Hice mi primer bachillerato en los Marianistas de San Sebastián. De segundo grado a cuarto y reválida. Después vine a Bilbao. Allí me cambiaron el nombre de Iñaki Mirena a Ignacio María, pero gracias a que mi aita protestó desde Venezuela, recuperé el nombre y logré que cuando daban clase de Formación del Espíritu Nacional, yo saliera del aula. Y recuerdo también que todos los años, el Día de San Sebastián, mi aitona y mi amona tenían la misma discusión. La misma que todos los años hemos tenido en Madrid con Xabier Albistur, el ex alcalde donostiarra.
Mi amona era de Mutriku y le decía a mi aitona que eso de la Tamborrada no era nada serio. Que unos hombres 'grandes-grandes' se disfrazaran de cocineros y de soldaditos de plomo no le parecía digno de la edad de la mayoría de los amigos de mi aitona. Y a éste, por su parte, nacido en la calle Campanario de la Parte Vieja donostiarra y socio de Gaztelupe, ese día y la cena posterior le parecían sublimes. El no va más.
Mientras, yo, en la mitad, escuchaba aquello porque lo más que me dejaba hacer mi amona era oír por la radio el inicio de la Marcha de Sarriegi esperando siempre que pasara algo. Hoy, mi hermano, que vive en Donostia, me dice que el Día de San Sebastián es como para los cariocas el carnaval de Río de Janeiro. Algo intocable.
Cuando fui a Venezuela y desde allí editábamos 'Gudari', revista de EGI para el interior, todos los años hacíamos un número especial, pues siempre esa noche había algún tipo de acto de resistencia contra el franquismo. O colgaban un cable con una ikurriña de lado a lado de la plaza, o había una pancarta, o alguien gritaba ¿gora Euzkadi askatuta!, o algo así. Era lógico, normal y esperado. Vivíamos bajo una dictadura donde no había libertades y la libre expresión estaba perseguida. Nada que ver con lo que pasa hoy.
Este sábado seguí el inicio de la Tamborrada por ETB. Ya no vi tantos donostiarras del tipo de los amigos de mi aitona, gordos y sonrosados, sino mucha gente joven. Escuché al Orfeón Donostiarra en una interpretación magnífica de la Marcha de San Sebastián y vi, una vez más, las ganas de pasárselo bien que tiene la gente normal, que es la mayoría de este país. Incluso vi al gentleman Ignacio Echeverria, presidente de la Cámara de Comercio de Bilbao, donostiarra y ex diputado con nosotros, literalmente disfrazado de cocinero. Y me acordé de mi amona. Ya no dirigía a los tamborreros aquel mítico Sothero Irazusta, sino un señor al que los tamborileros le llevaban la delantera. Pero vi, como siempre, carteles en favor de los presos y en contra de la 'Y'. Una pancarta inmensa e insultante lo llenaba todo. Y eso al parecer tenemos que admitirlo sin más porque, dicen, es parte del conflicto y del paisaje vasco.
Y no sé por qué, ya que, en todo caso, esos carteles deberían haber sido puestos contra ETA, pues en 1977 logramos en Madrid, con la Ley de Amnistía, que se vaciaran las prisiones. Aquel mes de junio de hace treinta años fuimos a las elecciones legislativas con el compromiso de vaciar las cárceles de los presos/as de la dictadura. Lo logramos cuatro meses después y Arzalluz, portavoz del Grupo Vasco, pronunció un discurso que fue considerado el mejor de las Cortes constituyentes. Lo malo es que ETA, que había ya matado tras las elecciones al ex alcalde de Bilbao, Javier Ybarra, se encargó de llenarlas otra vez. Suya es la responsabilidad. No sé por qué los familiares de los presos nunca protestan contra una ETA que les ha llevado a sus hijos/as a pasar lo mejor de su vida en una prisión por haber matado a algún ser humano, por haber organizado un atentado, por haber extorsionado o haber robado en nombre del pueblo vasco, al que usurpan su nombre para sus fechorías y, además, desde su minoría.
