Intervención
03Noviembre
2014
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Intervención

FÓRUM EUROPA. Tribuna Euskadi (Juan Mari Aburto)

Intervención
Noviembre 03 | 2014 |
Intervención

En primer lugar, quiero agradecer a Nueva Economía Fórum que me haya vuelto a invitar a esta Tribuna Euskadi un año y ocho meses después de mi primera comparecencia en este foro. Comparezco como Consejero de Empleo y Políticas Sociales.    

Entonces hablé, de los valores que, debían presidir el ejercicio de la acción política y de la administración pública. Hablé de solidaridad, de corresponsabilidad, de colaboración y de esfuerzo, incluso sacrificio.

 

Y quise poner en valor la política y a quienes participamos de ella porque era un momento convulso y de descrédito para eso que se denomina la clase política. Este escenario no ha cambiado mucho y es lamentable.

 

Algo ha cambiado en el contexto económico. Los datos macroeconómicos y las expectativas de crecimiento y empleo han mejorado.  Esperamos terminar el año con un PIB positivo del 1%, y la previsión para el que viene es del 1,7% de crecimiento;  limitado, pero crecimiento. Su efecto sobre el empleo será también positivo, pero, de la misma manera,  limitado.

 

Disponemos también de los primeros datos de la actualización del estudio sobre pobreza y desigualdades sociales; datos, según los cuales,  la persistencia de la crisis se está dejando notar aumentando la vulnerabilidad de muchas personas; pero el dato más relevante es que los sistemas de protección, sobre todo Renta de Garantía de Ingresos y Prestación Complementaria de Vivienda, están manteniendo a miles y miles de familia fuera de los umbrales de pobreza y de la marginación.

 

El año pasado hablaba de valores. Los valores proponen un ideal que debe luego realizarse, en colaboración con el contexto social, porque en su literalidad los valores son fácilmente compartibles, pero sus concreciones no logran tanta unanimidad. Por ello, desearía plantear un dilema partiendo de una situación que se me antoja bastante real:

 

Supongamos que cualquiera de nosotros somos padres de una hija, estudiante excepcional, felizmente enamorada y que desea fervientemente acceder a la maternidad, a la vez que no duda en que desarrollar una exitosa carrera profesional es parte de su identidad esencial como persona.

 

La cuestión de la mujer ayuda a ilustrar mejor los cambios sociales y los retos a los que nos enfrentamos. Su incorporación al mundo del empleo ha sido una feliz  revolución. 

 

¿Cómo abordamos la innovación social teniendo en cuenta que debemos dar respuesta a cuestiones como la necesaria conciliación familiar, la incorporación justa de la mujer al ámbito laboral sin trabas de género, la problemática de la bajísima fecundidad y natalidad de la sociedad vasca?

 

¿Cómo abordamos la innovación? ¿Cómo abordamos le futuro?  Tres son los elementos a abordar: los medios, los fines y los valores.

 

Pero, ¿de qué innovación estamos hablando?, ¿tenemos una visión amplia o limitada?  ¿cuándo hablamos de  innovación social nos referimos sólo a innovación tecnológica?

 

 

La innovación social tiene planteados cuatro grandes retos:

 

1.- Reducir la desigualdad en la toma de decisiones.

2.- Una distribución equitativa de los bienes básicos.

3.- Cómo afrontar las consecuencias del cambio tecnológico en el empleo.

4.- Cómo afrontar la sostenibilidad del planeta.

 

Lo cierto es que bajo la innovación social se subsumen muchos sistemas, algunos de los cuales son compatibles con la dimensión social de la innovación y otros muchos no.

Sistema científico-técnico y laboral,  cultural, propiamente social, ecológico, etc….

 

La inercia nos lleva siempre al ámbito de la eficiencia tecnológica.

 

Hay dimensiones sociales que no precisan de eficiencia, sino de respeto y ternura, porque son decantados históricos de largo recorrido y de mayor necesidad social.

 

 

Necesitamos desarrollar soluciones integradoras a los problemas sociales, donde se conjuguen la innovación tecnológica, la innovación económica y la innovación social. Necesitamos que la innovación social oriente a la tecnológica y económica. Necesitamos poner el desarrollo económico y tecnológico al servicio de los bienes básicos y de la cohesión social.

