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Primavera Down

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Marzo 21 | 2012 |
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Nerea Melgosa

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Noticias de Álava


Ayer recibíamos a la primavera y hoy celebramos el Día Mundial del Síndrome de Down. Parecen dos fechas unidas por la casualidad en un calendario tan cargado de conmemoraciones, pero no lo veo así. Son dos días para despertar. Ayer despertaban el color y la tierra, despertaban los sentidos aletargados después de tanto frío. Hoy despiertan la humanidad y la cercanía, despiertan los sentimientos ante el ejemplo de unas personas capaces de descubrirnos todo un mundo en afectividad, igualdad, trabajo en equipo,...  Personas capaces de recibir con una sonrisa todo lo que les podamos enseñar y devolvernos toda una lección de vida.

Como en tantos otros días mundiales, junto a la celebración surge la reivindicación. No podemos negar que la realidad social de las personas con síndrome de Down y sus familias ha mejorado a lo largo del tiempo, pero son muchas las cuentas pendientes. Todavía estamos lejos de una total integración es aspectos tan fundamentales como el del acceso al mercado de trabajo o a una vivienda que facilite la autonomía personal. ¿Qué nos impide darles una oportunidad para que demuestren lo que realmente valen? ¿Qué nos da miedo? ¿Es que no nos vemos capaces de estar a la altura de su sinceridad, bondad e integridad?

Son los verdaderos rebeldes de una sociedad donde priman el mercado, la competitividad y el afán de perfección. En este panorama, incomoda la manera de ser de unas personas que ven continuamente el lado positivo de la vida y, desde su diferencia, nos muestran con los ejemplos más sencillos que todos somos iguales y que no podemos movernos por principios lejanos a la solidaridad y el compañerismo.

Se han dado pasos para la integración fundamentalmente en el aspecto educativo, donde el objetivo es aprender en igualdad de condiciones con apoyos. Sin embargo, en cuanto llegan a la vida adulta, aparecen las trabas. Trabas desde la propia Administración, que incumple cuestiones tan básicas como la de la cuota de ocupación laboral (no se alcanza ese 3% de plantilla con personas con discapacidad que marca la ley). Tampoco se acaban de introducir criterios sociales en la contratación pública para valorar las ofertas de empresas que integren en sus plantillas personas con discapacidades.

Conseguir trabajo sólo es un peldaño en la escalera de la integración, pero un peldaño decisivo. Por eso, desde el Grupo Nacionalista hemos propuesto en infinidad de ocasiones que el Ayuntamiento dé pasos adelante en materia de empleo inclusivo. Lamentablemente, alcaldes con ideologías supuestamente opuestas han acabado actuando con los mismos principios mercantilistas en este aspecto. 

Las personas con síndrome de Down elaboraron su primer manifiesto en el año 2009, lo que nos da una idea de lo duro que ha sido el esfuerzo por lograr que se les escuche. En aquel manifiesto no pedían nada que no pueda reclamar cualquiera de las personas que nos rodean. Nos hacían ver su derecho a una vivienda digna, su necesidad de autonomía. Pedían un mundo donde tomar decisiones no sea una aventura arriesgada, reivindicaban su derecho a equivocarse. Que se cumplan las leyes de accesibilidad, las de la promoción de la autonomía, las de discriminación positiva,…

Pongámonos por un momento en el papel de una madre o padre que comprueba cómo la sociedad no trata como igual a su hijo o hija, cómo remarca su diferencia por no poder adaptarse a una supuesta normalidad, cómo adopta actitudes incluso de rechazo. ¿Qué principios pueden transmitir estos progenitores a sus niñas y niños cuando el resto del mundo se encarga de deshacer su esfuerzo y sus expectativas? Hay un cuento que leo a mis hijos llamado “El cazo de Lorenzo” donde se nos demuestra que todos somos iguales, que nos necesitamos los unos a los otros para lograr una sociedad más justa y cohesionada, que nuestros miedos sólo responden a un absurdo afán de control. Muchas veces son las historias más básicas las que pueden ayudarnos a superar los complejos más absurdos.

Hoy os invito a acudir a ejemplos cercanos de cómo las personas con síndrome de Down aprovechan y agradecen cada puerta que se abre. Me decía hace poco un padre que lo que realmente valoraba su hija era coger todos los días el tranvía para ir a trabajar y tener algo de dinero en el bolsillo para tomar café con sus compañeros de trabajo. ¿Podemos ser capaces de no darles esa oportunidad que reclaman por temor a lo diferente, por incomodidad, por ignorancia? Os invito a que veáis el video “Haz conciencia y no hagas diferencia”. Aislamos y marginamos desde una percepción de lo diferente. Nos enriquecemos desde una concepción de la diversidad.

Las personas con síndrome de Down aportan y promueven valores que hacen a la sociedad más digna de llamarse humana. Su exclusión es nuestro fracaso.

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