Tras el notable fracaso político del proyecto constitucional europeo, el complicado entramado de la UE está destinado a nuevos y profundos debates en materia de Derechos Fundamentales. Los últimos acontecimientos acaecidos en Francia con expulsiones masivas de personas ponen de manifiesto la incapacidad del marco europeo para hacer respetar y cumplir el marco de Derechos Fundamentales del que se ha dotado. La cuestión no es ni mucho menos baladí si consideramos que la UE carece de una verdadera Administración propia, debiendo servirse de cada Estado miembro para hacer frente al cumplimiento de sus políticas y normas en cada contexto.
Este aspecto, muchas veces obviado, complica la situación, y la propia aplicación del Derecho Comunitario, de forma más que notable. En este difícil camino de integración europea progresiva, las sucesivas ampliaciones han sido marcadamente positivas.
Pero, si en el plano de la UE se ha operado una modificación del concepto clásico de soberanía, cediendo una buena parte de la misma hacia una instancia supranacional, dotada de un Derecho propio, que goza de eficacia directa, primacía y tutela jurisdiccional, es evidente que la voluntad política de los distintos gobiernos europeos debe concordar con el espíritu de integración europea que ha inspirado el movimiento europeo, también en el caso vasco para pensadores como Irujo, Landaburu o Aguirre. La respuesta de Sarkozy ante Durao Barroso, sin embargo, camina en un sendero diferente apostando por modelos de soberanía alejados de los Derechos Fundamentales y del compromiso europeísta que Francia lideró en otros momentos históricos de la mano de mitos del europeísmo como Robert Schuman. Con estos mimbres recientes, no parece una mera casualidad que Francia rechazará la Constitución de la UE en el referéndum de 2005.
La consideración del proceso de integración europea como fruto de una voluntad global de diversos Estados, cuyas peculiaridades internas están recogidas en cada una de sus Constituciones, debe producir, en mi opinión, una suma plural de voluntades democráticas manifestadas hacia dentro de cada Estado, pero también hacia fuera de los mismos en el peculiar nivel de la UE. Para canalizar este fenómeno y dotarle de una dimensión real acorde con la práctica, podemos servirnos como ejemplo de la institución de los Derechos Fundamentales, requisito imprescindible de pertenencia a la UE.
La cuestión debería ser fundamental pues la UE asume que el núcleo más duro de su ordenamiento, esto es, la protección de los derechos fundamentales, sea tutelada de forma directa a través del acervo común vigente en los Estados miembros. Se trata del aspecto más importante en cualquier sistema jurídico y, con toda seguridad, más directamente vinculado a la soberanía de cada Estado, en forma de derechos individuales y colectivos de los ciudadanos directamente esgrimibles en vía administrativa y/o jurisdiccional. Así, la existencia real de una suma de pactos constitucionales se manifiesta aquí como procedimiento de reconocimiento de tales derechos en el plano de la UE, incluso a pesar de que ésta carece todavía de vías o instrumentos de ejecución directa sobre tales obligaciones fundamentales. Hay, pues, un principio o una presunción de confianza constitucional recíproca en la protección que se acomete en cada nivel interno de los derechos fundamentales y que, en este caso el Gobierno de Francia, no ha dudado en defraudar.
Por lo tanto, si, en materia de derechos fundamentales, la importancia del ordenamiento constitucional interno resulta innegable a la hora de contemplar sus diversos postulados como una fuente más de protección de los derechos en sede comunitaria, las instituciones comunitarias, las Administraciones de los Estados miembros (incluidas las subestatales) y, en su caso, el propio Tribunal de Justicia de la UE, deben esforzarse en delimitar hasta dónde llegan la tradiciones constitucionales de cada Estado (no sólo las del eje franco-alemán), para que todas ellas culminen en el complicado proceso de integración europea que muchos anhelan, y que necesita en la actualidad de un mayor refrendo de la sociedad europea. De lo contrario, mucho me temo que la UE seguirá sufriendo pequeños o grandes reveses como el asestado por Francia en las últimas fechas.