 

Mirando al futuro, ¿es suficiente la revisión de los medios o, desde una relectura de los valores inspiradores de la acción social, no sería más adecuado un cambio de fines?

 

 

El sociólogo Weger distinguió entre la ética de la convicción y la ética de la responsabilidad. La primera se limita a propugnar valores y se despreocupa de las consecuencias que de ello deriven. En la segunda, en cambio, se plantean racionalmente los pros y contras de la acción, y se actúa en consecuencia.

 

Esta reflexión previa es para concluir que, en mi opinión, en este cambio de época, tenemos que hacer una apuesta para situar en el centro de la preocupación la dimensión estrictamente social de la innovación la persona.

 

Si partimos de la centralidad de la cuestión social, hay mucho por hacer. No sabemos cómo podría ser una sociedad en la que el empleo no sea criterio indispensable de integración social. No sabemos en qué consiste una conciliación laboral, familiar y social que permita afrontar el tema demográfico sin menoscabo de la igualdad de género.

 

¿Una utopía? Probablemente, pero si fijamos un ojo en la mera utilidad, en los medios, el otro debe orientarse hacia el horizonte.  Tenemos que buscar alternativas que , además, sean viables.

 

Y la viabilidad está relacionada con la sostenibilidad. Lo que tiene que ser sostenible es el fin, no el medio. Un universo sostenible exige límites en el hoy para que nuestros hijos e hijas puedan desarrollar similares fines en el mañana;  porque son personas que deberán tener acceso a los mismos derechos que hoy gozamos nosotros; o, al menos, ese debe ser nuestro ideal.

 

Volvemos al dilema. Qué le decimos a nuestra hija: ¿Qué sea feliz, que haga carrera, que sea madre, que haga frente a una segunda y tercera jornada laboral, que ya le ayudaremos cuando nos jubilemos, que descarte la dimensión pública y profesional y que vuelva a sus labores maternales?

 

Es importante saber qué contestar.  Bajo la supuesta legitimidad que da invocar a lo políticamente incorrecto, se deslizan cosas como que hay que rebajar el salario mínimo a los jóvenes que no han estudiado, que una mujer de entre 25 y 45 años en el mundo laboral es un problema, que hay que sacrificar el proyecto familiar, cuando no directamente la familia, para triunfar.

 

Recientemente pudimos oír también en Bilbao que “Lo que los sociólogos llaman conquistas sociales y lo que los juristas llaman derechos laborales, nosotros lo llamamos distorsiones del mercado de trabajo. Eso es lo que son en lenguaje económico”

 

Creo que uno de los grandes problemas que hemos tenido es que la economía ha ejercido una supremacía absoluta sobre la política. Recordemos cuando Bill Clinton en 1992 hizo famoso el eslogan “es la economía estúpidos”, un mensaje que sintetizaba la omnipresencia de la economía y la impotencia de la política.

 

O la  frase de Margaret Thatcher cuando decía “¿Sociedad?, no existe tal cosa”.

 

Sin embargo somos quizá muchos los que afirmamos que también la economía nos ha mostrado su estupidez y por ello hay que recuperar formas de dirección y control.

 

 

Necesitamos una economía que contribuya al desarrollo de las personas. Con el Papa Francisco en la “Evangeliigaudium” podemos decir “la dignidad de cada persona y el bien común son cuestiones que deberían estructurar toda política económica, pero a veces parecen solo apéndices agregados desde fuera para complementar un discurso político sin perspectivas, ni programas de verdadero desarrollo integral”.

 

Tenemos que decir NO a una economía de la exclusión y de la inequidad. El ser humano no es un simple bien de consumo que se puede usar y luego tirar.

 

La crisis financiera y económica que atravesamos no nos debe hacer olvidar que en su origen hay una profunda crisis antropológica: la negación de la primacía del ser humano.

 

En este contexto, quiero reivindicar el papel de las empresas y del empresariado  en el contexto de una sociedad, especialmente aquellas que apuesta por las políticas de responsabilidad social. La empresa y el empresario están inmersos en la sociedad, de ella depende su éxito y su fracaso, así podríamos afirmar con Maucher que “nosotros los empresarios necesitamos de una aceptación societaria de nuestro sistema.

 

Sin principios éticos, sin responsabilidad social no se puede ver el éxito a largo plazo ni tampoco se logra una política empresarial con éxito a largo plazo. Necesitamos empresarios capaces de descubrir las nuevas combinaciones de factores, que utilizando los recursos escasos y los potenciales disponibles, sean capaces de general productos, servicios, organizaciones y procesos de transformación que faciliten los bienes y servicios que precisa la sociedad.

