Koldo Mediavilla
07Septiembre
2019
07 |
Opinión

GALLINERO

Koldo Mediavilla
Septiembre 07 | 2019 |
Opinión

Tengo un amigo contrariado hasta límites extremos. Será por el síndrome post vacacional o haber ingerido una sobredosis de oxígeno en los últimos días (hay gente a la que, el aire puro les provoca un ataque de salud). Sea como fuere, Aitor está convencido de que estamos a las puertas del acabose de la humanidad. Que en cualquier momento un meteorito impactará contra la tierra  y, como en la pesadilla de Abraracurcix , el cielo se nos caerá encima.

Cierto es que un asteroide parece rondar por el universo cercano pero  la NASA ha pronosticado que, hoy por hoy, no hay peligro de choque, ni de cataclismo.  Pero no todos creen en los pronósticos de la agencia espacial norteamericana. Quienes sustentan creencias conspiranoicas   se temen que vivimos controlados por fuerzas ocultas. Alienígenas  que durante decenios colonizan  la tierra para hacerse con el planeta. Lo último  que he escuchado en esa línea indica que la “victoria” de los seres mutantes está próxima, pues se han apoderado ya de dos de las potencias mundiales; Estados Unidos y Gran Bretaña.

Yo no soy  crédulo de tales tesis pero  visto con perspectiva,  los dirigentes máximos de ambos países  tienen rasgos similares que abonan a la imaginación. Trump y Johnson  parecen cortados por el mismo patrón. Hasta físicamente se parecen. ¿Serán una mutación  extraterrestre para someter a los terrícolas? ¿Acaso  son primos lejanos de Alf o ET?

Lo cierto es que sus excentricidades pueden sacarnos de la órbita  y provocar un cataclismo. Pero creo que tal  riesgo nada tiene que ver con fenómenos paranormales sino con su  miserable condición humana.

Mi alterado amigo no justifica su estado de excitación a las ocurrencias de los dos rubios magnates.
Él cree que una parte de los seres humanos  han empezado a perder  su sentido más importante –el sentido común-  para abrazar  el esoterismo  sectario. Algo así  como una nueva tendencia revestida de postmodernidad revolucionaria que convierte a las personas en  seres lerdos y ridículos. Hasta el punto  de creer y actuar en consecuencia como si los animales, y más concretamente las gallinas,  fueran acreedoras  de ser acogidas  por la declaración universal de los derechos humanos.

Esta pasada semana hemos conocido el caso de un “ataque” organizado contra la Komuna Okupa de Errekaleor, en Gasteiz. Parece una historia extraída de la “Vida de Brian” pero es real como la vida misma. Una organización  denominada “Frente de Liberación Animal”  llevó a cabo una operación de comando  en la comunidad alternativa. La acción tuvo como objetivo “liberar a 40 gallinas que vivían recluidas contra su voluntad” en un corral regentado por el grupo antisistema, que en una asamblea había decidido, en consonancia con su planteamiento  ideológico de “soberanía  alimentaria”, tener su propio gallinero. Pues bien ni las tesis de la izquierda más radical  les ha sido suficiente para los animalistas extremos para quienes los “derechos animales y su bienestar están por encima de cualquier consideración” justificando  su acto porque  “la libertad no es negociable y  contra todo tipo de opresión hasta que la última jaula quede vacía”.

Tal reivindicación fue duramente respondida por los okupas  diciendo  el robo de las aves solo beneficiaba “al Estado”. Estado “opresor” apuntillo yo.
El FLA –Frente de Liberación Animal- había llevado a cabo su incursión en Errakaleor con activistas encapuchados y las gallinas  supuestamente “liberadas”,  fueron enviadas  a lugares “seguros” que denominan “santuarios”.

En uno de esos “santuarios” – “Almas veganas”- encontramos el siguiente capítulo alucinatorio. Las redes sociales se han vuelto locas  divulgando un video en el que tres individuas que se identifican como “veganas”,“antiespecistas” y “feministas” interactuan.

El video, viral en internet, resulta más cómico aún que el interpretado por los Monty Phyton.  Las  activistas explican que "los huevos son de las gallinas", y que las ponedoras, al estar "genéticamente modificadas" para producir huevos, son objeto de la "violación" sistemática de los gallos, algo inasumible desde un punto de vista antiespecista. La performance se completa con la ruptura de huevos "no fecudados" contra el suelo de la granja (mientras las propias gallinas acuden a comérselos).

