A diferencia de su predecesor, Juan Pablo II, el Papa Benedicto XVI ha decidido presidir, las ceremonias de canonización, por lo que el pasado sábado 29 de octubre los ocho religiosos, considerados mártires de la guerra civil española fueron beatificados por el cardenal José Saraiva
El Pontífice se presentó en la Basílica de San Pedro al final de la misa solemne, veneró las reliquias de los ocho nuevos beatos, siete sacerdotes de las diócesis de Urgell y una religiosa mallorquina.
Según la Iglesia católica, el mártir es quien es ejecutado por el mero hecho de ser religioso y quien da la vida por Cristo.
No tengo ningún comentario ni reparo que hacer a esta iniciativa pero sí al hecho a que dieciséis sacerdotes vascos asesinados por las tropas sublevadas en 1936 no reciben el mismo trato o, por lo menos, la consideración de si su muerte puede considerarse o no causa de martirio. Les mataron sin más y a pesar de las reiteradas propuestas para que sean recordados nadie dice nada. Y eso que la sublevación del General Franco fue bendecida como una Santa Cruzada.
Y como aquellos dieciséis curas fueron seres humanos, con nombre y apellido ahí van sus referencias:
Martín de Lekuona y Gervasio de Albizu, vicarios de la parroquia de Rentería, los cuales fueron asesinados el 8 de octubre de 1936. José de Ariztimuño (“Aitzol”) de 39 años, Alejandro de Mendikute y José Adarraga, que fueron fusilados el 17 de octubre de 1936 en Hernani. José de Arin, arcipreste de Mondragón, fusilado el 24 de octubre de 1936 en el cementerio de Oyarzun. José Peñagarikano, vicario de Markina, fusilado el 27 de octubre de 1936. Celestino de Onaindía, vicario de Elgoibar, fusilado el 28 de octubre de 1936. José Iturri Castillo, párroco de Marín. Don Aniceto de Eguren, José de Markiegi, don Leonardo de Guridi y José Sagarna, presbíteros, fusilados igualmente el 24 de octubre de 1936, asimismo, en ese mismo mes y año fueron fusilados los Padres Lupo, Otano y Román; éste último, superior del convento de los padres Carmelitas de Amorebieta.
Entiendo que el manto del silencio continuará sobre estos sacerdotes. No hay más que escucharle al arzobispo de Toledo, un nuevo Gomá, que en una exposición sobre la Virgen ha dicho en Toledo: “Pongo en manos de María Inmaculada” afirmó Cañizares, “a nuestra España, que tiene a la Inmaculada como patrona y cuyo patronazgo une a todos los pueblos de España en una unidad inquebrantable que ciertamente está amenazada”. ¿Por quién?. ¿Hace falta otra Santa Cruzada?.
Por considerar que estaba amenazada y la derecha española preferir una “España Roja a una España Rota”, dieron comienzo a aquella guerra salvaje bendecida como Cruzada que se llevó por delante a estos dieciséis sacerdotes vascos, entre otros, por ser sacerdotes y por ser vascos.
¿Para cuándo la hora del reconocimiento, Santidad?.