 

Es decir, la sociedad debe asumir la capacidad empresarial para generar riqueza, resolver problemas, asumir oportunidades y riesgos, generar crecimiento y con ello, crear empleo, entendiendo que el capital social debe ser tan importante o más que el capital dividido en acciones.

 

Recientemente, empresas que pasan por ser muestra de la hiper-modernidad han ofrecido a sus empleadas congelar sus óvulos de su edad más fértil tanto profesional como biológicamente para que, mientras tanto, se dediquen a producir y pospongan su maternidad más allá de los cuarenta. Han legitimado su decisión en el coste económico que comporta la congelación.

 

Todas estas medidas gozan de un terreno fértil de relativo desprecio a los derechos laborales y sociales.  

 

Sobre un empleo débil no se puede constituir una sociedad fuerte. No nos llamemos a engaño. Empleo débil en número y en calidad proliferará, pero de ¿dónde sacaremos el cemento social?

 

Si la ética de la responsabilidad atañe a todos, qué decir de la solidaridad. La solidaridad real es indelegable y exige sólidos  acuerdos sociales, la solidaridad al final son prácticas y son estructuras.

 

Sin éstas,  la solidaridad es como pluma al viento. La verdadera solidaridad duele, significa autolimitación, generosidad y donación incondicionada.

 

A nivel informal se desarrolla parte de la solidaridad, y es conveniente que se mantenga esta modalidad de solidaridad interpersonal para mantener entrenados los músculos y la textura sociales. Pero la solidaridad más decisiva, la más incondicionada, la más anónima y por eso más importante, porque no depende de quién sea la persona beneficiaria, es la que se concreta en políticas sociales que garanticen la cohesión social.

 

Estamos donde estamos porque tenemos las mejores políticas sociales del Estado y una de las mejores de Europa.

 

Decía el año pasado que teníamos que recuperar un valor que ha atravesado todo el desarrollo social, cultural y político del Euskadi, el valor del esfuerzo.

 

Ahora bien, mientras que en estructuras sólidas el esfuerzo era posible porque sabíamos que en el largo plazo tenía su recompensa, que merecía posponer la satisfacción fugaz en nombre de metas duraderas, en la actualidad el esfuerzo no está valorado, se priman los atajos y los proyectos vitales en el corto plazo.

 

El gran analista Richard Sennett, el estudioso que mejor ha analizado qué consecuencias personales tiene el trabajo en el moderno capitalismo, dice que la lógica de NADA A LARGO PLAZO corroe la confianza, porque significa movilidad, no compromiso y ausencia de sacrificio. ¿Podemos pedir sacrificio y esfuerzo a los jóvenes cuando les estamos lanzando el mensaje de que son prescindibles? La lógica de NADA A LARGO PLAZO nos lleva a la de KLEENEX, la de USAR Y TIRAR. Si solicitamos esfuerzo tenemos que ofertar continuidad.

 

El valor del esfuerzo empalma así con el de cooperación que proponíamos el año pasado. Entonces,  afirmábamos: “Debemos realizar un opción ética entre confrontar para ganar unos o cooperar para ganar todos. No debemos olvidar que la cooperación solo es posible desde la previa participación e implicación”. Nos ratificamos en ello; es que, sinceramente, no puede ser de otra manera.

 

Y aun así, en el ámbito del Empleo y Trabajo parece imposible recuperar el clima laboral.  Uno de los aspectos que más lastran nuestra actividad empresarial de cara a una rápida salida de la crisis y el aumento de la competitividad de nuestras empresas es el pésimo clima laboral. 

 

Debemos recuperar el diálogo social. Resulta incomprensible que en una economía moderna y avanzada como la vasca, en un País de consolidada tradición democrática y un sistema social absolutamente pionero, no seamos capaces de sentarnos a hablar de los problemas que nos afectan a todos.

 

Hoy, tras la lacra del terrorismo, si victimas y victimarios son capaces de sentarse frente a frente, mirarse a los ojos, no se entiende que, en este ámbito, alguien diga que el no se sienta.

