Iñaki Anasagasti
09Enero
2005
09 |
Opinión

Le hemos pisado la cola al gato

Iñaki Anasagasti
Enero 09 | 2005 |
Opinión

Iñaki Anasagasti

Opinión

Deia


Busquen ustedes algún tipo de análisis mesurado en la prensa de Madrid sobre lo ocurrido el 30 de diciembre. No encontrarán ni uno, salvo el de Herrero de Miñón. Esa es la ‘‘Brunete Mediática’’ que reduce todo a considerar el Plan una aprobación parlamentaria ilegítima, tutelada por ETA y, como dice Rajoy, «el mayor atentado desde 1978 contra la democracia española». El muy demócrata se olvida del golpe de estado del 23-F y del Gal. Pero esa es la esencia del nacionalismo español en estado puro que no tolera que unos vascos, de forma mayoritaria, le pisemos la cola al gato de su españolismo excluyente. De ahí viene este ataque sistemático, diario, obsesivo, de quincalla ideológica, contra una aprobación parlamentaria mayoritaria de los vascos.

Se olvidan estos caballeros del incumplimiento sistemático del Estatuto de Gernika, de las laminadoras leyes de bases, de la proliferación del sistema autonómico para embridar a los vascos. ¿Quién en 1978 reivindicaba una autonomía para Murcia, Extremadura o Madrid? Pero de eso no se quiere hablar.
Zapatero anuncia públicamente lo que le dirá al Lehendakari. Lo mismo hizo Aznar en su día: «Le diré de todo y por su orden». Nada nuevo. Pero ¿cómo es posible que la Constitución sea para el PSOE un fetiche cuasi religioso? «Todo dentro de la Constitución, nada fuera». Hace dos mil años a los fariseos les dijo Cristo que el sábado era para el hombre y no el hombre para el sábado. Hoy estos socialistas agnósticos son más fariseos que Anás y Califás juntos. Algo así como Maragall que nos dice que lo suyo es lo correcto porque no pide la luna. ¿Lo que pide es la pela? Se olvida este falso progre de una pintada parisina en la revolución de Mayo del 68: «Ser realistas. Pedid lo imposible». Y es que pedir la luna, señor Maragall, es demandar algo propio en beneficio del pueblo catalán. Eso es el acuerdo del Parlamento Vasco. No la luna.


Siempre he dicho y escrito que Zapatero es lo mismo que Aznar. Solo cambian las formas que son un mero brebaje para engañar incautos. El fondo es el mismo. La España eterna que se defiende con un falso pacto antiterrorista y que en sus cosas de comer, la unidad de España, tanto monta, monta tanto. Lo dijo Josep Pla: «lo más parecido a un español de izquierdas, es un español de derechas». Y eso es lo que está ocurriendo.


El jarrón roto
Nada más ser aprobado en sede parlamentaria el ‘‘acuerdo para la convivencia’’, bonito nombre que se olvida, salió como una furia el ministro de Administraciones Públicas, Jordi Sevilla. Dijo que Ibarretxe había roto el jarrón y quería que los demás se lo pegaran.
Esto del jarrón roto me trae al recuerdo un artículo de Monzón escrito en 1980. Su tesis era la que siempre hemos defendido. Todo arranca de una traición en 1839 en Bergara. Iban a respetar los Fueros Vascos y nos metieron los gobernadores civiles, la organización provincial, separaron Nabarra, obligaron a los jóvenes a hacer el servicio militar y a los vascos a pagar impuestos para mantener una monarquía corrupta. Ellos fueron los que rompieron el jarrón.


Escribía así Monzón sobre el jarrón roto:
«La estrategia es clara. Se trata, simplemente, de rompernos en cachos la nación vasca con la esperanza de que cada trozo salte en direcciones distintas haciendo imposible la reconstrucción del jarrón». Y a esta alta estrategia, elaborada en Madrid por las derechas del tiempo de Franco, está colaborando con entusiasmo el Partido Socialista Obrero Español.


Las declaraciones del señor Urralburu, las del gobernador y las del general Santamaría respecto a Nafarroa se hallan perfectamente orquestadas. Todo lo demás hoy, incluidas las mayores o menores transferencias, son puro divertimento. La estrategia es la de rompernos el jarrón. Y si para ello hay que emplear la violencia y el soborno, se emplearán. Como se emplearon en el teatro Gayarre de Iruña aquel terrible día de 1931 en que, habiendo quedado sellada y proclamada por la mañana la unidad de Euzkadi Sur, por la tarde -gracias a la compra de votos combinada de derechas e izquierdas españolistas entre bastidores- quedó nuevamente Euskal Herria lo suficientemente rota para que, cinco años más tarde, los Molas y los Beorleguis pudieran traspasar a cañonazo limpio la frontera de Gipuzkoa».


