Hoy la campaña es más fácil que muchos otros días. Estoy en casa, respirando salitre. Es arrain azoka y el mahón pinta la calle de mar. Escucho, huelo, veo, siento lo mío, mis raíces. Y esa es una buena razón para sentirse bien. Pero además estoy en un pueblo, Bermeo, en el que no hace ninguna falta explicar lo importante que es Europa y lo que influye en nuestra vida cotidiana. Lo sabemos bien desde que ingresamos en la Unión Europea. Desde que los acuerdos de pesca y la política pesquera común son parte de nuestra vida y nuestras preocupaciones. Desde que empezamos a escuchar palabras como descartes, rendimiento mínimo sostenible, pesca legal controlada y comunicada, TAC-s, reestructuración de la flota, ayudas al desguace y tantas y tantas expresiones que dicen tan poco en otros lugares. Y esa es otra razón para estar tranquila. Porque lo fundamental aquí nos lo sabemos de carretilla: Europa importa y mucho. Y estar allí para que no decidan por ti es fundamental.
Quizá ser de Bermeo me ha ayudado mucho en una singladura como la que me ha tocado vivir estos cinco años. Aquí miramos mucho al horizonte y estamos acostumbrados a ir y volver y sobre todo a esperar. Apenas un punto en el infinito, esa mota que solo ve el que conoce es para nosotros todo: el anuncio de que los nuestros vuelven a casa, lo más importante. Y la esperanza de que además las cosas hayan ido bien.
Por eso me he planteado cada semana en Bruselas como una costera. Y me he tomado cada mínima posibilidad como ese punto en el horizonte que debe serlo todo. He trabajado también con una red, formada por centenares de organizaciones, particulares y empresas que se han sumado al empeño de pescar en es mar a veces confuso y siempre complejo que llamamos unión europea. Y no se han dado mal las costeras porque, poco a poco, vamos consiguiendo que centenares de ideas vascas vayan se hayan convertido en normativas europeas.
Ahí tenemos el caso del informe que por primera vez reconoce los derechos de rederas, neskatillas y empacadoras y la fascinante aventura que ha sido conseguirlo. Tuvimos primero que cumplir nuestro compromiso: conseguir que hubiese más Europa en Euskadi, trayendo aquí a la Comisión de pesca del Parlamento. Luego al revés, trabajamos para que hubiese más Euskadi en Europa. Así Isaura, Ainhoa y Maite llevaron a Bruselas el testimonio de las mujeres del salitre. Hubo que convertir toda esa vivencia en enmiendas, propuestas, textos concretos y conseguir apoyo. Así todos somos protagonistas de un acuerdo que demuestra que se puede. Pero hace falta intentarlo.
Esa es nuestra forma de trabajar. A eso le llamamos política de proximidad, al servicio de las personas, pensada por y para las personas. Y eso queremos seguir haciendo los próximos cinco años. Porque tarea hay mucha y posibilidades también. Todas pasan por reivindicar el buen nombre de nuestra flota de nuestros arratzales, porque aquí y en el índico dan ejemplo de buen hacer. Somos pioneros en muchas técnicas pensadas para conservar el patrimonio del que vivimos. Y hay que dar esa batalla de imagen en un Parlamento que parece a veces más conmovido por la suerte del pescado que por la de las personas.
Nuestra propuesta es aprovechar al máximo las ventajas de la nueva Política pesquera común y corregir sus problemas. Vamos a proponer una definición de pesca de bajura que se adapte a nuestra realidad. Queremos promover planes locales de desarrollo de las zonas costeras aprovechando la regionalización y combinación de fondos que permite la PPC. Vamos a reivindicar el papel que corresponde al Parlamento Europeo en la determinación de los planes de gestión a largo plazo de especies como la anchoa, para estabilizar las cuotas y hacerlas más transparentes y objetivas. Seguiremos apoyando en esa línea el prestigio de Azti. Nuestra industria atunera necesita un papel acorde con su dimensión e importancia en la negociación de los acuerdos pesqueros. Impulsaremos la apertura de negociaciones en otros países, un mayor control de las conservas provenientes de países terceros y que se siga protegiendo nuestra flota desde la operación Atalanta. Porque no nos olvidamos de la tripulación del Alacrana y nadie debe pasar por el mismo trance. Queremos además reivindicar las buenas prácticas de nuestros arrantzales en todos los mares porque son ejemplo europeo en respeto al medio del que viven y, como no, seguir apostando por las mujeres de la mar.
Queremos impulsar además la vida en la costa, porque somos potencialidad, porque somos calidad. Solo hace falta venderla mejor. Envolverla en papel de regalo. Y para ello la nueva Política de Pesca Común ofrece grandes oportunidades. Con las normas europeas en la mano las organizaciones locales y sus proyectos van a ser determinantes. En Europa piden proyectos atractivos, interesantes. Y cuando escuche esos requisitos pienso en San Juan, en su capacidad para ayudar a mucho más que vender latas de conserva. Para convertir una visita a Bermeo como a cualquier otro punto de nuestra costa en toda una experiencia, porque tenemos delicatessen para todos los sentidos. En ese trabajo, en Bermeo, en Bruselas y en donde haga falta vamos a seguir encontrándonos.