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08Febrero
2014
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Una receta capital

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Febrero 08 | 2014 |
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Nerea Melgosa

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Noticias de Álava


Vivimos en un municipio que es capital. Capital de muchas cosas y que ha dejado de serlo en otras muchas. Hubo un tiempo en que, para el Ayuntamiento, lo capital eran las personas y sus necesidades. Allí se colocaba el centro de las políticas municipales. Ahora, lo importante es ser capital por otras cuestiones, cuestiones que, año tras año, prometen colocar la ciudad en el mapa.

Esto de las capitalidades, en definitiva, se parece a una eterna clase de anatomía donde, a cada paso, Maroto quiere cambiar las nociones básicas. Desde chavales, entendíamos Vitoria-Gasteiz como un cuerpo donde las partes fundamentales eran la cabeza y el corazón, los órganos del pensamiento y la solidaridad, lo que nos hace humanos. Nos fuimos haciendo mayores y, poco a poco, fueron ganando importancia los pulmones. Descubrimos la importancia de respirar mejor como una de las señas indiscutibles de la calidad de vida. También han cobrado protagonismo las extremidades (capitalidad deportiva), los ojos (capitalidad televisiva) pero ahora, en 2014, el órgano más importante del cuerpo gasteiztarra es, sin duda, el estómago. El estómago y las tragaderas, me atrevo a añadir.

Todo un baile de capitalidades a un ritmo cada vez más frenético. Hace sólo un par de años teníamos la impresión de que el título de Green Capital llegaba para dejar una impronta duradera. Había unas sólidas bases que nos hacían merecer esta distinción (implicación de la ciudadanía, éxito de las apuestas de sostenibilidad social y ambiental del alcalde Cuerda,…) y bastaba con aprovechar la oportunidad sacándole el máximo rendimiento. Sin embargo, el galardón vino y se fue sin más huella que la que pudo dejar en forma de logotipo, seto y planta colgante.

Dos años después, la historia se repite con leves cambios. De ostentar una condición pasamos a albergar varios eventos. De recibir dineros (nunca se sabrá exactamente cuántos ni cómo) pasamos a pagar. De irnos fuera a vender nuestro “know-how” pasamos a acoger actividades que vendrán de fuera, con escasa aportación local.

Desde el Partido Nacionalista Vasco, siempre hemos defendido la idea de que todo lo que suponga traer reconocimiento, reportar proyección y fomentar el desarrollo económico y social del municipio, siempre bajo premisas sostenibles, debe apoyarse decididamente.

En el caso de la capitalidad gastronómica, la primera reacción fue de susceptibilidad. No entendíamos la celeridad con que había que tomar decisiones con una mínima información. Sólo se nos presentó un proyecto definido a escasos días de que Gasteiz obtuviera este título. Y la mayor carencia que encontramos en el programa presentado era la relativa a la participación real del tejido productor local (agricultores, ganaderos y elaboradores locales). Las diferentes actividades que allí se enumeraban se podían realizar aquí, en Toledo o en cualquier otro sitio.

Vitoria-Gasteiz es única y eso es lo que debemos mostrar y difundir: nuestra identidad.  La  mejor muestra de ello sería trabajar codo con codo con aquellas personas que, en su día a día, en la siembra, en la apertura del local, en la preparación de un guiso, se juegan su futuro. Y con él, el de todo el municipio.

No es justo restar protagonismo al “saber hacer” gasteiztarra. No es justo que no se cuente con todos los comercios y empresas que llevan trabajando muchos años para poner Vitoria-Gasteiz en el sitio que se merece. No es justo no trabajar, cuchara con cuchara, con las personas que colaboran voluntariamente en Boilur, con la gente de las sociedades gastronómicas, con las personas que conforman Slow Food Araba,… En definitiva, no podemos dejar que ingredientes esenciales para que nuestro guiso sea excelente y único no se cocinen y acaben caducando en la despensa del olvido.

Y en esas estamos. Ahora que se está preparando la receta para que este guiso llamado “capitalidad gastronómica” sepa lo más rico posible,  poniendo la sal y la lumbre necesaria desde todos los partidos políticos. No entendería la ciudadanía que, después de los preparativos, ahora nos dé por apagar el fuego y ver cómo la comida se pudre. Desde el PNV daremos el calor necesario, pero siempre controlando que la sal y el tiempo de cocción sea el que las vitorianas y vitorianos quieran, no el que marque un recetario ajeno.

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