 

Debemos proponer una nuevo modelo de Relaciones Laborales. Creemos que se ha quedado obsoleto.  Debemos transitar hacia un modelo basado en el acuerdo, la información, la transparencia, y una cada vez mayor inclusión y participación de los trabajadores en las empresas.

 

Tenemos que dar respuesta a los retos que tenemos como sociedad en los ámbitos de mi departamento con la mirada puesta en el futuro. Sigo diciendo que lo sustancial es que seamos capaces de colocar a las personas y sus necesidades en el centro de la actividad política y que sus prioridades sean las nuestras.  Como dice José Luis Bilbao, el dinero mejor gastado es el que soluciona los problemas de las personas. Si las personas no son capaces de llevar adelante sus proyectos vitales no hay sociedad posible. El reto es muy serio está en juego nuestra pervivencia como sociedad, como comunidad.

 

El acceso de la juventud al empleo es el mayor de los retos que tenemos. El paro juvenil tiene unas características propias y específicas: a los jóvenes les niega el derecho a ser, les cierra la oportunidad de participar con igualdad.

 

En este sentido el gobierno ha puesto en marcha el programa Lehen Aukera para ofrecer una primera experiencia laboral a la juventud, mejorando así su empleabilidad.

 

Algo no va bien si, cuando se trata de becas el sistema funciona bien y, cuando hablamos de contratación laboral con subvenciones y bonificaciones, el sistema se atasca. No podemos trasladar a los jóvenes que les queremos becados pero que no nos interesan contratados.

 

Hay que profundizar también en los programas de formación dual.  También debemos extender en la cultura emprendedora desde la infancia, en el sistema educativo, de tal manera que nuestros jóvenes adquieran vocación emprendedora. Pero no les debemos hacer llegar el mensaje de que el emprendimiento es una salida porque no hay empleo al que acceder.

 

La política de fomento del emprendimiento tiene que partir del acompañamiento en el desarrollo de la idea, en el análisis de viabilidad, en la puesta en marcha y en el mantenimiento de la actividad emprendida. Emprender no puede ser solo estar dado de alta en la seguridad social por cuenta propia.

 

La inversión para emprender suele ser una barrera difícil de saltar, por eso el gobierno ha puesto en marcha un programa de microcréditos que no requiere aval.

 

El empleo nos va a posibilitar el acceso al otro gran instrumento de participación e inclusión social: la vivienda, disponer de un techo bajo el que poder desarrollar ese proyecto vital que da sentido a la vida de las personas.

 

Aterrizo así en el gran reto de la política de vivienda en el futuro: no es otro que una política prioritaria de alquiler que posibilite a los jóvenes emanciparse y formar células familiares del tipo que sean. Con dinero público no debemos posibilitar el acceso a la propiedad de la vivienda.

 

Aquí surge el debate del derecho a la vivienda. En este momento se está debatiendo en el Parlamento la Proposición de Ley de Vivienda. En este cuerpo normativo se intenta concretar el derecho subjetivo a la vivienda.

 

No seré yo quien diga que ese derecho no debe concretarse, simplemente quiero poner el acento en que el debate no puede ser parcial.

 

No se puede discutir un derecho subjetivo sin debatir cómo se va a financiar tal derecho, algo tan sencillo como cuánto cuesta y quién lo paga.

 

Así que introduzcamos racionalidad en el debate para que el fin pretendido no sea una vez más papel mojado. Algo de eso ha pasado con la ley de la dependencia en España, que no en Euskadi.

 

Los otros dos grandes retos en el área de vivienda son la rehabilitación y la regeneración urbana.

 

“Impulsar y fomentar un nuevo modelo de rehabilitación sostenible, que garantice la accesibilidad universal, la eficiencia energética y la prevención  de la degradación de los edificios.

 

 

En el ámbito de las políticas sociales: el objetivo es asentarse definitivamente como el cuarto pilar del Estado de Bienestar para atender a todas las personas cuando éstas se encuentran una situación de máxima fragilidad. Y hacerlo desde la transversalidad de las actuaciones.

 

En ese sentido, hay que tender a la integración de todos los sistemas de atención a las personas. El primer hito es la consolidación de un sistema de atención socio-sanitaria.

 

Porque debemos asumir la diferencia y la diversidad como rasgo más común y más enriquecedor de las persona. El diferente no debe ser excluido.