En todo éste barullo que pretende amilanarnos y que está consiguiendo el efecto contrario hay que tener muy clara ésta idea del jarrón roto. Fueron ellos los que lo rompieron y el llamado Plan Ibarretxe no es más que un intento serio de recomponerlo para la convivencia pero tratando de llevar a la práctica la situación anterior a las leyes derogatorias de los fueros vascos en 1839 y 1876. A ellos, que reivindican a todas horas Gibraltar a cuenta del Tratado de Utrech, no está nada mal que les digamos que el Plan Ibarretxe busca una relación amable con España, pero desde el respeto al poder originario de los vascos y que todo lo demás, «todo dentro de la constitución, nada fuera de ella», «no le reciba usted a Ibarretxe», «es el mayor atentado contra la unidad de España»... nos suenan a frases que están en el imaginario colectivo, «antes roja que rota», «vencido y desarmado el ejército rojo...», «Provincias Traidoras», «Una, Grande y Libre», «Unidad de destino en lo universal», «el que la hace la paga», «tendrán que pasar por encima de mi cadáver»... No hay nada nuevo bajo el sol. Tengan claro éste pueblo lo ha resistido todo.
Peridis, el caricaturista de El País, le dibuja diariamente a Ibarretxe dándole cuerda a una piedra mientras ésta repite: "ñaca, ñaca, raca, raca". Una especie de gota malaya. Una continua tabarra vasca inasequible al desaliento. No sé cuál es la intención de Peridis, pero da en el clavo. Solo queda que en Madrid se den cuenta si pueden llegar lejos con un clavo en el zapato y con un dolor de muelas a todas horas. Veremos quién resiste más y, de momento, todo éste ataque de la ‘‘brunete mediática’’ ha tenido el inmenso y beneficioso efecto de despertar a todos los amodorrados. Vamos bien.


La foto de DEIA
El 30 de diciembre, en DEIA, aparecía una fotografía que quizás sería buena repetirla en Madrid. Podía vérseles en el Parlamento Vasco a Jesús Eguiguren y Rodolfo Ares con un cartel primorosamente editado con el sello de PSE que decía: «¡En este Parlamento NO se respeta la voluntad de los vascos y de las vascas!». Venía a cuento de la votación de los presupuestos.


El PSE, como se ve, no quería que el Gobierno vasco tuviera su presupuesto aprobado y a tal efecto se había unido al PP para tumbarlo, pero la negligencia de la parlamentaria Irene Novales había hecho el resto. Nada que ver con la aprobación mayoritaria de una propuesta que ahora va al centro de la capital de España a tratar de que se respete la voluntad de los vascos y de las vascas. Y esa es la tragedia del PSE. Su unión en lo esencial con el PP de Rajoy, Acebes y Astarloa. Son como los Simpson.


Ese mismo día aparecía asimismo en DEIA la noticia de que las Cámaras de Comercio Vascas pronostican un leve avance de la economía en la Comunidad Autónoma Vasca y, a pesar de la crisis mundial, auguraba un mantenimiento del aumento de la cifra de negocios, sensiblemente por encima de la Unión Europea y de la media española.


Eso es pues la clave de lo que está ocurriendo. Frente a los que dramatizan rupturas de la sociedad y empobrecimientos varios, las corrientes de fondo saben que autogobierno es fundamentalmente más bienestar. Y eso es, en definitiva, el llamado Plan Ibarretxe, frente al Plan López que aboga por la sumisión a Madrid, por la política del PP, y por la defensa a ultranza de una España que ha de apelar al ejército para mantener su unidad. Y es esto en tres palabras la esencia de lo que está ocurriendo.


Una oportunidad para el PSOE
El partido socialista tiene una oportunidad de oro para abordar políticamente un asunto que no es jurídico. El conflicto vasco es un conflicto histórico de naturaleza política y ante el mismo no caben las argumentaciones de una juricidad que existe gracias a que en su día UCD y el PSOE lo aprobaron. Es como apelar al Tribunal Constitucional. ¿Pero quién elige a los magistrados de este tribunal que no es más que un árbitro casero?


El artículo segundo de la Constitución española dice que la Constitución «se fundamenta en la unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles». A éste artículo, en 1978, nosotros votamos que NO. Nosotros decíamos que la soberanía, como en 1839, reside en el pueblo vasco. Y a eso en Madrid le llaman etnicismo y esencialismo identitario mientras lo español es un modelo de planteamiento de concordia.


Si el PP preconiza lograr un pacto con el PSOE para defender la unidad de España como en tiempos de los reyes católicos y para eso aplastan cualquier planteamiento en contrario mientras se le llena la boca con su constitución del consenso que además tiene el artículo 8 que le da al ejército la potestad de defender dicha unidad, se habrá consumado otro atropello histórico, como en 1839. Y que no nos vengan argumentando con el apoyo de los tres votos de SA porque si no hubiera sido así también hubieran organizado el mismo tipo de escandalera.


El insulto de Barreda
En pleno debate parlamentario del día 30 Leopoldo Barreda se atrevió a tratar de ensuciar la imagen y el recuerdo del Lehendakari Aguirre. Pero no insulta quien quiere, sino quien puede. Los herederos de quienes hicieron que aquel hombre muriera en el exilio no están legitimados ni para pronunciar el nombre de Aguirre.


De todas formas viene bien el dato. Para que la gente esté vacunada contra las ideas de Barreda, cómprele a su hijo el libro ‘‘De Gernika a Nueva York pasando por Berlín’’ y los libros de fotografías de la Fundación Sabino Arana y el Ayuntamiento de Bilbao que son preciosos. Y por nada, compre usted el DVD de la vida de Aguirre donde se le ve jugando en el Athletic, como diputado y Lehendakari. Si transmitimos a las nuevas generaciones la lucha de Aguirre por la libertad los insultos de los Barreda de turno caerán siempre en el vacío y, no olvidemos que el Plan Ibarretxe no es más que el Plan Arana y el Plan Aguirre. Si no lo hacemos, con el tiempo, esta derecha cavernaria tratará de reescribirnos la historia.

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