IÑAKI ANASAGASTI: "TUVIMOS QUE PASAR UN "CONTROL DE CALIDAD" ME REVISARON HASTA EL COLMILLO DERECHO"
Tiene 57 años. Es senador del PNV y fue diputado en el Congreso desde 1989 hasta 2004. Tiene dos hijos, Iker Fernando (11 años) y Naiara Micaela (10). SU CONSEJO: "A los que se plantean la adopción les digo que se tiren al agua sin pensar que ésta puede estar fría. Siempre sale bien. Sólo hacen falta dos ingredientes: mucho cariño y una mujer, una madre, a prueba de bomba".
Convencí a mi mujer para adoptar
En mi caso, fui yo quien tomó la decisión y tuve que convencer a mi mujer de que la adopción era la alternativa perfecta para nosotros. Cuando por fin estábamos convencidos y preparados para enfrentarnos a todo el trámite burocrático, nos dimos cuenta de que el proceso iba a ser mucho más largo de lo previsto. En Bilbao no había niños para adoptar y nos planteamos ir a México por nuestro primer hijo. No recurrí a ninguna agencia internacional, pero, a través de una señora de Bilbao, toqué a la puerta de una institución religiosa que se llama "Vida y Familia", y tuve que pasar toda una serie de controles de calidad, por decirlo de algún modo, me revisaron hasta el colmillo derecho.
La gran noticia
Corría el mes de junio y yo estaba en Madrid, en pleno debate sobre el Estado de la Nación con Felipe González. Debían ser las 11 de la noche cuando me llamaron por teléfono y una mujer con acento mexicano me dijo: "¡Señor Anasagasti, felicidades, ha sido usted papá!". A mí sólo me vino a la cabeza un "¡Madre mía!", antes de que la señora retomara el discurso con un: "Pues tiene que venir aquí, pero no puede venir usted solo, tiene que acompañarle su esposa". Quince días después, íbamos camino de México. La familia de ella se exilió en ese país durante la Guerra Civil, y unos viejos amigos nos ofrecieron su casa.
Los exámenes, con lupa
Allí descubrí que aquella institución tenía verdadera obsesión porque fuésemos un matrimonio, que no querían ni en pintura familias monoparentales, pero vieron que todo entraba dentro de sus cálculos y nos dieron al niño. Por supuesto, no nos dejaron elegir, como mucha gente cree, aunque tampoco lo pretendíamos. Yo me volví poco después, pero mi mujer se tuvo que quedar tres meses para completar el papeleo. Desde luego, si en este tramo hay que adjudicarle a alguien todo el mérito es, sin duda, a ella. Otro de los errores típicos es pensar que, por tratarse de un político o de una persona conocida, hay trato de favor y nada más lejos de la realidad. Recuerdo esta fase de la burocracia y del papeleo como algo traumático. Pero una vez pasado, nos olvidamos del tema.
Iker Fernando es del Real Madrid
Nuestro hijo tenía ya su propio nombre: Fernando. Y decidimos mantenérselo. Se llama Iker Fernando y es un bicho. Anda todo el día dando saltos de acá para allá. Tiene 11 años, habla euskera, castellano y está aprendiendo inglés y alemán. En fin, que mi hijo acabará hablando cuatro idiomas. Solamente tiene un problema: es del Real Madrid. ¡Y eso no se lo han enseñado en la ikastola! Estoy tratando de que se haga del Athlétic de Bilbao, pero no hay manera.
La palabra adopción, en un adulto, tiene una carga de dramatismo, pero en un niño, si le hablas con naturalidad y le vas contando su historia, no hay ningún problema. Mis hijos tienen muy claro que son adoptados, pero por ahora no muestran demasiado interés por sacar el tema a relucir. Saben que eso no les convierte en diferentes. Creo que lo mejor es ir respondiendo a sus inquietudes conforme se vayan planteando. Una vez, la niña llegó diciendo: "Me han dicho que soy adoptada", y yo le contesté, con total tranquilidad: "Sí, ¿y qué?.
Naiara Micaela, la "deseada"
Es el nombre que le pusimos nosotros, y que significa "deseada" en euskera, y Micaela, su nombre, que quisimos también mantener. Naiara nació en Rumania y llegó a España con algo más de un año. La adopción fue toda una odisea porque, tras haber cumplimentado todos los trámites allí, no nos los reconocían aquí. En resumen, muchas complicaciones y mucho más papeleo, pero como ya era nuestra segunda experiencia, nos pareció más fácil. Es como si le hubiésemos cogido el truco a la cosa. Naiara es un cascabel, muy extrovertida y besucona, ¡es un terremoto! Ella es más niña, él más maduro. Son muy diferentes.
Soy un gran cuentista
Mi mujer es mucho más madraza y se ocupa al 100%, pero es que yo me paso parte de la semana fuera de casa. Dicho de otro modo, ella es la estructura y yo, la coyuntura. Pero trato de participar en todas las actividades que puedo con ellos: voy a ver jugar a fútbol al niño, que es un crack, aunque mi especialidad es contarles cuentos. Debe ser por deformación profesional, pero he descubierto que esto de ser político te convierte en un gran cuentista. Exploto esa faceta.