 

La sociedad vasca se enfrenta a importantes retos derivados de la dinámica demográfica. Los datos son reveladores al respecto: se espera que de mantener constante la tendencia actual, Euskadi perderá más de 100 mil habitantes durante los próximos diez años.

 

Además de esta reducción de su tamaño, se producirán cambios importantes en la estructura de edades, ya que crecerá el número de personas mayores y se reducirá el de personas jóvenes.

 

La fecundidad alcanzó en Euskadi en la década de los ochenta y noventa mínimos históricos.

 

Así, la baja natalidad de los noventa provocará un descenso de la natalidad durante los próximos años al reducirse drásticamente el número de personas en edad de tener descendencia, colocando a Euskadi en una preocupante trampa demográfica.

 

Esta reducción de las personas jóvenes también se traducirá en pocos años en un descenso del número de personas en edad de incorporarse al mercado laboral, lo que supondrá un importante reto para el relevo generacional en las empresas, administraciones públicas y sociedad en general. 

 

Los retos que la situación demográfica plantea a la sociedad vasca en la actualidad son, por tanto, producto de nuestra historia reciente, lo que debería alertarnos de la influencia que también tendrá en las futuras generaciones lo que hagamos en el presente, es decir ¿cuál será nuestro legado demográfico?

 

El conjunto de la sociedad –el sector productivo, las organizaciones, las administraciones públicas, la sociedad civil, etc.-, se ve afectada por los retos que la situación demográfica plantea, y por ello, es de todos/as la responsabilidad de hacerles frente.  Es necesario abordar con urgencia esta cuestión.

 

Quizá el debate que no hubiera esperado es el que hace referencia a nuestro sistema de protección social, para que nos entendamos, el que se refiere a la Renta de Garantía de Ingresos.

 

Y no lo esperaba porque desde hace 25 años nos habíamos dotado de un sistema que es pionero en el Estado, fuimos la primera comunidad que lo implantamos, y lo habíamos hecho desde el liderazgo del Lehendakari Ardanza, y con la unanimidad del arco parlamentario.

 

Habíamos hecho de la solidaridad una seña de identidad y nos sentíamos orgullosos de tejer una red que no dejara caer a las personas más vulnerables, fueran de donde fueran.

 

Hoy, sin embargo, al calor del populismo más atroz, fundamentado en un cálculo electoral,  asistimos a un debate que pretende cuestionar lo que durante 25 años ha sido incuestionable.

 

No sabemos si en esa calculada ceremonia de la confusión se pretende luchar contra el fraude, modificar la ley para que sean menos las personas que puedan acceder al sistema o impedir el abuso.

 

Por eso es necesario recuperar el consenso social y político y ser capaces de volver a decir lo que José Ignacio Arrieta escribió hace 25 años:

 

“En Euskadi hemos asumido la marginación no como un problema del que la padece, sino de la sociedad, y como tal, su solución no puede ser patrimonio de nadie, sino responsabilidad de todos”.

 

 

Otro reto de futuro de las políticas sociales es el de la financiación del sistema. Hay que definir qué servicios y prestaciones queremos tener, cuánto cuestan y cómo las vamos a pagar.

 

Hasta ahora hemos hecho las cosas mal en cuanto a  la financiación. Hemos desarrollado derechos subjetivos.  Pero no hemos establecido un modelo de financiación que no genere tensiones al sistema.   

 

Por eso el Lehendakari en el debate de política general ofreció un pacto por los servicios sociales y la protección social. No resulta fácil dada la historia del desarrollo de los servicios sociales deudora, en cada territorio, de situaciones diferentes que han dado como resultado sistemas no homogéneos. Por eso el pacto resulta complicado pero, a mi juicio, más necesario que nunca.

 

O somos capaces de pactar en las próximas semanas un Decreto de Cartera de Servicios Sociales o, creo que será muy difícil, en el futuro,  que ese decreto sea viable, y en consecuencia, La ley.

 

 

Formularé algunas propuestas que, cuando menos debieran servir para provocar de verdad un debate de cuyo resultado pudiéramos concluir con la decisión más acertada.

 

Creo que, en primer lugar, se puede plantear que la dependencia sea contemplada como una contingencia de la seguridad social, cuyo título competencial, además, serviría para otorgar un título más habilitante a la regulación estatal.

 

También creo que existen posibilidades fiscales a tener en cuenta, que se puede incidir en una reforma fiscal que genere más recursos al sistema.

