Joseba Arruti Bilbao- EL GOBIERNO vasco se ha sumado a la decepción de las cancillerías europeas tras la clara negativa que los franceses dieron al tratado constitucional de la UE en el referéndum del domingo. José María Muñoa, Comisionado del Ejecutivo de Gasteiz para las Relaciones Exteriores, augura que el parón que el resultado provocará en la construcción política de la Unión Europea podría prolongarse durante toda una década.
¿Qué efectos podría acarrear el no´ de los franceses al tratado?
En primer lugar produce una decepción muy grande para todos los que somos europeístas, para quienes estamos deseando una Europa que no sea la de los mercaderes. Sin duda alguna, la situación que se ha generado con el referéndum francés provocará un parón importantísimo para el proceso de construcción europea, cuyas consecuencias todavía no somos capaces de medir.
¿Qué salidas atisba en el horizonte?
La salida no está nada clara. En cualquier caso, hay que descartar que se repita el referéndum, ya que ésta sería una medida completamente antidemocrática. La respuesta del pueblo francés ha sido muy clara, puesto que estamos hablando de un 55%-45%, y eso obliga a descartar la celebración de otra consulta. En todo caso, tampoco sirve la posibilidad de negociar un nuevo tratado constitucional, ya que esta cuestión no atañe sólo a Francia, sino a 25 países de la UE. Por tanto, no se debe plantear la renegociación de otro tratado.
Tal vez sea la única puerta abierta...
Si algún día se plantease esa posibilidad, sería imposible comenzar un nuevo proceso de ratificación antes de otros cinco años, tomando como referencia el proceso que nos ha llevado al actual tratado. En total, el proceso de construcción europea podría paralizarse durante una década.
Es indudable que muchos electores han votado de forma negativa por motivos de índole interno.
Lo triste de la situación es justamente eso. Que el pueblo francés ha votado más en función de las incidencias o de las consecuencias sobre la política francesa que en base a lo que es el texto del tratado. Por ejemplo, nada más conocerse el resultado, los líderes políticos franceses hacían lecturas de índole interno, en vez de referirse a las consecuencias que esta situación tendrá para la UE. Una de las pocas excepciones vino de la mano de los dirigentes de la UDF, que es un partido que está en el mismo grupo europeo que el PNV. Ellos hablaron de la decepción europea. El resto se limitaron a aludir a Chirac, al primer ministro Raffarin o a la profunda división del Partido Socialista.
Ése es uno de los grandes problemas de este proceso, ¿no?
Yo diría que este tipo de situaciones resultan de un egoísmo difícilmente justificable. En este caso, ha aflorado un egoísmo francés respecto a un proyecto como el de la Unión Europea que es de gran importancia para el conjunto de los europeos y que debería de ser entusiasmante.
Parece que a los votantes más a la izquierda les ha influido la supuesta naturaleza neoliberal del tratado, mientras que la ultraderecha ha jugado a la baza del miedo ante la posibilidad de que Turquía ingrese en la Unión...
En este referéndum se han mezclado cosas que no responden a la realidad. El hecho de que, algún día, Turquía esté o no esté en la UE no tiene absolutamente nada que ver con la Constitución europea. Turquía sólo entrará si los diferentes gobiernos, los 25 actuales y los 27 que habrá desde 2007, así lo deciden. Decir lo contrario es una falacia. En cuanto a si se trata de un tratado neoliberal, ésa es otra falacia. Hoy en día, cada uno de los países que constituimos la UE tenemos Constituciones que permiten tener un modelo más o menos social, más o menos de derechas o de izquierdas. En el caso de la Constitución europea que se está votando, se trata de un texto más avanzado, más moderno y más humanista que cualquiera de las Constituciones de los 25 países de la Unión.
Pues no se está sabiendo transmitir esa idea, ¿verdad?
El argumento de que la Unión Europea a la que nos encaminamos es ultraliberal no es cierto, sino todo lo contrario. El hecho de que la Constitución no vaya a ser adoptada en los 25 países va a hacer que nos quedemos en la situación que se deriva del Tratado de Niza, que sí es un reflejo de la Europa de los mercaderes. No vamos a poder pasar a la Europa de la integración política con un contenido más social y humanista.
Los primeros ministros austríaco y checo hablaban ayer de la posibilidad de convocar un referéndum a nivel de toda la Unión. ¿Lo ve realista?
A mí me parecería una salida positiva, pero es un poco utópico proponer algo así a día de hoy. Eso supondría que nos hallamos ante una Europa cuasifederal, políticamente integrada, y lo que ha ocurrido en Francia refleja justamente lo contrario. Una buena parte de los franceses es soberanista y no admite que una parte de la soberanía de Francia vaya a pasar a la Unión. Por ello, la propuesta de los primeros ministros austríaco y checo es hoy más utópica que el pasado sábado.
Aunque sea de una forma ajustada, Iparralde ha dicho sí al tratado. ¿Qué lectura hace de estos resultados?
Me agrada que en los tres territorios de Euskal Herria que están en Francia hayan votado en favor de la Constitución europea. Si algún día entra en vigor, este tratado se convertirá en la única Constitución común que podamos tener Iparralde y nosotros. Bajo este punto de vista, es muy ilusionante que los ciudadanos de Iparralde se hayan decantado en su favor y me alegro de la aportación que ha podido hacer el PNV en ese sentido. Por muy pocos votos que se puedan haber aportado, han sido decisivos para decantar la balanza a favor de la Constitución.
En cualquier caso, ha sido la primera vez que los vascos de los siete territorios dan su aprobación en referéndum a una ley de semejante rango...
Exactamente. Este hecho me produce una gran alegría, aunque los resultados a nivel de la República francesa hacen temer que se paralice durante muchos años un paso adelante tan necesario como éste para la UE.
¿Qué papel pueden tener los vascos en la Europa de los Estados?
La construcción europea, tal como la concibieron padres de Europa como [Robert] Schuman y [Jean] Monet, pero también José Antonio Agirre, Javier Landaburu o Manuel Irujo, siempre se va a desarrollar paso a paso, poco a poco. Estos últimos querían una Europa de los Pueblos, pero sabiendo que eso no se podía conseguir en un primer momento, aceptaron que se hiciese una Europa de los Estados. También vieron que la Europa integrada no se iba a producir al comienzo del proceso y aceptaron que se pasase primero por una Europa económica o de los mercaderes, pensando en que la construcción europea iba en la buena dirección.
Las cosas parecen no haber cambiado demasiado...
El objetivo final sigue siendo el mismo que ellos veían: el de una Europa integrada políticamente, que tenga la paz asegurada y en la que exista un espíritu humanista y social que la distinga del modelo americano o, con anterioridad, del soviético. Pensaban que eso nos llevará a una Europa en la que la diversidad será respetada y una de las particularidades sería la de Euskal Herria.
¿Ése sigue siendo el modelo posibilista que ustedes defienden?
Apostamos por ese proyecto y seguiremos haciéndolo en el futuro. Reconocemos que el proceso de construcción europea va a padecer una gran paralización tras el resultado que se ha producido en Francia, pero continuaremos trabajando en su favor, ya sea dentro de cinco años, de diez o de los que sean necesarios.