Iñaki Anasagasti
12Diciembre
2004
12 |
Opinión

Leizaola regresó volando

Iñaki Anasagasti
Diciembre 12 | 2004 |
Opinión

El sábado 15 de diciembre de 1979, hace ahora 25 años, el Lehendakari Leizaola que se encontraba en París presidiendo el gobierno vasco en el exilio, regresó a Euzkadi. Hacía un mes se había aprobado en referéndum el estatuto de autonomía de Gernika. De esta manera cumplía su promesa de volver cuando existiera un marco de actuación similar al que le ocasionó su largo y meritorio destierro llevado con una inmensa dignidad.

Lo malo, como siempre, había sido la postura del PSE que habiendo aguantado aquel destierro, pocos meses antes de esta fecha había roto aquel relevante símbolo institucional. Pero todo aquello no le quitó impacto a un viaje cargado de simbolismo.


Hoy, 25 años después, saco las notas que tomé de aquellos días en que me tocó ir a París para volver acompañando al Lehendakari en su regreso a casa.

Viernes 14 de diciembre


El Lehendakari Leizaola está en la Delegación. Pero algo se nota en ella que salta a la vista. Ocurre algo. Y ese algo es la atmósfera que se respira ante una despedida histórica, ante el cierre de una época. El Lehendakari prepara su discurso para ser pronunciado en la Casa de Juntas de Gernika. Nos enseña el llavero, con la efigie de José Antonio de Aguirre, que contiene las llaves de la Delegación y que entregará a Carlos Garaikoetxea ese domingo en Gernika en la ceremonia de traspaso simbólico de poderes. Azpiazu, su secretario, entra y sale. El Lehendakari dicta. Es interrumpido constantemente por llamadas telefónicas y por la prensa que se asoma cada vez que se abre la puerta. La paz de aquel despacho monacal ha sido perturbada.


Basurde nos enseña los viejos aparatos de museo que sirvieron a Radio Euzkadi para transmitir. También la vieja máquina donde se imprimía OPE. Un boletín de noticias que no podrá decir que ese viernes era el último día de cuatro décadas, porque esa época se estaba muriendo.


Se van los periodistas a enviar los rollos de fotografías, a redactar las crónicas, a transmitir por teléfono. Llega la hija del Lehendakari. Quería invitarle a su aita a comer. Pero el Lehendakari le dice que tiene ya un compromiso adquirido. A la una del mediodía se produce la conexión con Radio Popular, en la que intervienen simultáneamente Carlos Garaikoetxea desde Bilbao y el Lehendakari Leizaola desde su despacho de la Rue Singer. Momento emocionante como pocos. Desde ese despacho él ha dirigido OPE. Un OPE que, por el franquismo, tenía escasa circulación. Ahora hablan simultáneamente en Euzkadi los dos Presidentes. El pasado y un presente que es ya futuro. D. Jesús María se pone los auriculares. La conversación es antológica.

Con el Lehendakari vamos a comer al viejo restaurant de la Rotonda. Tiene buen apetito y comenta con entusiasmo mil anécdotas de su vida, exilio y de su próximo futuro. Va al banco a cambiar unos francos y regresa a la Delegación, donde cada vez hay más periodistas.


Sigue trabajando en su discurso y sigue dictándole a Azpiazu unas líneas que luego corrige. Miembros de la colectividad preparan las botellas y las copas de champagne para el brindis final. Cada vez que se abre la puerta entran los periodistas en tromba a sacar fotos, a entrevistar al Presidente. Iñaki Martínez, de Euskadiko Ezkerra, saluda y entrevista al Lehendakari.


Luego, ante el busto de Aguirre, el Lehendakari brinda con la prensa y agradece sus servicios. Llega el embajador de México, con la antigua amiga de los vascos Hélène de la Souchère. Hay palabras, saludos, y se muestran documentos. Acto breve, sencillo y corto. La noche cae sobre París y el Lehendakari sale para su casa. Le acompaña el fiel Andrés Prieto.

