Josu Erkoreka
23Ekaina
2006
23 |
Iritzia

Bermeo es el símbolo, ¡viva la libertad!

Josu Erkoreka
Ekaina 23 | 2006 |
Iritzia

Durante los cuatro largos años que duró la mayoría absolut(ist)a de Aznar, se impuso la práctica -poco saludable desde el punto de vista democrático- de instalar en la opinión pública verdades incontrovertibles que, machaconamente repetidas, dominaban todo el espacio informativo, ocluyendo el paso a todos los matices. Sólo se admitía el brochazo grueso trazado con el color oficial. No se abría hueco alguno al discernimiento. Las precisiones heterodoxas eran anatematizadas e incluso perseguidas con insidiosas campañas publicitarias.
Durante ese oscuro periodo, y aún después, mi compañero diputado Ramón Jáuregui, que siempre ha sido muy eficaz en su proyección mediática, se prodigó en declaraciones y artículos de opinión que, con frecuencia, se sumaban al dogmático relato oficial, reforzando -no sé si consciente o inconscientemente- su pretensión totalizadora. Conservo recortes de prensa que, cada vez que releo a ciegas -ocultando el nombre del autor- me resulta difícil precisar si fueron escritas por un militante del PSOE o por un ministro de Aznar.

Aunque, afortunadamente, el momento político actual sea muy diferente a aquél, creo que el artículo que Jáuregui publicó en este diario (EL CORREO, 4-6-2006), en respuesta a otro mío anterior, responde a este esquema de radical proscripción del matiz. Se ve que a Ramón le pesa la inercia y no puede resistirse a aprovechar la ocasión para recurrir una vez más al cómodo "totum revolutum", que tan eficaz se reveló en la era Aznar, y aludir a «mentiras sobre conflictos históricos de hace mil años y mitos victimistas de opresión de Euskadi», de los que nada dije yo en mi artículo y, lo que es peor aún, reprocharme sibilinamente el uso de expresiones como "apartheid" u "ocupación militar" que, aplicados al caso vasco, son de uso habitual por parte de Batasuna pero, evidentemente, yo no utilicé en mi artículo ni creo haber empleado jamás fuera de él.

Pero vamos al grano. Cuando Jáuregui denuncia en una entrevista que no ha sido libre en Euskadi para defender su causa y precisa, a título de ejemplo, que «no he podido hacer un mitin en Bermeo como Indalecio Prieto en la II República», no sólo evidencia que desconoce muchas cosas sobre la historia de su partido. Además, convierte Bermeo en un símbolo representativo de esa parte del País Vasco en la que -por las razones que fueren, que no hace al caso precisar ahora- "su causa" ha tenido y tiene dificultades objetivas de penetración. Las tuvo en la época de Indalecio Prieto y las sigue teniendo ahora, al margen y con independencia de la coacción social y la presión terrorista que, por cierto, en algunos casos, son inferiores en esa parte de Euskadi, que en otras electoralmente dominadas por el PSOE. Desde el punto de vista del respeto al contendiente político, el clima imperante en Bermeo no es peor, ni mucho menos, al de Rentería, Lasarte o Portugalete que, sin embargo, tienen alcaldes socialistas. Pero Jáuregui no pone estos municipios como ejemplo de la falta de libertad que ha tenido en Euskadi para defender "su causa". Y no lo hace porque, si lo hiciera, estaría asumiendo que el acoso no es la razón decisiva que explica el escaso éxito electoral que su formación política tiene en la parte del País Vasco que simboliza con Bermeo. Es decir, estaría dando por buena la tesis que intenté esbozar en mi artículo.

En ningún momento he negado que, en los últimos años, su partido y el popular hayan sido objeto de una durísima persecución. Nunca lo he hecho. Por respeto y por honor a la verdad. Entiendo que Jáuregui quiera exhibir sus credenciales en ese terreno y dedique la práctica totalidad de su artículo a hacerlas valer. Es justo hacerlo y, además -¿para qué negarlo?- pueden comportar, también, un rédito electoral al que no tiene por qué renunciar. Pero en mi caso se las podía haber ahorrado. Aunque siempre me he mantenido al margen de la violencia, asumo, apesadumbrado, esa triste parte de nuestra historia colectiva.

Por lo demás, querido Ramón, no puedes negar que tú -precisamente tú- has disfrutado de plataformas auténticamente privilegiadas para hacer llegar tu causa a todos los rincones del país. Y este no es un dato irrelevante a los efectos del debate que mantenemos. Lo que tú llamas "no nacionalistas" -es decir, los que reivindicáis a España como la Nación única, indivisible e indisoluble- habréis jugado en desventaja como consecuencia de la cruel persecución de la que habéis sido objeto, no lo niego. Pero admitirás que habéis gozado, también, de un notable plus mediático a la hora de dar a conocer vuestra situación y defender vuestras ideas y proyectos; una ventaja que, en la era de la comunicación, es, sencillamente, esencial. Y en ese contexto, tu imagen es, sin duda, una de las más difundidas del orbe político vasco. ¿Hace falta ilustrar estas afirmaciones con ejemplos concretos?

Finalmente, me alegro mucho de que, para Jáuregui, la clave radique en la libertad. Me felicito por el hecho de que quien fuera delegado del Gobierno en el País Vasco cuando el GAL cometió algunas de sus peores fechorías, cierre filas en torno a la libertad y haga votos por que impere sin límites en la Euskadi del futuro. Hubo una época en la que no parecía que esa fuera su actitud. Eran los tiempos -no tan lejanos- en los que, «por encima de las valoraciones morales o políticas», a Jáuregui le interesaba destacar del GAL «las consecuencias prácticas y operativas» de su irrupción en el escenario político, es decir, el hecho de que los miembros de ETA «no pueden sentirse tranquilos donde antes lo estaban» y «alguien les está pagando con su misma moneda». Entonces, y aún después, cuando apoyó con su voto leyes que ilegalizaban partidos políticos e instauraban la condena perpetua de 40 años, Jáuregui, no parecía estar tan comprometido con el pleno imperio de la libertad. Ahora, sin embargo, asegura que sí. Por eso, me apresto a gritar con él, ¡viva la libertad!

PARTEKATU