 

Bien podríamos hablar de un recargo impositivo para atender a la dependencia o de un impuesto específico para atender a dicha situación. Por otro lado sigo abogando por un copago en función de los ingresos y del patrimonio de las personas que sean usuarias de servicios residenciales.

 

 

 

 

En alguna ocasión, me he referido a este texto de BAUMAN que nos recuerda lo básico

 

Los antropólogos llegaron a fechar los al­bores de la sociedad humana gracias al descubrimiento de un esqueleto fósil, el esqueleto de una criatura humanoide inválida, con una pierna rota; pero se había roto la pierna siendo niño, y había muerto a la edad de treinta años. La conclusión del antropólogo era simple: allí había existido forzosamente una sociedad humana, porque esto no habría podido darse en un rebaño, donde una pierna rota termina con la vida del inválido, ya que no puede sustentarse por sí mismo.

 

La sociedad humana es distinta de un rebaño de anima­les porque alguien puede sostenerte; es distinta porque es ca­paz de convivir con inválidos, hasta el punto de que históri­camente podría decirse que la sociedad humana nació junto con la compasión y con el cuidado de los demás, cualidades sólo humanas. La preocupación de hoy en día se centra en este punto: trasladar esta compasión y esta atención a escala planetaria.

 

Dice Bauman que no alcanza a pensar en nada más importante que practicar la compasión y el cuidado de los demás, ahora a escala planetaria, porque son cualidades sólo humanas.

 

Y dado que uno de los agentes de cambio para el logro de todas las transformaciones que se plantean es el ejercicio de la política; hoy, más que nunca, quiero reivindicar ese papel.

 

Estamos en un momento de máximo descrédito de la política, de esa política nauseabunda que nos rodea, de ladrones y aprovechados que se han servido de la política hasta la extenuación, de gentes sin escrúpulos que merecen nuestro desprecio. A pesar de todo vuelvo a reivindicar ante ustedes la política, la gestión de la res pública, desde la regeneración moral de la misma.

 

Es imprescindible realizar una profunda revisión del papel de la política, pero no deberíamos permitir que, durante el proceso, acabásemos destruyendo el objeto de la revisión.

 

En este contexto tenemos que recuperar una política dotada de sentido y dignidad. La política es tan necesaria como el aire que respiramos.

 

El aire estará contaminado, pero o necesitamos para seguir viviendo aunque haya que regenerarlo. Tenemos que limpiarlo, pero no podemos prescindir de él.

 

En palabras de Daniel Innerarity la política no es una molestia, sino aquello que nos permite vivir juntos siendo diferentes. La política es una actividad que consiste en no aceptar que la realidad nos venga dada, que las cosas son como son, tiene vocación de ir más allá de la realidad, de imaginar escenarios inexistentes con capacidad para impulsar proyectos de futuro.

 

Sin política, no hay sociedad, solo quedan, como propugnaba la concepción thatcherista, las personas solitarias que defiende el individualismo radical.

 

Por todo ello, citando al Papa Francisco en su Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium, les invito a pedir conmigo “que crezca el número de políticos capaces de entrar en un auténtico diálogo que se oriente eficazmente a sanar las raíces profundas y no la apariencia de los males de nuestro mundo.

 

La política, tan denigrada, es una altísima vocación, es una de las formas más preciosas de la caridad, porque busca el bien común.” Finalmente, el Papa aboga por una mentalidad política y económica que ayudaría a superar la dicotomía absoluta entre la economía y el bien común social.

 

Como dijo Josep María Vallés en la conferencia inaugural del curso académico 2011-2012 en Barcelona:

 

“Alguien pensará que me dejo llevar por una deriva moralizante. Tiene razón. Pero no es una deriva nada original. Es del todo consistente con una idea de política que viene de lejos y que ha sustentado la mejor tradición democrática. Es la concepción de que no se puede desligar la política de la ética.

 

Es la idea de que la plena realización moral de la persona solo es posible en comunidad. El esfuerzo para conseguir esta realización es indisociable del compromiso con la comunidad. De una comunidad política que no surge porque los humanos necesiten vivir juntos, sino que viven juntos porque necesitan vivir bien, es decir, vivir felizmente.

 

El fin de la ciudad – el fin de la política democrática- es poder decir conjuntamente qué es bueno y qué es justo. Y de esa manera poder compartir una vida digna de ser vivida.”

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