Pasan los días y seguimos bajo el impacto del comunicado de ETA, fascista en su redacción y perverso en sus juicios inquisitoriales a los representantes democráticos.
Hemos oído decir a personas hastiadas de la situación que ´los partidos no han estado a la altura´. No sé si tales reproches responden al impulso comprensible, que a todos nos tienta, de buscar culpables tangibles ante acontecimientos que nos superan o que quienes se han aplicado durante meses en emular a Goebbels han logrado en parte su objetivo. El tiempo dirá.
Los partidos hemos realizado un trabajo honesto de evaluación. Nos lo viene exigiendo la gravedad de la situación. Y es nuestra obligación contar el qué y el porqué, hacer llegar nuestros mensajes con argumentos comprensibles y convincentes. Este artículo trata de contribuir a ello.
A los dirigentes de EAJ-PNV nos ha ocupado más el fondo que la forma, aun a riesgo de alguna incomprensión en el corto plazo. Hemos actuado con criterio y discreción y hemos contado con una propuesta estratégica, largamente debatida y acordada en el EBB, abierta a otras formaciones políticas, y cuyo título es suficientemente expresivo: "Elkarbizitzarako Bake Bideak. EAJ-PNV ante el final dialogado de la violencia y la normalización política" (www.eaj-pnv.com).
Una de las claves del proceso fue la Declaración de Anoeta (2004), que partía de la exclusión de ETA como agente político y del reconocimiento de que el instrumento para la resolución del contencioso vasco era el acuerdo entre los partidos. EAJ-PNV la apoyó entendiendo que "toda la izquierda abertzale" la había convertido en su definitiva hoja de ruta. Ésta fue la base de nuestro apoyo y del trabajo en la búsqueda de otros apoyos en el Estado y en Europa. Pero con todo, el atentado de Barajas, el último comunicado de ETA y la sumisión de los dirigentes de Batasuna han dejado en evidencia que Anoeta fue sólo una maniobra táctica.
La Resolución del Congreso de los Diputados (2005) fue otra de las claves. Diálogo y negociación entre ETA y el Gobierno del Estado con una condición: la renuncia de ETA a la violencia y a tutelar el proceso político entre los partidos. Aquel paso fue considerado «positivo y en la dirección adecuada» por Batasuna. Hoy sólo queda el delirio de una "vanguardia" terrorista con pretensiones políticas y una resolución democrática en ruinas.
Los partidos hemos dialogado y debatido sobre principios, contenidos y procedimientos políticos, tratando de adelantar tarea para la fase resolutiva o escenificación pública de un acuerdo sin marcha atrás. En ello estábamos en octubre, cuando ocurrió lo peor: unas bases comunes preacordadas entre dirigentes de EAJ-PNV, PSE y Batasuna, y pendientes de ratificación, no fueron aceptadas un mes más tarde por el "consultor necesario" de este último, el cual quiso imponer como nueva propuesta-condición un estatuto único para Hegoalde, a someter a referéndum en un tiempo tasado. La no aceptación de la misma llevó a ETA a romper la tregua. Así lo muestran sus declaraciones y las de Batasuna a finales de 2006. Las hemerotecas son muy elocuentes.
En EAJ-PNV teníamos y tenemos una propuesta de paz y una propuesta política. No es la propuesta. Es una propuesta, concebida desde el compromiso con nuestra propia ideología y con vocación de acuerdo. Pero no cabe abrir el proceso democrático que sigue demandando Batasuna porque no cabe simultanear negociación política y violencia. Aceptar tal cosa, nos llevaría a sumergirnos en una vía kafkiana hasta llegar a acordar algo que contara con el beneplácito de los terroristas. Y eso no puede ser.
Es posible que quienes hemos trabajado en el intento habríamos podido hacerlo mejor. Seguramente se deberían haber tomado medidas en política penitenciaria con anterioridad. Y es posible también que faltara claridad y discreción, que sobrara obstruccionismo y electoralismo. Pero, no nos equivoquemos; considerando la amenaza de muerte que pende sobre miles de ciudadanos, éstas son cuestiones menores. La cuestión de fondo es que nos quieren imponer bajo amenaza de muerte un proyecto político que la sociedad vasca no aceptará nunca.
Probablemente estamos en un nuevo ciclo de terror. Y las bases de nuestra resistencia democrática deben ser el compromiso con la paz y la convivencia en Euskadi. Seguir rechazando el terrorismo, defendiendo los derechos humanos y denunciando su vulneración; apoyar a las instituciones democráticas en la lucha policial y judicial contra los terroristas, sin políticas de excepción; y sostener las redes de relación entre los partidos mediante el diálogo nos pueden ayudar a que se visualice cada vez más la inmoralidad e inanidad de la violencia.
Si recorremos el camino sin atajos podremos deslegitimar definitivamente el discurso de los terroristas. Y cuando llegue el día en el que la violencia le resulte incomprensible incluso a la minoría que aún la apoya, ETA quedará muda, sin eco y sin suelo. Conseguirlo con la palabra y la democracia es nuestra tarea y nuestra responsabilidad. La de todos.