En principio no tengo interés alguno en responder a las acusaciones que me hace el Sr. Irala. Puedo incluso entender que la memoria de su padre y una determinada interpretación de los hechos que le transmitieron de forma absolutamente sesgada le hayan impulsado a salir con ellos a la prensa. Son hechos correctamente tratados en mi libro "Así fue", pero ya no tienen más interés que el histórico, porque el mundo de la "guerra fría", de los "Servicios" y del "Bat bitan banatzen da" son cuestiones de otros tiempos.
Pero tampoco quedaría tranquilo si esas tergiversaciones, especialmente de "Ajuriaguerra" quedaran para el futuro en la versión, "falsa absolutamente" en la que las presenta el Sr. Irala.
Primero: Su pertenencia a los Servicios americanos. En los tiempos de la segunda guerra mundial, muchos nacionalistas vascos colaboraron con los servicios americanos, cuando todavía no se había fundado la CIA actual.
El Sr. Irala niega la pertenencia de su padre a tales servicios, pero todos los nacionalistas que vivieron aquellos tiempos han oído hablar de ello.
El Sr. Irala pide pruebas, aunque tener pruebas materiales de estas pertenencias suele ser prácticamente imposible, por la naturaleza misma ultrasecreta de ellas.
Pero "vox populi" aparte, puedo yo aportar una.
Con ocasión de un viaje por EE.UU., un antiguo, y joven, miembro del consulado americano en Bilbao, amigo nuestro y conocedor profundo de nuestras cosas, nos invitó a una copa en la Universidad de Georgetown en Washington.
En la larga conversación que mantuvimos dijo de pronto: «Todos los meses, cuando pasa por mis manos la nómina de Antón Irala pienso en lo que daría Arzalluz por tenerla en sus manos».
Es decir que cobraba puntualmente, cada mes, su sueldo o su pensión del Departamento de Estado, en el que en aquel momento trabajaba el joven diplomático con el que estábamos hablando. Allí, conmigo, estaban presentes dos senadores del PNV, entonces en activo, con nombre y apellido, invitados como yo a aquella gira.
Segundo: Efectivamente, el 25 de agosto de 1978 tuve una reunión en el Euromar de Zarautz con un grupo de "bultzagilleak" a los que convoqué para explicarles nuestra postura en el proceso constitucional que en su fase del Congreso había acabado el mes anterior y me encontré con la sorpresa de que al frente de ellos, se personó Antón de Irala, a quien yo no había invitado. Era sin duda el jefe de aquel grupo, y el único que tomó la palabra.
El artículo de Irala pone en mi boca lo siguiente: «Vengo con el testamento político de Ajuriaguerra, que fundamentalmente consiste en que el PNV vote sí a la Constitución y quiero oír vuestra opinión sobre el caso», etc.
En primer lugar, yo les convoqué para explicarles que nuestra postura al presentar la famosa "Disposición Adicional", de sentido foralista como condición para dar el "sí" a la Constitución, no respondía a pronunciamientos fueristas, sino al hecho de que no fue posible que prosperara un planteamiento del Derecho de Autodeterminación, y acudíamos a la formulación de los Derechos Históricos, sabiendo que tampoco nos lo iban a aceptar, pero nos iban a dar un motivo sólido para no aceptar la Constitución, cosa que teníamos muy claro desde el principio, y conseguir, sin embargo, el Estatuto.
Lo hacía porque los "bultzagilleak" eran contrarios al Derecho de Autodeterminación, que consideraban de origen comunista, y fueron siempre partidarios de la vía foral.
No sólo es falso ese párrafo sino que le da la vuelta a lo que nosotros hicimos y formulamos. Pero se explica claramente en el libro.
