Hace 150 años, aquí mismo, cuando ni Bilbao era Bilbao, nacía Sabino Arana y Goiri. Su nacimiento se producía en un momento de crisis global para la sociedad vasca. Tiempos de decadencia y de profundos cambios sociales y políticos. El sistema de convivencia institucional y político en el que secularmente se habían desarrollado los territorios vascos había quedado abolido como resultado de dos cruentas guerras. Se imponía el concepto de nueva unidad constitucional, con una monarquía española que perdía sus últimos resquicios coloniales. Tiempos de globalización en las ideas: centralismo, liberalismo, laicismo. Y también en la economía: la revolución industrial aparejaba un capitalismo salvaje en el que las clases dominantes se afanaban en la ‘acumulación de capital’ con la explotación intensiva de los recursos naturales atesorados en el subsuelo de este país y a base también de explotar a una incipiente masa obrera local y foránea.
En el epicentro de esa enorme crisis apareció Sabino Arana. Su pensamiento fue un potente revulsivo y su voz vibró como el despertador de una conciencia que parecía desaparecer. Su primer aldabonazo fue el euskera, el rasgo más genuinamente propio del Pueblo Vasco. Él mismo lo había perdido. Pero su empeño fue tal que no sólo lo rehabilitó en su ámbito privado sino que supo darle impulso gramatical, ortográfico y etimológico, llevándolo de nuevo al espacio público, a la urbe, y sacándolo del ámbito rural donde se había refugiado. Incluso movió a otros pensadores e intelectuales de la época a centrar sus estudios sobre la lengua vasca.
Y del idioma, dio el siguiente paso. Estableció el punto común de identificación de una colectividad –el Pueblo de los Vascos– y lo vinculó a la voluntad de pertenencia de su ciudadanía con dicho Pueblo. Así, el Pueblo se reconoció a sí mismo como Nación. Un sujeto político que había compartido siglos de autogobierno específicos, consustanciales en su organización, en sus instituciones vinculadas a la foralidad, pero que jamás había entendido su realidad como un ‘todo’. Sabino, conectó con las corrientes románticas de finales del XIX y aplicó en su entorno el principio de las nacionalidades en boga en la nueva Europa en construcción.
Así surgió Euskadi como proyecto político y su reivindicación más destacada: “Euskadi es la patria de los vascos”. Innovador, rupturista, demócrata, pragmático, Sabino Arana fue desarrollando su ideal en aras a ganar conciencias que sumar a su causa. La dotó de una simbología, de una bandera, de un himno. Y finalmente, agrupó sus fuerzas en una herramienta con la que abordar sus objetivos: el Partido Nacionalista Vasco.
Han transcurrido 150 años ya desde que viera la luz en la casa familiar de Albia. El mundo ha girado miles de veces desde entonces. Euskadi, el país que él denominó, goza hoy de una modernidad, de una cohesión social y de una capacidad de desarrollo difícil de imaginar en la coyuntura que le tocó vivir. El euskera, aquella lengua en recesión, avanza hacia su normalización. La conciencia nacional se ha extendido entre una mayoría de vascos, al punto que tres de los siete territorios vascos, los que conforman la Comunidad Autónoma Vasca, avanzan en el autogobierno con instituciones propias que hoy preside un lehendakari jeltzale, y lo hacen bajo el emblema de la bandera que él diseñó.
Muchos de los planteamientos políticos que Sabino Arana apuntara comienzan a fraguar, en un empeño en el que generaciones de seguidores de sus ideas, a través de la herramienta que él creara –el Partido Nacionalista Vasco–, han entregado lo mejor de ellos mismos, al servicio de la causa vasca y con el objetivo firme de alcanzar la libertad de este Pueblo.
El activismo de Sabino Arana buscaba despertar conciencias, concitar adhesiones. Pese a ser perseguido, silenciado y represaliado, Arana jamás buscó la revancha. Ni incitó a la violencia. Al contrario, contestó a la injusticia con la palabra, con la democracia. Como lo hicieron sus seguidores más fervientes, los José Antonio de Agirrre, Lizardi, Lauaxeta, Landaburu, Ajuriagerra, Uzturre, Elbira Zipitria o Koldo Mitxelena. Progresistas y europeístas que, desde el humanismo, lucharon por la democracia contra la sublevación de 1936 y la larga dictadura franquista, contra Hitler y los nazis en la II Guerra Mundial, contribuyendo a la construcción de la Unión Europea y evitando la desaparición de la lengua más antigua de Europa.
Hoy nos sentimos orgullosos de Sabino Arana y también de la trayectoria de quienes continuaron con su legado en la construcción nacional de Euskadi.
Este Euzkadi Buru Batzar, heredero legítimo de la organización que Sabino Arana construyera hace ahora 120 años, declara hoy, con solemnidad, el mantenimiento de su compromiso fundacional de construir una patria vasca libre.
Vivimos, hoy también, momentos de profunda transformación social. La globalización, la crisis económica que ha lastrado el bienestar de miles de familias, la crisis del concepto de Estado, el descrédito de una parte de la acción pública –motivada por comportamientos indignos–, la necesidad de superar la inhumana acción violenta que ha desangrado a este Pueblo y ha manchado al propio nombre de Euskadi durante décadas... Todas estas cuestiones comportan desafíos que la sociedad vasca constituida en sujeto político desea y anhela superar.
Queremos una patria libre, sí, pero conformada por hombres y mujeres libres. Una nación que reporte calidad de vida a su ciudadanía, que sea una casa confortable para nosotros y las generaciones venideras, que ofrezca un futuro ilusionante a todos los que vivimos en Euskadi, sin distinción de procedencias, religiones ni condiciones políticas o sociales. Progreso, trabajo, justicia social y protección pública para quienes lo necesiten son los objetivos inmediatos a los que este Partido se compromete de manera prioritaria. No hay Nación ni Pueblo sin personas y su bienestar es y será labor inmediata de la acción política de EAJ-PNV.
Una Nación sin convivencia es un experimento fallido. Debemos, por lo tanto, cerrar definitivamente la página negra de la violencia que ha fracturado a nuestra sociedad durante decenios. Hemos sufrido la dictadura, la represión, la tiranía de un terrorismo vulnerador de los derechos humanos. Ahora, Euskadi desea abrir la página de la paz, la concordia y la libertad que durante dos siglos le ha negado la historia y por las que vibró la potente llamada de Sabino Arana. Es necesario abordar cuanto antes la superación de todas las consecuencias del conflicto padecido –desmilitarización de la organización armada, el reconocimiento del daño injusto causado, la resocialización de los presos y el fin reconocible de ETA– para poder abordar después, con garantías, un nuevo pacto nacional entre vascos que nos permita dar un salto en nuestro estatus político y en la recuperación de la soberanía originaria de nuestro Pueblo.
Las bases de ese acuerdo deberán ser el reconocimiento nacional de Euskadi como sujeto político, la definición de un nuevo marco de relaciones jurídico-institucionales en el ámbito de la Unión Europea y el derecho reconocido a la ciudadanía a decidir libremente su futuro.
Como lo hemos hecho a lo largo de la historia, comprometemos nuestra acción desde el ámbito institucional, la democracia y el respeto a la voluntad popular. Sin atajos y con los pies en el suelo. Buscamos el acompañamiento de la sociedad vasca en este camino. El camino que nos lleve a hacer realidad el axioma de Sabino, una sencilla frase que ha conseguido acelerar corazones y movilizar conciencias durante más de un siglo: Euskadi es la patria de los vascos.