Creo, pues, que debemos seguir señalando con el dedo a quienes han embarcado a una parte de la juventud vasca para que actúen contra gentes de su propia especie humana y gentilicio, gentes que siendo una minoría se apoderan del nombre del pueblo vasco y hablan en nombre de todos y todas cuando no les hemos dado, ni les daremos nunca, nuestra representación para nada. Son, entre otras cosas, ladrones de una respetable identidad colectiva, caracterizada por el trabajo, la honestidad, el respeto, la solidaridad, el sentido del humor y la buena mesa. Y así durante siglos.
Por eso, el que una fiesta tan característica como la de San Sebastián sea utilizada por estos colectivos para distorsionarla y para presentarse como los verdaderos vascos perseguidos, sinceramente me subleva, porque es ETA la culpable de la situación en la que malviven ellos y sus familias. Que nos dejen en paz de una vez por todas porque lo vasco es lo que llenaba el sábado la plaza de la Constitución de Donosti con alegría. Lo de ellos es la marginalidad vacía de principios y presta a la apología del terror y del totalitarismo, porque quien no tiene discurso ético, que no pretenda liderar ninguna sociedad democrática. De ahí que no sea de extrañar que la concejala de ANV en Iruña M. Pueyo nos diga que vencerán al regionalismo del PNV y EA y llevarán al independentismo a Las Cortes en Madrid. En primer lugar, hay que decir que le han robado a ANV su histórica y respetable sigla. En segundo lugar, que eso de ir a Madrid es reciente, pues han estado veinte años despreciando acudir a aquel foro. En tercer lugar, si esta gente es tan independentista que se independice de ETA. Y en cuarto, que es fácil acusar con grandes palabras a los demás de regionalistas con amenazas que se las lleva el viento teniendo menos credibilidad que Fraga hablando de democracia. Por eso, estamos muy tranquilos, porque la independencia de Euzkadi se consigue construyendo país con todas sus gentes y no amenazando y destruyendo como hacen ellos. Si creen que son más listos que 'tío Conejo', van dados.
Hace cuatro años, en un tórrido mes de agosto y en nombre del Grupo parlamentario vasco, bajé a la tribuna del Congreso de los Diputados para intervenir en una sesión extraordinaria en contra del proyecto de ley de partidos políticos. Nunca estuvimos ni estaremos de acuerdo con el actual texto. Pero nos quedamos más solos que la una. Y aquello fue duro porque era la arremetida más antidemocrática del Gobierno Aznar, pero defendimos lo que creímos en conciencia que debíamos defender, para la normalización de Euzkadi.
Hoy se anuncia una probable ilegalización de ANV, cuestión que no sería buena para la democracia en general. Nosotros creemos que a esta ANV, HB camuflada, hay que ganarle en las urnas, contarle y ponerle en su sitio. Y que hagan política. Y a quien delinca hay que perseguirle con la Ley. Como con la Ley hay que perseguir a quienes dieron aquella paliza a Igor Portu en su detención. Quien es capaz de torturar a un ser humano carece de los mínimos principios éticos que debería tener toda persona civilizada careciendo además del menor derecho para quejarse de otras violencias. La autoridad moral de la democracia consiste en eso.
Pero dicho lo anterior, y marcado el terreno, como siempre lo hemos hecho en Las Cortes, me gustaría que cuando nos pusiéramos a ver un acto con una concentración humana de gente normal y alegre, nadie crea que es signo de abertzalismo distorsionarla con unas reivindicaciones que deberían ser dirigidas al causante de la situación que viven fundamentalmente los presos y presas: ETA.
Finalmente, décadas después, estoy seguro de que mis desaparecidos aitonas gipuzkoanos no discutirían sobre la guisa de los tamborileros donostiarras, sino sobre las pancartas de gentes que, no habiendo sido perseguidas como lo fueron ellos, se arrogan una representatividad que nadie les ha dado. ¿Y que viva San Sebastián!