Para cerrar el círculo alucinógeno diré que una de las protagonistas –humanas , no gallinas- ha vinculado en más de una ocasión el consumo de huevos con la lógica del capitalismo y, en última instancia, de la clave de bóveda que lo sustenta, el patriarcado. Sucede algo similar con la leche de cualquier mamífero, pues para ciertos sectores del antiespecismo, el aprovechamiento de las funciones reproductivas de los animales reafirma un sistema de opresión y violencia contra el sexo femenino (pertenezca a la especie que pertenezca).

El documento resulta absolutamente surrealista pero nos advierte  de que  como se decía en “Expediente X”, la “verdad está ahí afuera”.  De ahí que al conocer  secuencialmente  estas realidades algunos, como mi antes referido amigo,  crean que la condición humana ha sido afectada  por un virus altamente peligroso y autodestructivo; la estupidez.

Seguimos con gallinas. En concreto, con el gallinero político español que sigue revuelto y con una pelea de gallos nada aleccionadora. Pero, ninguno de ellos es ni Foreman ni Muhammad Alí.

Parece mentira pero estamos a dieciséis días para que el mecanismo automático previsto para que, en el caso de que nadie sea investido presidente del gobierno español, se disuelvan las Cortes y se convoque a la ciudadanía del Estado a elegir un nuevo parlamento. Y todo parece indicar que no habrá acuerdo que evite un nuevo bochorno democrático. Las posiciones entre los socios necesarios para una mayoría continúan irreconciliables. Es como si la desconfianza mutua se hubiera instalado en la representación dirigente de las formaciones y cualquier posibilidad de acercamiento fuera una “misión imposible”.

Para los socialistas de Sánchez, los ”morados” de Podemos no son de fiar. Pretenden llegar al gobierno para constituir su contrapoder desde dentro. Y para ellos eso es intolerable. Es, a su juicio, preferible ir a elecciones que  configurar un ejecutivo  con doble personalidad.

Para los de Iglesias, los socialistas no son capaces de admitir que son minoría y que deben ceder una parte del poder. No confían en la firmeza de Sánchez a la hora de plasmar las reformas progresistas que pudiera comprometerse en un programa. Y, lo que es peor, todos están convencidos de que será el de enfrente quien, en último extremo , cederá a las presiones y dará finalmente el brazo a torcer. Se trata de una estampa típicamente española retratada en la película “Nobleza baturra”. Aquella  historia en la que un labriego, montado en su burro caminaba por las vías del ferrocarril. El maquinista de uno de los trenes que circulaba por la vía   al observar al pollino y a su rústico jinete, hacía sonar el silbato de la locomotora a fin de que el animal  y su dueño abandonaran  el trazado ante el riesgo cierto de arrollamiento. El baturro, obstinado en no cambiar de lugar por el que caminaba y haciendo caso omiso a la advertencia sonora repetía para sí ufano  “¡chifla, chifla, que como no te apartes tú!”.

Sánchez e Iglesias caminan hacia el desastre. Y por mucho que otros hagan votos para que la sensatez impere y se consiga un acuerdo que permita, no solo la investidura sino la posterior gobernabilidad, el camino arece la esperanza parece acabado. El fracaso del primer encuentro en el Congreso es el reflejo de cómo están las cosas. Los unos y los otros se preparan para culparse por el fracaso.

 La terquedad, los intereses particulares de cada cual  volverán a condenar a una sociedad que se enfrenta , sin capacidad de reacción gubernamental, a grandes incertidumbres que añadir a sus atávicas carencias.

La desaceleración económica advierte de una  nueva crisis. La recesión en Alemania es ya un síntoma febril del enfriamiento de la economía. La proximidad del Brexit duro. La guerra comercial entre China y Estados Unidos. La delicada situación geostratégica en Oriente Próximo  con Irán como protagonista. Y, en casa, la Diada catalana, la próxima sentencia a los imputados del “Procés”, la corrupción popular…Todo avanza hacia un cataclismo. Como el del meteorito que anunciaban los catastrofistas. Con este gallinero, nos vamos a hacer veganos. “Veganos” en “”inviegno”

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