Lo que no se si he contado alguna vez es que cuando entramos en la negociación del Estatuto en el palacio de la Moncloa, y en un receso en el Hotel Palace se me acercó el entonces Senador por Guipúzcoa y miembro del grupo "bultzagilleak" José Luis Iriarte y me dio un texto que establecía, en forma de Introducción al Estatuto, una especie de conexión entre la Disposición Adicional de la Constitución sobre los Derechos Históricos y el Estatuto. Lo leí y le pregunté: «¿Los has escrito tú?», y me contestó: «No, Antón».
Convoqué aquella reunión para que los "bultzagilleak" que constituían un grupo de opinión activo y actuaban unos dentro del PNV y otros fuera de él y con quienes no teníamos una relación cordial, no pensaran que andábamos en sus mismos planteamientos forales.
Para no desairarles y de nuevo en la Moncloa, entregué el texto en cuestión a Pérez Llorca, diciéndole que respondía a los planteamientos de un grupo muy cerrado pero activo, con influencia en el sector más conservador del nacionalismo.
En aquel momento se hallaban reunidos en la sala grande de la Moncloa Suárez, Abril, Landelino y alguno más. Al poco rato volvió Pérez Llorca y me respondió que «no lo consideraban de interés».
Tuve la impresión de que alguien antes que yo había proporcionado el texto al gobierno.
En todo caso estaba claro que el citado grupo de Antón de Irala intervenía por su cuenta en las difíciles cuestiones políticas del momento desde fuera del Partido.
En cuanto a que el "testamento político" de Ajuriaguerra era el votar "sí" a la Constitución es totalmente falso. Partidarios del "sí", por otras razones, eran Irujo y Leizaola, por ejemplo, pero Ajuriaguerra aceptó nuestro planteamiento. Tan es así que estando ya gravemente enfermo de cáncer del que murió un mes mas tarde, acudimos al último tramo de la discusión de la Constitución en el Congreso con dos documentos firmados por Juan Ajuriaguerra. Uno por si votábamos "sí" (en caso de que aceptaran la enmienda nuestra), y otro de "abstención", por si tomábamos esa decisión. Lo hizo, porque se lo pedimos, dada su enorme autoridad aquí y en Madrid, para que no quedara duda de su postura.
Esos documentos existen y están en el archivo del Partido.
Es tan absurda esa afirmación que, para cuando se celebró esa reunión de Zarautz ya nos habíamos pronunciado en el Congreso con nuestra abstención y no entiendo cómo se puede alegar algo tan burdo.
Tercero: Es público y notorio, que un sector del PNV, o de fuera del PNV, era contrario a que se llevaran a cabo acciones subversivas contra el régimen de Franco, porque en aquel momento la prioridad era luchar contra el expansionismo de Stalin y el hecho de la "libertad de Euskadi" vendría en su día.
Este es un tema importante y poco conocido. Los "servicios" sostenían esta postura.
El difunto Ander Barrutia, que no dudo que fuera entrañable para la familia Irala, me dijo textual y lacónicamente que «Antón de Irala le había dicho que no eran convenientes las actividades subversivas contra Franco en aquel momento», y que él, Barrutia, le contestó: «¿Y qué dirán a eso los gudaris?».
Final: Paso por alto todo el cúmulo de improperios e insultos y consideraciones del Sr. Irala, en su artículo. Me acusa de acudir a testimonios de difuntos, pero aún hay muchos, que viven y con muy buena cabeza, a quien pueden acudir los que quieran saber más.
Excuso decir que quien sí recurre, y exclusivamente, a testimonios de difuntos es D. Xabier de Irala. Porque ni él, ni su difunto padre en el período de reorganización del PNV en Iparralde tuvieron a bien afiliarse al mismo. Y hay testigos.
No estoy obsesionado con D. Antón de Irala. A nosotros, su principal antagonista Juan Ajuriaguerra, por cuestiones que nosotros no conocíamos, relacionadas sobre todo con los servicios y la guerra fría, transmitió patriotismo, espíritu de compromiso, amor a nuestro pueblo y ejemplo, pero nunca rencor.