-¿Qué balance hace de los primeros seis meses de legislatura?
-El Gobierno ha estado buscando el faro que ilumine la ruta que tiene que seguir. Cada vez se pone más de manifiesto que no pensaban ganar las elecciones y que habían hecho un programa que no era de gobierno sino de oposición. Ahora tienen que decidir qué van a respetar de lo que habían prometido y de qué se van a desprender, con el problema adicional de que están condicionados por la presión que ejercen algunos grupos.
-¿A qué se refiere en concreto?
-A la política social y fiscal. El globo sonda que pusieron en circulación esta semana en relación con el tratamiento fiscal de los planes de pensiones es un ejemplo claro de improvisación.
-¿También improvisan con su propuesta de reformas estatutarias y constitucionales?
-En estos meses han definido algunos límites. Al principio, todo era posible y todo estaba abierto. Se han ido decantando hacia posiciones que coinciden básicamente con las del PP en la pasada legislatura. No hay nada novedoso. Que el proceso de descentralización ya ha concluido, que el Estado autonómico está prácticamente conformado, que las transferencias ya se han realizado y que ahora hay que trabajar en mecanismos de coordinación y de cooperación institucional son ideas que bullen desde principios de los noventa.
-Tendrá que admitir que el clima político no es el mismo que en la anterior legislatura.
-Eso es obvio y lo perciben todos los ciudadanos. Existe juego parlamentario, sobre todo porque no hay mayoría absoluta.
-¿Han encontrado la excusa del conflicto del Cupo para no apoyar los Presupuestos?
-¿Por qué supone usted que es una excusa? No lo es, en absoluto. Esa condición previa se ha incumplido y no estamos en condiciones de darle más crédito al PSOE, por lo menos en este tema. Podíamos haber puesto condiciones inalcanzables y no lo hemos hecho.
«Juegan con los guiños»
-Pera ya se han producido acuerdos con el Gobierno vasco, como la ampliación de
-El PSOE muestra una disposición a resolver estos temas, por lo menos de manera retórica. La impresión desde la parte vasca es que el Gobierno socialista no ofrece un semblante distinto al que mostraba el PP.
-¿El problema es, quizá, que los socialistas les hacen guiños, no entran al trapo, pero tampoco cuentan con ustedes?
-Está claro que no cuentan con el PNV. Están jugando con los guiños porque creen que les van a permitir dar una imagen de mayor consenso y apertura. Los guiños nos parecen bien, siempre que no sean vacíos y tengan miga detrás. Pero cuando decimos estas cosas nos tachan de intransigentes y de no buscar puntos de encuentro.
-El PNV ha recabado la opinión de expertos para decidir si apoya
-Hay opiniones más favorables y otras menos, pero la decisión corresponde al partido.
-¿Qué dirá la dirección del PNV?
-Lo que resulte de las mayorías.
-El ministro Jordi Sevilla dice percibir signos positivos en el Gobierno vasco. ¿A qué cree que se refiere?
-Se refería fundamentalmente al lehendakari, a su asistencia a la conferencia de presidentes o a que ha tenido una conducta en distintos actos protocolarios que no esperaba que pudiera tener. A ese tipo de cosas, supongo.
Dos discursos
-También dice Sevilla que cree que el lehendakari es consciente de que su plan no va a ninguna parte.
-Me llama la atención la existencia de dos discursos en el PSOE, que hasta cierto punto son contradictorios. Cuando el ministro y otros socialistas dicen que el plan del lehendakari no tiene recorrido, apelan a que sea la mayoría política vasca la que le ponga freno en las urnas. Es un razonamiento democrático y entiendo que lo hiciera porque están en precampaña. Pero hay otros, como el delegado del Gobierno, que sostienen que lo que le pondrá freno será
-¿No cree que el plan Ibarretxe pudo tener sentido en la crispación de la anterior legislatura, pero que no se sostiene en estos nuevos tiempos?
