Mezclar economía y alto al fuego puede parecer incluso una grosería, en un día en el que para la mayoría de los ciudadanos y si me permiten, especialmente para los vascos, el abandono de las armas por parte de ETA constituye la noticia que estábamos ansiando y esperando desde hace mucho tiempo y que ha conseguido que hoy seamos todos más felices.
Hoy tenemos que estar más que nunca con las víctimas afectadas por el terrorismo y con sus familiares, con los empresarios y con todos aquellos que han sido extorsionados, amenazados y chantajeados tan sólo por invertir, trabajar o pensar diferente en Euskadi.
Y esperamos que esta vez sí se acabe con todo el sufrimiento que hemos padecido durante muchos años.
Además y en último, último lugar, la noticia es también muy positiva para la economía y, en especial, para la economía vasca.
La alegría de la tregua no debe hacer, sin embargo, que ignoremos la realidad de la situación de la economía vasca.
Hoy la economía vasca goza, a pesar de todo, de buena salud. Está creciendo por encima del 3,5%, con un impulso considerable de la inversión productiva y la tasa de paro se encuentra por debajo del 6%. Los niveles de renta se sitúan bastante por encima de la media europea y las empresas y los trabajadores están básicamente preparadas para afrontar los retos de futuro.
Siendo conscientes de la situación el pasado fin de semana, la catedrática de Economía de la Universidad del País Vasco, Mari Carmen Gallastegi decía en una entrevista que el fin del terrorismo constituiría la mejor inversión de Euskadi. Y estoy plenamente de acuerdo con ella.
Todos sabemos que la inversión está estrechamente unida a las expectativas y a entornos propicios a la misma; y las expectativas de paz y normalización son fundamentales para que los agentes económicos (empresarios y trabajadores) tomen sus decisiones en libertad y considerando exclusivamente variables económicas.
Parece que un obstáculo que nos parecía insalvable ha desaparecido. Hoy tenemos que trabajar más si cabe desde las empresas, desde las Administraciones Públicas, desde la Universidad, etc. para conseguir canalizar esta energía positiva que significa el fin de ETA en pro también del crecimiento económico, del aumento del empleo y de la solidaridad de una sociedad, como la de Euskadi, que tanto ha sufrido y se lo merece.
Ahora toca trabajar con las armas propias de las Instituciones, agentes económicos y del conjunto de los ciudadanos una vez abandonadas, esperamos que para siempre, las armas que producía terror, muerte y extorsión. Incluso la economía lo agradecerá.