Sábado 15


Es el gran día esperado por toda Euzkadi y por aquellos que durante 42 años han creído en la institución. Por los hombres y mujeres que han vivido y trabajado en las Delegaciones de la Av. Marceau y rue Singer. Por los que durante 43 años han mantenido la llama sagrada de la representación de Euzkadi en el exterior. Todo un exilio que acababa aquel sábado 15, con una delegación llena de periodistas y de cajas de documentos.


El lehendakari estrena sombrero. Llega a su hora habitual, en su Metro habitual. Sigue dándole, imperturbable, los últimos toques a su discurso para Gernika. El de San Mamés no hubo forma de que lo preparara por escrito. Quería improvisarlo, y lo hizo.


A las 11,30 llegó el autobús que habíamos alquilado. Después de despedirse de Antoñica, que quedaba en la Delegación como guardiana de tanta historia almacenada, cierra la puerta de la sede del Gobierno Vasco en el exilio rodeado de una nube de periodistas y fotógrafos. Sube al autobús para llegar con toda la caravana al aeropuerto de Orly. Nunca el Lehendakari se había visto en tantos años de exilio rodeado de tanta prensa y de tanta expectación. Cada gesto era fotografiado. Cada palabra suya era grabada. La prensa era tanta que se turnaba a la hora de trabajar. En 1974, cuando su viaje clandestino a Gernika, lo que hacía el Gobierno Vasco no era noticia y costaba gran esfuerzo conseguir media línea en cualquier periódico del mundo. Ahora el avión iba a llenarse de prensa vasca, estatal y extranjera para cubrir un hecho sin par. El cierre del Gobierno en el exilio más antiguo del mundo.

En el aeropuerto esperaban sus tres hijas, que le acompañaron en el viaje, con sus nietos y yernos. Asimismo representantes de la colectividad en París que despedían a su Presidente. El servicio de seguridad vigilaba discretamente. Llega el avión de Aviaco. ‘‘Francisco de Orellana’’ procedente de Madrid con algunos periodistas. Revisión a la salida, y revisión dentro del avión. Tanto trámite retrasa en una hora la salida del vuelo. Aviaco tiene atenciones con el Lehendakari. Por el intercomunicador le saludan en euskera, ofrecen champagne y canapés, y notifican la entrada en vuelo sobre Euzkadi. Despiden cariñosamente al Lehendakari a la llegada a Sondica y atienden cualquier deseo.

Recibimiento popular en Sondita


Eran aproximadamente las cinco de la tarde del sábado día 15 cuando el "Francisco de Orellana" detenía sus motores al borde de la zona destinada en el aeropuerto de Sondica para el aparcamiento de los aviones y recepción de los pasajeros. Desde las dos y media de la tarde toda aquella zona se había convertido en un hervidero de personas ansiosas por presenciar la llegada del Lehendakari.

Al final se recorta en el cielo la silueta del "Francisco de Orellana", y casi sin tiempo para que cuantos se agolpaban en el recinto tuviesen conciencia clara de que esta vez sí que era en serio, de que al fin llegaba. Se produce la maniobra de aterrizaje y en menos tiempo de cuanto se tarda en relatarlo, la aeronave tomaba tierra y se detenía ante los ojos emocionados de los miles de personas congregadas.

A partir de este momento, aquello fue el delirio y el desbordamiento de todas las previsiones, porque, indudablemente, todos deseaban encontrarse lo más cerca posible para hacerle llegar a su voz de aliento, su calor de pueblo agradecido, su respeto y admiración por una trayectoria llena de dignidad, su cariño por cuanto significaba la llegada de un Gobierno que representaba a Euzkadi y daba sentido, después de tantos años, al esfuerzo de cuantos supieron de clandestinidad y de amarguras represivas.


Los gritos de ‘‘Ongi etorri’’, ‘‘Gora Leizaola’’ y muchísimos más se sucedieron en cascada interminable, saliendo de cada garganta henchida de satisfacción. Aquello se transformó en una fiesta del pueblo y para el pueblo, dejando de lado todo el protocolo establecido, todo lo organizado para la recepción oficial, con esa espontaneidad con la que el pueblo aborda todos estos actos que contienen verdadero arraigo en su alma.


