Somos lo que somos porque en su momento innovamos. Es un hábito tremendamente saludable que nunca conviene perder. En el momento en que se pasa de la innovación a la modorra empezamos a ver de reojo cómo otras ciudades nos empiezan a tomar la delantera y, para cuando nos queremos dar cuenta, ya estamos lejos de las posiciones de cabeza y perdemos oportunidades.
Algo que históricamente no ha sucedido en muchas ciudades y aquí nos marcó durante el siglo pasado fueron las dinámicas paralelas de innovación en el ámbito empresarial e institucional. Mientras en Vitoria-Gasteiz se iban estableciendo proyectos punteros en el ámbito de la automoción o el metal, desde el Ayuntamiento se inició con la democracia un ejemplar proceso de innovación sociourbanística que nos ha dejado una ciudad de la que presumir en zonas verdes, en servicios de proximidad, en riqueza y variedad de equipamientos… Durante años hemos sido objeto de copia y modelo para muchos. Sin embargo, en la última década parece haberse instalado una sensación de aturdimiento y engañosa satisfacción por lo conseguido. Éste es el mayor de los peligros.
En lo económico, la crisis ha destapado las debilidades de nuestro tejido industrial, donde se teme por nuestra excesiva dependencia de una serie de empresas tractoras de difícil reconversión. En el ámbito municipal se echa en falta el liderazgo urbano inteligente y entusiasta que antes nos caracterizaba. Hay que desperezarse y retomar cuanto antes la senda de la innovación, la actual crisis es la mejor de las oportunidades. Para ello, eso sí, Ayuntamiento y empresas han de caminar del brazo, como ya se hizo antes.
Tenemos una base inmejorable. Por un lado contamos con un sustrato empresarial de PYMES que facilita la flexibilidad para un cambio de modelo. También están surgiendo iniciativas de reorientación de actividad hacia sectores claves como las energías renovables o la biotecnología y, desde luego, cada vez es más consciente el tejido empresarial de la urgencia por internacionalizar las líneas de negocio. En todos estos ámbitos el Ayuntamiento de Vitoria-Gasteiz no puede negar su papel coprotagonista.
Se puede colaborar en mayor medida con la Cámara de Comercio o las diferentes escuelas de negocio en la impartición de diferentes talleres de búsqueda de mercados y atracción de financiación extranjera. Se puede mejorar una política municipal de formación, ocupación y empleo más adaptada a las necesidades del tejido empresarial. Se debe trabajar en la generación de una imagen de Vitoria-Gasteiz como ciudad de negocios.
Ser una ciudad de negocios no significa que nuestras calles parezcan el parquet de Wall Street. Una ciudad de negocios es también la que apuesta por un desarrollo social sostenible y equitativo, la que trabaja por convertirse en centro de conocimiento, la que revindica su patrimonio, cultura e identidad, la que se muestra diferente, inconformista, dinámica e inconfundible. Todo esto evidentemente no se consigue simplemente creando una marca en forma de icono verde que fusiona las letras V y G. Hace falta algo más.
En definitiva, esa ciudad de negocios no es más que la culminación de una serie de políticas encaminadas a lograr un tejido urbano de calidad humana y creativa donde las personas sean el eje de la política. Generando un lugar donde guste vivir evidentemente se conseguirá también un lugar donde guste comprar, vender, invertir, contratar… negociar.
Que nadie piense que el éxito de Vitoria-Gasteiz en los 80-90 fue algo completamente casual. Detrás había una inspiración fruto de mucho trabajo, voluntad de colaboración, uso de la experiencia, disposición creativa y una idea clara del modelo de ciudad. Podemos repetirlo para que se nos vuelva a ver como Innova-Gasteiz o podemos seguir autocomplaciéndonos hasta reconvertirnos en Modorra-Gasteiz. Ahora bien, una vez comienza el letargo cuesta mucho despertar. Creamos de una vez por todas en las potencialidades del municipio y de sus personas.