Iritzia
02Ekaina
2009
02 |
Iritzia

Imagínate en la calle

Iritzia
Ekaina 02 | 2009 |
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Te despiertas a las cinco de la mañana para ir a trabajar, desayunas un café, te vistes, coges la bici y a la fábrica. Allí los ánimos están caldeados porque cada vez tenéis menos trabajo. Se avecina un nuevo ERE, la sombra del cierre definitivo cada vez es más real y el descubierto en tu cuenta de ahorros también.

Aparcas la bici y cuando vas al casillero para cambiarte de ropa ves una nota en que os convocan a una reunión con la dirección de la empresa antes de entrar en el turno. Comentáis unos con otros la posibilidad de que os manden a la calle pero nadie se lo quiere creer, no vaya a ser que se convierta en realidad. Aparece el jefe y os confirma vuestros peores temores: la empresa está en quiebra y ni siquiera se sabe cómo indemnizará los despidos. Os felicita por el buen hacer pero os habla de la competencia de los coreanos y del coste del producto allí. No sois competitivos ni vosotros ni nuestros derechos.

 

Ves cómo todos se van a casa a hacer cuentas. A ti no te hace falta la calculadora. Llevas un año trabajando por lo que no cobrarás paro. Como todo el dinero se te ha ido en comida y alquiler no tienes nada ahorrado. Llamas a tu mejor amigo para contarle lo que ha pasado y te dice que vayas a pedir ayudas. Que ahora se las dan a cualquiera.

 

Vas al centro cívico más cercano a tu casa y te atienden amablemente pero te dan cita para dentro de dos meses. ¿Qué haces tú durante dos meses?, ¿qué le cuentas al casero? Hablas con él y te dice que el único favor que puede hacer es reservar el piso para alquilártelo de nuevo cuando tengas dinero. Te ves en la calle.

 

Piensas, te desesperas y armándote de valor vas al servicio de Urgencias Sociales y les cuentas tu problema con un nudo muy fuerte en la garganta. Te adelantan algo de dinero que no llega ni para una noche de hotel y te dan un vale para ir a dormir tres días a un recurso de acogida. Esa misma tarde recorres todas las empresas de trabajo temporal que encuentras y en todos los sitios te cuentan lo mismo: que te llamarán pero que con lo mal que está la situación... Lo último que quieres hacer en ese momento es pararte a darle vueltas así que te intentas apuntar a algún curso de formación y resulta que todos están llenos, por no hablar de sus contenidos completamente desfasados.

 

Llegan las ocho de la noche y tras deambular todo el día por la calle no te queda más remedio que ir al Aterpe a dormir, algo que hace tan sólo un día te habría parecido imposible. Te abren la puerta unos educadores muy amables, notas cómo tratan de orientarte en una situación tan extraña. Pronto compruebas que las personas que duermen allí no tienen mucho que ver contigo. Estás toda la noche dando vueltas en la cama y no entiendes cómo has llegado a esa situación.

 

Te levantas pronto, casi no tienes ganas de desayunar y deambulas de una oficina para otra como en una pesadilla. Pasan las horas y esa noche tienes cambio de ubicación: te toca dormir en el albergue municipal, lo que antes llamaban Asores. Te vas a media tarde y el panorama no es muy diferente del Aterpe. Eso sí, hay más personas. Comentan que está completo y cuando preguntas si esa saturación es normal te contestan que cuando hace frío es peor y que a veces tienen que decir que no hay plazas. Dentro de la desgracia has tenido suerte por quedarte en la calle en primavera y no en invierno.

 

Sin querer saber más llegas a la cama que te ha tocado. Es de noche y vuelves a preguntarte qué has hecho mal, por qué te ves en esa situación. En una cafetería has ojeado un periódico donde alguien dice que se ven los "brotes verdes" de la crisis. Desde la cama miras a la chica de al lado y crees que lo único verde que vas a ver será el parque donde tendrás que dormir este verano hasta que la trabajadora social te pueda atender.

 

Todo este relato puede parecer precipitado, exagerado y para algunas personas hasta imposible en una ciudad como Vitoria-Gasteiz. Llevamos décadas bajo el manto del bienestar y la solidaridad. Sin embargo, situaciones así -tal vez con leves modificaciones- ya las podemos encontrar en nuestros recursos de acogida a personas sin hogar. El Partido Socialista ha tenido tiempo y fondos suficientes para prever lo que estaba pasando y preparar la ciudad de la mejor manera. Ahora sólo queda la oportunidad de reaccionar y si lo que falta son ideas ahí va la primera: imagínese en la calle, señor López de Munain.  

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