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Gorka

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Martxoa 21 | 2009 |
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Markel Olano

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Noticias de Gipuzkoa


No quisiera, mediante este artículo, hacer uso de la manida fórmula cuasi hagiográfica que, cuando fallece una figura pública, se limita sólo a resaltar sus virtudes y subrayar sus logros. Yo quisiera ser justo con la vida de mi amigo Gorka Agirre, un hombre del que podemos decir con orgullo que caminó por esta vida dejando huella en la causa de nuestro pueblo.

Lo primero que quiero resaltar de Gorka es su personalidad. Gorka no era ni ingenuo ni pusilánime, pero tenía ese carácter amable y confiado que es oro molido en las organizaciones y colectivos. Su capacidad de relación y de empatía, incluso en los peores momentos de conflicto, han sido para mí siempre un modelo de actitud, pues yo siempre he pensado que los comportamientos explosivos y beligerantes en las relaciones grupales son síntoma de debilidad y falta de autocontrol.

Es cierto que hay gente que suele traicionar la confianza de los hombres buenos y lograr así réditos personales. Pero es igualmente cierto que ese tipo de gente suele constituirse en el principal agente de desestabilización de las organizaciones y de las sociedades.

En los años el los que trabajamos puerta con puerta en Sabinetxea, intentaba pinchar a Gorka en su amor incondicional por el Athletic, y recuerdo que una y otra vez me respondía con un cariño hacia la Real Sociedad que me desarbolaba. Así recordaré siempre a mi amigo.

Gorka ha mantenido sin fisuras, a lo largo de toda su vida, una coherencia ideológica roqueña y una lealtad ejemplar a su partido. Desde los tiempos de juventud en Iparralde, en los que conoció a la primera generación de ETA, mantuvo una disciplina y una lealtad a su organización que no ha abandonado hasta el final. Siempre tuvo claro el "katea ez da eten" y su ligazón con la generación más potente y heroica de la historia moderna de nuestro pueblo: la generación de su tío Jose Antonio, Ajuriagerra, Irujo, Leizaola...

Por eso le afectó tanto (¡tantísimo!) el movimiento jurídico-político que lo involucró en una trama de financiación de ETA. Porque el Estado español, en su afán por laminar al nacionalismo vasco, realizó un juicio mediático a Gorka por un comportamiento que, de ser cierto, hubiera supuesto una traición a sus ideales, a su partido y a su patria.

Allá cada uno con su conciencia. Yo no soy quién para juzgar a nadie. Pero lo que sí puedo hacer es dar mi opinión sobre este tipo de manejos jurídico-políticos... y mi opinión es que son una sucia maniobra para ponerle puertas al campo. Provocan un gran sufrimiento personal, pero son intentos baldíos por parar el tránsito de nuestro pueblo hacia su soberanía plena. En su momento le dije a Gorka que era un orgullo aguantar en pie una tropelía urdida por personajes que, con el uso espurio que hacen de su poder, socavan los cimientos de la democracia española.

Gorka sufrió muy de cerca la violencia de ETA con asesinatos como los de sus amigos Montxo Doral o Joseba Goikoetxea. Precisamente por ese sufrimiento y, también por ser hijo del exilio, con todo lo que ello comporta, no podía soportar el uso partidista de las víctimas del terrorismo.

Gorka Agirre fue un hombre comprometido en cuerpo y alma con la paz. Se identificó totalmente con los sucesivos intentos de procesos de paz que desembocaron en Argel, Lizarra-Garazi o Loyola. Y aportó toda la red de relaciones que poseía y toda su dedicación para contribuir al final dialogado de la violencia. Vuelvo, además, a la importancia, también en esta cuestión, del carácter noble de Gorka a la hora de establecer una mínima confianza con el adversario o enemigo. Algo fundamental en todos y cada uno de los procesos de paz que han culminado con éxito.

Estos días en los que la esperanza de la Paz parece difuminarse en Euskal Herria, el ejemplo de Gorka nos debe impulsar a perseverar en dos líneas de trabajo fundamentales:

1) La desaparición de la violencia y la construcción de un espacio de mínimos entre todos los que creemos que el pueblo vasco existe y que tiene derecho a decidir su propio futuro.

2) La puesta en marcha de un proceso entre todas las sensibilidades políticas vascas que nos encamine a la normalización.

El ideal que impulsó a Gorka a lo largo de toda su vida es el mismo que nos impulsa a tantos y tantos vascos y vascas: llegar a poder ver un pueblo vasco en paz y dueño de su destino. Él era perfectamente consciente de los problemas estructurales del nacionalismo, de su zozobra estratégica, de ese Reino de Taifas que no hace más que fortalecer al Estado. No soportaba el "zenbat gera? Lau, bat, hiru, bost zazpi?" ni el "zer egingo dugu?, elkar hil?" de Abel Muniategi cantado por Benito Lertxundi.

Gorka se nos ha ido con la venida de la primavera. Algunos lo tomaremos como una señal de esperanza personal y colectiva, y recordaremos aquel poema de Lizardi que acababa así:

Izotz-ondo. Neguak / parre eme. Gizadi / larria gallurreruntz, / muñoak malladi. / Gazte sail kementsua / goraño badadi, /izozpetik eguzkik / yare dik Euzkadi!

Estos días despediremos a un gran abertzale con un grito que nos saldrá del alma: GORA EUSKADI ASKATUTA!

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