-En todo su proceso de gestación nunca se ha justificado el plan como una reacción contra Aznar. Se hizo con una visión a más largo plazo. No nació de una coyuntura singular, sino de una reflexión madura.
-O sea, que de giro estratégico del PNV, nada.
-Hace un año tuvimos un proceso que concluyó en una ponencia política, y esas cosas tienen una cierta vocación de permanencia. Se podría revisar si se produjera una convulsión interna del partido o externa, si perdiéramos las elecciones. Sólo si hubiera un cambio de fondo nos plantearíamos la estrategia. Mientras tanto, ¿para qué cambiar?
-En Cataluña, los trabajos de reforma del Estatuto avanzan con el consenso de todos los partidos. ¿No le da cierta envidia?
-Si eso fuera verdad nos haría reflexionar. Pero la fotografía de Miravet que pudimos contemplar la semana pasada creo que es un espejismo. Después de la foto, todos los partidos catalanes hicieron declaraciones contradictorias, poniendo de manifiesto que aquello era un gallinero y que las aspiraciones de unos y otros eran difícilmente conciliables. No tengo muy claro que ese proceso vaya hacia adelante. Con Miravet se pretendía simbolizar la voluntad de avanzar en el consenso y, además, plasmar gráficamente el contraste con respecto a lo que está ocurriendo aquí.
-Aquí la foto conjunta sería impensable.
-Es cierto que eso no ocurre aquí. En lo que pasa en Cataluña veo una coartada inteligentemente planteada por Maragall. Después de haber conseguido el compromiso de todos para avanzar en el consenso, siempre puede utilizar los planteamientos de Piqué para echárselos en cara a ERC y a IU y hacerles renunciar, por ejemplo, al concepto de nación o al derecho de autodeterminación.
Las elecciones
-¿Qué ocurrirá en diciembre si el Parlamento vasco no saca adelante el plan Ibarretxe?
-No sería un fracaso, porque el lehendakari no lo ha planteado como un reto para esta legislatura. Se pretende avanzar en una reconsideración del modelo de relación con el Estado español y eso no se consigue en un día. Si no obtiene la mayoría en diciembre, hay unas elecciones a la vuelta de la esquina a las que concurriremos, lógicamente, con el proyecto de nuevo Estatuto como bandera.
-¿Peor sería que se aprobara con el concurso de Batasuna?
-Con una Batasuna en la situación actual, que no condena la violencia y es incapaz de apartarse de los postulados de ETA, podría plantear problemas en algún sector social. Pero aquí voy a hacer mías las palabras de Ramón Jáuregui cuando dijo que los votos de Batasuna tienen toda la legitimidad democrática del mundo, porque son una representación válida en el Parlamento vasco. Mi partido debería aspirar a una capacidad de integración mayor, pero ya veremos qué da de sí el debate.
-¿Patxi López les preocupa?
-Electoralmente no va a ser capaz de hacer sombra a la coalición PNV-EA. Lo que nos podría preocupar es que, desdiciéndose de todo lo que ha dicho hasta ahora, pudiera llegar a formar mayorías con el PP. Pero es una hipótesis que vemos muy poco posible.
-¿Si la suma del PSE y el PP diera mayoría, cree que podría interpretarse como que la sociedad vasca reclama un cambio de Gobierno?
-No soy partidario de hacer esas lecturas fáciles de lo que reclama o no la sociedad vasca. Pero si obtuvieran una mayoría absoluta y clara podría significar que la sociedad vasca está pensando en un esquema de gobierno distinto.
-La posibilidad de retomar los pactos entre el PNV y el PSE parece más que remota.
-Tenemos una apuesta estratégica del partido para ir en alianza con EA, y otra apuesta para formar gobierno con el tripartito actual. Es una estrategia que, mientras no falle, no hay que abandonar.
Entrevista realizada por Juanjo Corcuera.