensores. ¿Y cómo hemos logrado esto? Muy sencillo -me decía- como nos machacaban diariamente que sólo lo constitucional sería admitido, hemos ido a la Constitución y nos hemos encontrado con vosotros y con vuestros derechos históricos y nos hemos acordado del ‘‘constitucionalismo útil’’ de Miguel Herrero de Miñón y de Ernest Lluch. Vuestro Concierto se justifica en los derechos históricos, frente a lo que nos dicen a nosotros que Catalunya no tiene una entidad preexistente, sino que es una Comunidad Autónoma que surge de la Constitución de 1978. Y de ahí nuestra enmienda: ‘‘el autogobierno de Catalunya se fundamenta en los derechos históricos del pueblo catalán’’. ¿Por qué vosotros sí y nosotros no? Estamos pues utilizando su misma argumentación constitucional. Y no le vamos a permitir a Maragall y a Zapatero ponerse ninguna medalla: haber conseguido en apenas dos años, lo que no consiguió Pujol en 23’’. Tras decirme esto, echó una calada a su cigarro y soltó una carcajada.
Lógicamente, este apoyo de última hora de ERC a los derechos históricos del pueblo catalán ha encendido todas las luces rojas. La España de la Puerta de Sol echa humo. Nada menos que el presidente del PSOE, Manuel Chaves, ha dicho que el actual texto catalán es inaceptable, «nunca será aprobado y además es inconstitucional». Y lo dice, repito el presidente del PSOE, el partido de Zapatero. Rajoy por su parte exige la retirada del Estatut catalán y alerta que Zapatero dirige una desmantelación de España. Durán afirma que no habrá Estatut si el PSC no se aproxima a CiU. El PSC contesta que sólo el País Vasco tiene consagrados en la Constitución los derechos históricos. Maragall, como si fuera a un tanatorio, advierte que si las cosas siguen así ve en peligro la aprobación del nuevo Estatut. Ansón protesta porque España está en manos de quienes no quieren ser españoles, y Aznar, desde FAES, prepara toda una ofensiva ideológica tras el verano. Zapatero, pues, lo tiene claro.
Tenemos poca autoestima
Nunca he entendido por qué el PSE no ha reivindicado sus aciertos en sus doce años de presencia en el Gobierno vasco, como tampoco el poco ruido que metemos nosotros con nuestros éxitos. Y como ni IU, ni el PSE, ni el PP, ni Batasuna van a ponernos ninguna medalla, conviene nos la pongamos nosotros porque lo demás la gente ni se entera y cree que las cosas nacen del aire, o por generación espontánea.
No ha sido sólo que fuera Ibarretxe quien suscitara el debate de las reformas estatutarias que lo ha desencadenado todo, sino recordar lo ocurrido en 1978 cuando Sánchez Asiain, como dice Julio Feo en sus memorias, tocaba la puerta del PNV, en inteligencia con Felipe González para que abandonáramos nuestras reivindicaciones. Pero también está ahí ese modelo de político con ‘‘seny’’, como Miguel Roca, quien consideraba que defendíamos foralidades trasnochadas y antiguallas sin futuro. Roca fue un magnífico parlamentario, un pésimo político y es en la actualidad un abogado con un dudoso despacho de influencias que lo han convertido en pocos años en un millonario de muchos ceros, mientras sigue recibiendo homenajes como ‘‘padre’’ de la Constitución. Bueno pues éste y otros veían al PNV como un grupo de zoquetes con olor a naftalina. El listo era él. Veinticinco años después se ha visto que la historia sirve para algo y que los nacionalistas vascos hicimos bien los deberes demostrando ser los auténticos políticos de aquel momento crucial. Toda la actual argumentación de ERC y CiU que pone en jaque al Estado español se basa en las apuestas del PNV: derechos históricos, concierto económico, y el artículo 150-2 propuesto por el PNV.
La gran visión de la jugada fue consagrar que antes de la actual Constitución española ya existía el pueblo vasco y que esos derechos son preexistentes y no necesitan de ninguna Constitución para ser así.
Como se ve septiembre será un mes crucial. Dos debates en el Senado, la aprobación de los presupuestos y el Estatut catalán.