A la espera del descenso del Lehendakari por las escalerillas del ‘‘Francisco de Orellana’’, veteranos gudaris lloraban mientras estaban formados en tres filas, detrás de la bandera del batallón "Ibaizabal".


Conforme Don Jesús María de Leizaola ponía el pie en los primeros peldaños, las notas del ‘‘Agur Jaunak’’ expandían el himno de bienvenida a los cuatros vientos. Inmediatamente, dos niños entregaron al Lehendakari un ramo de flores, con el acompañamiento de txistularis, que entonaron el "Euzko Abendaren Ereserkia". De allí y lentamente, por el tremendo gentío acompañado en verle de cerca, nuestro Lehendakari se dirigió hacia los coches que le trasladarían, carretera adelante, hasta otro acto multitudinario y emotivo. Otro acto que se había preparado como la muestra del saludo generalizado de un pueblo. Y así se dirigió hacia un estadio de 40.000 espectadores, un estadio que vibró de emoción, en una noche fría y desapacible.

San Mamés, a tope


Muchas horas antes, casi desde las 3,30 de la tarde, cantidad de personas merodeaban por los alrededores del estadio a la espera de que sus puertas les franquearan el paso, a la "caza" de un buen sitio desde el que no se perdiese detalle del acto.


Hacia las seis y cuarto, y conforme estaba programado, las luces de San Mamés se apagaron, dejando paso tan sólo a un cañón de luz y una serie de focos que iluminaban la entrada y el estrado. Entrada por la que llegaría el Presidente del Gobierno Vasco, y el estrado en el que se colocarían tanto él como el Presidente del Consejo General Vasco, Carlos Garaikoetxea; Don Manuel de Irujo y los tres Diputados Generales de Araba, Bizkaia y Guipúzkoa, Guevara, Makua y Aizarna.


Al acceder al estrado le fue asignada al Presidente una nueva ofrenda floral, mientras las 40.000 almas que se encontraban en San Mamés se ponían en pie para entonar el "Euzko Abendaren Ereserkia", mientras el Lehendakari procedía a izar la ikurriña, en un nuevo símbolo. Algo así como el famosísimo "Decíamos ayer..." como si aquellos 43 años no hubiesen transcurrido, tras ser arriada en Bilbao, fue izada por el Presidente del mismo Gobierno.

Mujeres y hombres de mediana edad, así como los más jóvenes, visiblemente afectados por la emoción dejaron escapar sus lágrimas, mientras un escalofrío recorría su espalda, porque el momento resultó inenarrable. Un momento que nadie deseaba perderse.


Luego vendría el parlamento de los oradores interrumpidos por "goras" y aplausos hasta que las manos echan humo y las gargantas enronquecen.

Y, por último, la apoteosis de un "Gora Euzkadi askatuta" lanzado con una voz más firme que nunca por parte de Don Jesús María de Leizaola, que fue coreada por el enorme orfeón de San Mamés, y que tantísimas veces fue repetida a todo lo largo de la tarde y de la noche, sin duda para que no quedara la menor duda al respecto.


Acto seguido la Banda Municipal atacó el ’’Gernikako Arbola’’, con lo que se cerró el acto, si bien las canciones, como el ‘‘Euzko gudariak’’, resonaban por la calle mientras la multitud se desperdigaba, satisfecha y con la emoción en el rostro, camino de su pueblo, de su casa, de su autobús, con la conciencia clara de haber sido protagonista de un hecho histórico. De un hecho que fue esperanza hasta aquel momento; una esperanza que muchos de sus conocidos, familiares o amigos, no habían llegado a contemplar hecha realidad, pero que les trasmitieron a ellos y que hizo que contemplaran aquel día hace 25 años con doble sentimiento y satisfacción. Un hecho que quizás ellos contarán a sus hijos y nietos, porque tomaron parte activa de él. De San Mamés, la comitiva se dirigió al Hotel Carlton para una recepción oficial, pero ya entrada la noche, y con ella se había consumado el día. ¡El día de la esperanza se había hecho realidad!

 

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