Opinión
15Enero
2014
15 |
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TRAS LA MANIFESTACIÓN DE BILBAO

Opinión
Enero 15 | 2014 |
Opinión

Markel Olano

Opinión

El Diario Vasco


Acudí orgulloso a la manifestación que se celebró el pasado sábado en Bilbao. Orgulloso de la convocatoria y orgulloso de mi partido, el cuál realizó una aportación muy importante para dar salida a una situación ciertamente endiablada.

La izquierda abertzale lleva décadas convocando a toda su masa social a una manifestación a principios de año a favor de los derechos de los presos. Es una cita obligada para ellos y ha cobrado una renovada importancia a partir de la decisión de ETA de abandonar definitivamente el uso de la violencia.
Es en este contexto en el que cobra especial gravedad la irrupción de la Audiencia Nacional española, de la mano del Juez Velasco, en primer lugar lanzando una operación contra el grupo de interlocutores con el EPPK y, en segundo lugar, prohibiendo la manifestación y ordenando a la Ertzaintza, a la Policía Nacional y a la Guardia Civil que tomaran las medidas necesarias para impedir que se celebrara el acto.
Es evidente que, en un contexto de cese definitivo de la violencia, los poderes del Estado español continúan haciendo uso de tribunales especiales (Audiencia Nacional), leyes especiales (Ley de Partidos) y una política penitenciaria que muestra un espíritu más vengativo que dirigido a la reinserción. En definitiva, una política antiterrorista sin terrorismo.
Pero ello tiene una consecuencia directa: el proceso de paz en Euskadi cuenta con un agente de gran relevancia que se ha constituido en un obstáculo importantísimo: el Gobierno español.
¿Por qué? Pues porque su interés principal no está dirigido a resolver una situación de violencia que asolaba nuestro pueblo; su interés principal está dirigido a mostrar firmeza ante una extrema derecha política y mediática de cuyo marcaje férreo no puede liberarse. Se trata, pues, de un Gobierno mediocre, cortoplacista, irresponsable y cruel.
Pero volvamos a la manifestación. Su prohibición, sumada a las detenciones previas, generó una tensión política que muy probablemente desembocaría en escenas parecidas a las de febrero de 2007: miles de personas enfrentadas a un gran dispositivo de la Ertzaintza con orden judicial expresa de impedir el acto.
La jugada del Gobierno español (que hizo uso de su fiscalía para solicitar la prohibición) tenía su miga: ofrecer una imagen de firmeza y lograr que fuera la Ertzaintza la que arrostrara las consecuencias, logrando, de paso, un enfrentamiento político de primer orden entre las dos tradiciones políticas nacionalistas.
Pues no. La nueva convocatoria pactada por EAJ-PNV y Sortu cortó de raíz el escenario explosivo que estaba servido. En el momento en que lo supe, escribí en Twitter que pensaba que dicha convocatoria marcaría un antes y un después en el proceso de paz. Lo sigo pensando, pero de un modo más atenuado.
Hay dos cuestiones que me preocupan: en primer lugar, la actitud de los partidos constitucionalistas vascos. El PP de Euskadi vuelve a mostrar una incapacidad absoluta para defender los intereses de nuestro país; es más, en este caso concreto asume sin matices el relato más ultra que se hace público  en ciertos medios españoles.
El PSE, por su lado, se sitúa en una especie de “territorio neutral” desde el que critica tanto al PP por su inmovilismo como a EAJ-PNV por “echarse en brazos” de Sortu. Lo hace sin haber realizado una sola propuesta para solucionar la situación explosiva antes descrita. Pretender hacer política en la Euskadi de hoy sin ser un agente activo en el proceso de paz es convertirse en una organización irrelevante.
Por último, no puedo dejar de lado la interminable sucesión de consignas a favor de los presos que proclamaron las bases de la izquierda abertzale este pasado sábado en Bilbao. Todos ellos sabían cuáles eran los contenidos de la convocatoria y que todos los convocantes se comprometieron a que fuera silenciosa. Dicha actitud, en el contexto actual, pone de relieve una notable falta madurez en la sociología de la izquierda abertzale a la hora de interiorizar cuáles son las bases y actitudes más importantes para impulsar un proceso de paz. En mi opinión, su situación particular les hace perder perspectiva de país.
Todo ello me lleva a pensar que el establecimiento de unos mínimos comunes para la puesta en marcha de una estrategia nacional va a requerir tiempo y dedicación. Por mucho que la izquierda abertzale siga interpelando a EAJ-PNV en ese sentido,

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