Los ciudadanos de Escocia han decidido mantener su vínculo con el Reino Unido. Pensando en ello y siendo importante dicho resultado, la realidad es que lo más importante no es el resultado. Escocia ha realizado su ciaboga. Y lo ha hecho con naturalidad democrática, alegría y cohesión social generalizadas. En la isla de Skye, en las islas Hébridas, Edimburgo, Aberdeen y Glasgow la ciudadanía de Escocia vota masivamente para decidir su independencia del Reino Unido o su permanencia en el mismo conforme al Tratado de la Unión de 1707. De una media de participación entorno al 55% en las elecciones al Parlamento escocés, la participación se ha disparado en esta ocasión hasta superar el 80%. No hay, por tanto, crisis de la política cuando se deciden cuestiones de calado con rigor y debate cívicos.
Ya en 1977 Meadows (“Constitutional crisis in the UK”) anticipaba, aunque fuera exageradamente, el sentido que en estos años ha cobrado la “Devolución de poderes” en Escocia. Según su metáfora, los ingleses hacían rimar la “Devolución” con la palabra “Evolución”, mientras que los escoceses querían hacer rimar la misma palabra con la “Revolución”. Ni era ni es para tanto, pero la realidad de la democracia pactada entre las dos naciones ha hecho vislumbrar un ejemplo palmario de normalidad democrática, pacto y aceptación mutua de la democracia y de sus resultados. Aquí es donde Alex Salmond, David Cameron, Escocia y el Reino Unido han ganado mostrando al mundo que el Derecho Constitucional del Siglo XXI se puede dibujar, incluso sin una constitución escrita. Todo ello independientemente del resultado del referéndum y sus implicaciones, incluida la cuestión europea. En resumen, tanto en Londres como en Edimburgo hemos visto cómo se ejerce la democracia, mientras en otros lugares seguimos debatiendo sobre lo que significa la democracia en una especie de ciaboga infinita.
De vuelta a las calles, aunque estando hoy lejos de Escocia, algunas de las escenas que me llegan en estas horas hablan de una Escocia moderna, abierta y vibrante, que apuesta por la energías eólicas y marinas, que quiere mantenerse en la Unión Europea, frente al estoicismo europeo del Reino Unido. Como recordarán muchos aficionados al rugby, la selección de Escocia y sus aficionados suelen decir que “ganar a Francia es un honor y a Inglaterra una obligación”, lo cual sugiere, en cierta medida, la querencia europea de Escocia frente al recurrente pasotismo inglés con un juego físico y de choque incapaz de superar, en general, el juego “a la mano” de Francia con el balón oval. Una Escocia que ha liderado la política social del Reino Unido y de su sistema universitario público.
Más allá de la importante cuestión nacional e identitaria, el debate abierto en Escocia y en el Reino Unido nos habla, sobre todo, de dar contenido económico, social y político a la independencia mediante un referéndum pactado entre iguales. En suma, decidir para ser nación en Europa y dar un contenido político real y efectivo a dicha decisión asumiendo, en todo caso, el resultado del veredicto de las urnas. Esta es otra victoria política de todos, independientemente del resultado. Democracia en estado puro.
Si la ilustración escocesa en el siglo XVIII fue un movimiento ejemplar y pionero con nombres como David Hume, Adam Smith o Thomas Reid, entre otros muchos, el movimiento jurídico-político que representa Escocia con su referéndum ha puesto en valor la democracia real y los nuevos conceptos de soberanía, pacto y decisión que, más cerca de nosotros, el difunto Neil McCormick puso de manifiesto en su libro “Questioning sovereignty: Law, State and Nation in the European Commonwealth” (Oxford University Press, 2002). Otro autor y buen amigo escocés, Michael Keating, anticipó buena parte de lo que está pasando en su obra “The Independence of Scotland” (Oxford University Press, 2009).
Para quienes apostamos por una nación vasca moderna en la Unión Europea, abierta, plurilingüe, progresista y basada en los valores de la democracia, los derechos humanos, la política social y el desarrollo sostenible, el camino dibujado por Escocia y el Reino Unido es un paradigma insoslayable. Un proceso de determinación política ejemplar. Un ejemplo, también, por la mutua aceptación de ambas naciones y de los resultados del referéndum.
No olvidemos que el reconocimiento de Escocia como nación se basa también en la “Devolución” política de sus Derechos Históricos. Algo que, a muchos vascos, nos suena como la música de nuestras propias libertades en palabras de Agirre e Irujo. ¡¡ZORIONAK SCOTLAND & UK!!