Sin lugar a dudas, el contrato de limpieza de Vitoria-Gasteiz es el más importante y jugoso de cuantos salen a licitación en el Ayuntamiento. Si a éste unimos el de gestión del vertedero de Gardelegi la apuesta mejora sustancialmente, hasta el punto de resultar tremendamente atractiva para las grandes empresas del sector.
En la primera legislatura del PP con Alfonso Alonso al frente de la Alcaldía de Gasteiz, una de las grandes empresas del sector de los servicios urbanos ya había fijado en el punto de mira a la capital de Euskadi. Eran tiempos de vino y rosas, la economía pitaba y no se escatimaba a la hora de cuantificar los costes de los servicios urbanos. Una oportunidad de oro para implantarse en la ciudad, cosa que sucedió: Fomento de Construcciones y Contratas fue la adjudicataria del concurso. Después llegó el contrato de Gardelegui, la guinda para un pastel que ya se estaba merendando la empresa de las Koplowitz.
Todo ello se nos vendió por episodios, envuelto en glamour y celofán: que si la flota de camiones y barredoras más moderna, que si las políticas de gestión de residuos más avanzadas, que si utilización de agua no potable para los baldeos… Han pasado cerca de seis años, los camiones y las barredoras ya no relucen a pesar de las manos y más manos de pintura que se les han ido aplicando, los sistemas eléctricos e hidroneumáticos fallan, algunos camiones entran en combustión espontánea -la mayoría tiene más horas de vuelo que el Halcón Milenario de La Guerra de la Guerra de las Galaxias-, algunos incluso proceden de otras ciudades de la piel de toro y, antes de servir en Vitoria, lo han hecho en ciudades gallegas o en Donostia. En definitiva, están más amortizados quela Central Nuclear de Garoña. Además, pasan la ITV en Miranda y casi seguro que no lo hacen por contribuir a mejorar la economía castellano-leonesa, sino porque allí resulta más fácil superar la prueba.
Lo del agua tampoco tiene desperdicio. La que se usa para los baldeos y limpieza de las calles -cientos de metros cúbicos al día- lejos de ser reutilizada, se obtiene de la red de abastecimiento de Amvisa y más concretamente de las bocas destinadas a los bomberos. Por supuesto, a cuenta del erario público o, lo que es lo mismo, gratis total para la empresa. ¡Vivala Green Capital!
Luego están los equipos fantasmas, aquellos que se presentaron públicamente y luego nunca más se supo de ellos. Me refiero a las máquinas limpiadoras de chicles o los camiones de limpieza de contenedores, cuyo paradero se desconoce.
Pero esto, que ya tiene bastante de preocupante, no es lo peor. Más allá del paulatino achatarramiento de las máquinas, se están deteriorando las relaciones laborales y la situación del personal de la contrata. Parece que en FCC confunden el trato a la mercancía manipulada (basura) con el trato a los trabajadores. Incluso los que están acogidos al Pacto de homologación con derechos de subrogación consolidados ven peligrar sus derechos adquiridos. Se habla lo mismo de la reducción en media hora de la jornada que de dejar de recoger la basura domingos y festivos. La empresa se empeña en poner constantemente estas cuestiones sobre la mesa de negociación laboral, materias que están fuera de su alcance y que solo el Ayuntamiento puede modificar. Mientras tanto, el equipo de gobierno del PP niega públicamente que haya autorizado a la contratista a negociar en esos términos. ¡No hay quien lo entienda!
Pero como dijo Shakespeare, “algo huele a podrido en Dinamarca”. En este caso en un punto más cercano, en Gardelegi, donde la afirmación no es metafórica sino literal, teniendo en cuenta que hablamos de un vertedero. Si analizamos, por un lado, las obligaciones que impone el contrato a la empresa de limpieza y los servicios que ésta presta a la ciudad y, por otro, la situación actual de la plantilla en comparación con lo que recoge el pliego de condiciones, la metáfora olfativa cobra sentido.
Y la retahíla continúa. Los responsables de la contrata no tienen la titulación exigida; algunos figuran en la plantilla de Vitoria-Gasteiz y aquí cobran sus retribuciones, pero trabajan en Bilbao; y otros (médico y enfermeras) ejercen su labor en esta ciudad solo tres días a la semana y el resto fuera, suponemos que pasando reconocimientos médicos a la plantilla de FCC de otros lugares. ¿Por qué trabajan fuera si están asignados a Vitoria-Gasteiz? No lo sabemos. A lo mejor esta ronda la pagamos nosotros y más adelante nuestros agradecidos vecinos nos regalan algún camión viejo para reponer las bajas de nuestra maltrecha flota.
La cuestión se enreda en el apartado de la plantilla contratada. Parece que los efectivos disponibles no se corresponden con lo que el contrato exige, hasta el punto de que muchos de los servicios considerados estructurales acaban cubriéndose con personal contratado para cuestiones puntuales. Y es que la precariedad laboral se ha instalado en esta empresa. La contratación de eventuales se ha multiplicado exponencialmente para poder ser utilizados a modo de figurantes, como en las grandes producciones cinematográficas. ¿Que nos dicen que en tal calle no se limpia suficiente? Pues desplazamos al personal de sus tareas específicas (recogida de hojas o lo que sea) y los ponemos con el carrito y la escoba para tranquilizar al empresario-Ayuntamiento. Con el absentismo laboral ocurre tres cuartos de lo mismo. Como es muy alto dada la penosidad de las tareas, no lo cubren. Total ¿para qué? La empresa factura religiosamente en los plazos convenidos y, sisando al Ayuntamiento de aquí y de allá, el Consistorio paga sin rechistar.
Conviene tener muy presente que el contrato de limpieza y recogida de basuras nos cuesta una millonada: casi 25 millones de euros al año, a los que hay que sumar 1,2 millones más por la gestión del vertedero, es decir, casi 4.400 millones de las desaparecidas pesetas. Un contrato sobre el que algunos expertos opinan que está sobredimensionado en costes -que no en servicios- en comparación con otras ciudades de similar tamaño y población.
A nuestro entender, este contrato necesita de un control exhaustivo, minucioso y riguroso que asegure que no se malgasta ni un solo euro, que se cumplen todos y cada uno de los aspectos y obligaciones que se derivan del cumplimiento estricto de sus cláusulas. Si en tiempos de crisis es importante ahorrar, todavía es más importante asegurarse de que el dinero que se gasta se emplea adecuadamente.
Al comienzo de esta legislatura, desde el Grupo Municipal EAJ-PNV pedimos una auditoría externa que analizase en profundidad el cumplimiento de todas las obligaciones que se derivan del contrato, en coordinación con los servicios jurídicos municipales y el servicio de contratación, para poner negro sobre blanco qué se está cumpliendo y qué no, para pagar exclusivamente por los servicios prestados.
De no ser así, el próximo día que me reúna con un buen amigo militante de las teorías de la conspiración y me cuente aquella que afirma que las grandes empresas contratistas mandan en las administraciones públicas y no a la inversa, tendré que decirle: “Me ha dicho un amigo que conoce un Ayuntamiento en el que algo parecido pudiera estar pasando…”.