Este Alderdi Eguna 2008 puede suponer para la centralidad del nacionalismo vasco la consolidación de un proceso de reflexión acerca de nuestros objetivos políticos, de nuestra mirada al futuro y de nuestra apuesta constante por la defensa de los Derechos Históricos del pueblo vasco.
Y en el contexto de esa reflexión, ningún objetivo político, por esencial que sea, puede considerarse, directamente, un fin en sí mismo. Tal y como se deduce de nuestra propia existencia como personas, y también como pueblos, seguimos formando parte necesaria de un proceso, de un proceso difícil de aventurar pues se va cimentando permanentemente. Ello implica que ni el eventual mantenimiento del régimen vigente, ni la libre determinación o, incluso, la propia independencia, pueden considerarse, por sí solos, objetivos últimos de un determinado proceso. La paz sí, por cierto, es un verdadero objetivo en sí misma y un derecho de todos sin excepción. Los procesos políticos democráticos, justo al contrario que en los regímenes totalitarios, siempre se encuentran vivos, abiertos y en permanente transformación. Es ésa la esencia de toda democracia; la constatación de una perenne invitación al diálogo, a la negociación y a la búsqueda de soluciones a los más diversos conflictos sociales. Es parte de toda realidad democrática, la necesidad de autotransformarse, de readaptarse a las nuevas situaciones y, evidentemente, de consultar para ello a quienes ostentan la única soberanía por encima de cualquier otra consideración: los ciudadanos. He ahí, seguramente, uno de los retos fundamentales que tenemos ante nosotros en este Alderdi Eguna 2008.
En todo ello, la acción política desde el nacionalismo histórico constituye un elemento de importancia para garantizar la pluralidad política y la cohesión social que tanto necesitamos los vascos. Porque la política y el diálogo son los mecanismos principales de resolución de los conflictos a través de fórmulas, no necesariamente de imposición, sino también de integración de voluntades e intereses contrapuestos. Ni la política ni el ordenamiento permiten una utilización partidista de sus resortes, que busque la perpetuación de un conflicto como el vasco. Muy al contrario, debemos buscar soluciones que puedan satisfacer a varias partes y a la realización de la justicia y la paz social en nuestro pueblo.
En el caso vasco, la manifestación práctica de todas estas reflexiones no puede ser más evidente en estos tiempos. Ni el Derecho, ni la política, ni el sentido común permiten considerar que el problema vasco sea sólo vasco, ni, del mismo modo, pensar que la existencia de ETA y sus brutales crímenes no sean un problema español, además de vasco. Ninguna de los elementos y heridas históricas que intervienen en el conflicto vasco pueden ser patrimonio exclusivo de nadie, dado que dicha lectura supone una distorsión radical del propio conflicto y sus diferentes vertientes. Es ésta, probablemente, otra de las claves para una definitiva resolución de nuestro contencioso político a través de nuestra acción política.
Precisamente en la virtualidad y en la fuerza que representa la soberanía del pueblo encarnada por su derecho de decisión, con pleno respeto a los derechos fundamentales universalmente reconocidos, debería residir el futuro de nuestro pueblo. Se trata de una fórmula que no es nueva ni exclusivamente nuestra, pues aparece ya en la misma teoría del Estado democrático en palabras de genios contemporáneos como Rousseau o Locke que otorgan la palabra y la decisión a la sociedad, como fórmula inequívoca de resolución de los conflictos. El propio Irujo, los sucesivos Lehendakaris y otros muchos nacionalistas históricos han venido actualizando un pensamiento nacional, europeísta y abierto que llega hasta nuestros días. La legitimidad para ello es la que emana de la propia democracia como fórmula abierta de convivencia y en permanente evolución sobre la base de los derechos individuales y colectivos.
Pero no debe bastarnos con decidir nuestro futuro. La centralidad del nacionalismo histórico quiere saber también para qué queremos decidir sobre ese futuro. Y los datos son elocuentes especialmente en un momento de crisis mundial. Nuestra economía constata que hace 20 años Euskadi estaba muy lejos de su situación actual en el índice de desarrollo humano de la ONU. Hoy estamos terceros y sólo Noruega e Islandia nos superan en ese ranking, mientras muchos Estados retroceden en su bienestar. La ONU mide dicho índice en base al PIB per capita, el nivel de alfabetización, el acceso a la educación y la esperanza de vida, entre otros datos. Alcanzar este índice de desarrollo ha sido posible creciendo en poder político, incluso ejerciendo competencias que el Estatuto de Gernika reconoce pero que el Gobierno central ni transfiere ni cumple tras 30 años de "vigencia".
Transparencia, honestidad, compromiso y trabajo han sido y son nuestra identidad política. En ello tiene que seguir pesando nuestra base humanista y social, solucionando los problemas de quienes más lo necesitan. Desde EAJ/PNV tenemos que seguir siendo ejemplares en la defensa de los derechos fundamentales de todos. Es bueno que seamos conscientes de que nuestro derecho de decisión, como el de Francia, el de España o el del Reino Unido, tiene su marco en los derechos fundamentales de todos. Ese es el camino seguido por Escocia, Flandes o Quebec. Entre otras cosas porque el marco internacional y el de la UE nos obligan a todos, seamos o no Estados. ETA, mientras tanto, sigue asesinando y coaccionando a la sociedad, de modo que el nacionalismo histórico debe seguir en la vanguardia de la lucha contra ETA y su barbarie totalitaria.
Y en ese contexto, debemos afrontar el futuro con ilusión pero también con el máximo compromiso para recuperar el voto urbano y estar cercanos a los problemas de la sociedad y, en especial, de la juventud. Somos una organización centenaria que ha participado en la gestación del movimiento europeísta, en la lucha contra los fascismos y en la recuperación de las libertades, tras sendas guerras, a ambos lados de los Pirineos. Pero no basta con todo eso; las sociedades cambian rápidamente y debemos adaptarnos a las nuevas realidades. Lo hemos hecho así en las últimas décadas para situar a Euskadi y a su sociedad en la vanguardia europea. Deberíamos explicarlo una y otra vez con los datos que lo avalan y la gestión del nacionalismo histórico. Todo ello es parte del derecho de decisión, puesto que tal derecho no es un fin único. Lo importante es decidir nuestro futuro en clave de derechos fundamentales y creación de bienestar. En una palabra, no basta con decidir, queremos decidir para vivir mejor, para gestionar mejor, crear más bienestar y convivir en Paz, armonía política y social con quienes nos rodean en la Unión Europea.
"Iturri zaharretatik edaten dut, ur berria edaten, beti berri den ura betiko iturri zaharretatik. Inoiz agortzen ez den iturrian, inoiz lehortzen ez den ura... eta ni, ur horren ubide!" (Joxean Artze).