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Josu Jon Imaz (El Correo)

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Azaroa 20 | 2005 |
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El Correo


Imaz: "Hay que dejar gateras para que cada uno venda la solución a su mundo"
Lourdes Pérez
 
Entre ver la botella de ETA medio llena o medio vacía, Josu Jon Imaz parece decantarse por la impresión más esperanzada aunque con la cautela propia de quien no tiene la certeza de que la violencia haya llegado firmemente a su fin. El líder del PNV defiende en esta entrevista un proceso de paz y normalización en el que no haya vencidos, pide al PP que no se excluya y confía en poder labrar un pacto nuevo sobre el derecho a decidir.
 
-¿Tiene tomada ETA la decisión de abandonar las armas?
 
-Lo desconozco. Hay factores para una esperanza objetiva, pero seamos prudentes. No conozco ningún dato determinante que nos lleve a pensar que esto se ha acabado, aunque creo que ETA tiene un recorrido escaso y que, si hubiese una marcha atrás, la frustración social sería terrible.
 
-¿Puede pesar en el ánimo de la banda lo que supondría un asesinato?
 
-Eso marcaría un Rubicón, sería un jarro de agua fría terrible sobre la sociedad vasca y un mazazo para una parte importante de la izquierda abertzale. Y, tras el 11-S, tampoco resultaría inocuo para ETA. Prefiero pensar que no se va a producir, pero hay que tener todas las posibilidades en el escenario.
 
-La tregua no acaba de llegar. Y el 2006 parece ser el límite para poder encarrilar la pacificación.
 
-La palabra tregua cada vez me gusta menos, porque no puede existir un proceso político tutelado por una organización terrorista. A partir de ahí, sí es un año importante, porque en 2007 ya hay elecciones; la apuesta de Zapatero tendría que estar encauzada antes del horizonte electoral y también la apuesta de Batasuna por estar presente en las urnas. Sería preocupante que ETA no aprovechase esta ocasión para dar un paso firme y dejase pasar el tiempo indefinidamente, porque pondría en riesgo las expectativas. Cada día que pasa es un día perdido. Y el cese la violencia significa no sólo que no haya asesinatos y atentados, sino tampoco empresarios y concejales amenazados, ataques a partidos y chantajes. En eso vamos a tener tolerancia cero.
 
-Las encuestas apuntan a un recorte de la distancia entre el PSOE y el PP. ¿Deberían tener en cuenta ETA y la izquierda abertzale que lo que hoy es posible quizá luego no lo sea?
 
-Me imagino que ETA tendrá en su análisis esas cosas. Pero en lo que me gustaría que no influyese, y creo que no influye, es en la posición de Zapatero y del PSOE. Un presidente del Gobierno no debería tener temor a abordar este proceso, que, no me cabe duda, será entendido por la sociedad española.
 
-¿Perciben ese temor?
 
-No. Es un análisis que he escuchado, pero no lo percibo en el núcleo duro del PSOE y no tengo por qué dudar de su apuesta seria.
 
-¿Hasta qué punto se le puede seguir dando cuerda a Batasuna si no se produce un alto el fuego?
 
-Más que dar o quitar cuerda, se trata de encontrar un acuerdo metodológico sobre cómo abordaríamos la mesa de partidos en una situación sin violencia. Partiendo de esta base, de que la negociación política debe ser estrictamente una consecuencia del cese absoluto de la violencia, es importante ir trenzando las confianzas para que ese mundo pierda el vértigo a la política. Estamos en una fase en la que unos y otros debemos ayudarnos a superar nuestros miedos.
 
-Existe aún gran desconfianza.
 
-Hombre, no se acaba de un día para otro. Entre el mundo de la izquierda abertzale y el nacionalismo democrático hay 28 años de fracturas humanas, sociales, familiares... Y los siete últimos años de fractura entre el mundo del constitucionalismo y el nacionalismo democrático también están ahí. Todo eso exige retomar complicidades, volver a mirarnos a los ojos, y eso no se soluciona en tres meses.
 
-De sus contactos, ¿deducen que la izquierda abertzale ha asumido que ésta puede ser su última oportunidad en mucho tiempo?
 
-Soy de pueblo ferroviario y no me gusta hablar de últimos trenes. Pero posiblemente estamos ante una oportunidad que no va a ser fácil que se repita en un plazo razonable en estos términos, porque le puede permitir a la izquierda abertzale dar el salto a la política con el mantenimiento de cierto peso social y electoral. Si hubiese un mazazo, en ese mundo podrían producirse transformaciones importantes, porque creo que la madurez de su apuesta por la política es sincera.
 
Contar la historia
 
-¿Se refiere a que el proceso de paz no se interprete por el entorno de ETA como una derrota?
 
-A mí no me gusta ganar por K.O. Sé que es un tema delicado, en el que hay muchas víctimas y tragedia, pero el mejor favor que le podemos hacer a la convivencia es buscar acuerdos o victorias que se zanjen, como mucho, a los puntos. Si una de las partes está acorralada contra la pared, no va a querer buscar una solución. Todos vamos a tener necesidad de vender un futuro acuerdo a cada uno de nuestros mundos. Y contaremos la historia de manera diferente; nosotros haremos lo posible para que se escriba recordando la tragedia, el sufrimiento, las víctimas. Pero tenemos que dejar gateras para que cada uno pueda vender a su mundo un acuerdo de solución. Y prefiero ganar a los puntos que por K.O., son victorias en las que al final ganamos todos.
 
-Con estas pautas, la mesa debería impulsarse el próximo año.
 
-Pienso que sí. Algunos están jugando con fuego literalmente, porque cualquier día una bomba en una bodega o en una central hidráulica del Moncayo o donde sea puede tener unas consecuencias irreversibles. El que pone una bomba sabe que uno de los riesgos es que pueda haber una persona muerta, y luego no caben lamentaciones.
 
-Hace justo un mes, su partido presentó su propuesta política. ¿Cuánto tiene de intento de ocupar la centralidad de cara a la normalización?
 
-El documento nace con vocación de contribuir a resolver las cosas. Cuando abordas una iniciativa así tienes muchas dudas, somos humanos: te preguntas si va a marcar el terreno excesivamente, si puede entenderse como un encastillamiento o realmente como una contribución. Cuando vi la reacción de los partidos, se me acabaron todas las dudas: sensibilidades políticas muy diferentes, que van desde Batasuna al PSE, veían elementos de enganche para buscar un terreno común. El líder, además de poner sus condiciones encima de la mesa, tiene que tratar de buscar acuerdos.
 
-Pero la izquierda abertzale y los socialistas han valorado el documento por motivos distintos.
 
-Sí, pero nadie sintió que podía quedar excluido de una solución. No es un mal comienzo. Y sigo creyendo también que sería importante que el PP no esperase a engancharse a un acuerdo, que tratarse de influir desde el principio.
 
-Da la impresión de que el tripartito, el PSE y Batasuna dan por hecho que eso no será posible.
 
-No es una posibilidad buena, pero si el PP se autoexcluyese deberíamos intentar seguir trabajando, porque hay suficiente amplitud social y política para poder abordar acuerdos. Pero no sería bueno.
 
-Si llega la tregua, ¿los populares tendrían más difícil no sumarse?
 
-Pueden tener un escenario de oportunidad. Sería una pena que dentro de 20 años celebrasen los acuerdos de la mesa sin haber estado en la misma, que es lo que les está pasando con el Estatuto. Pero estoy seguro de que el PP y el PNV buscaremos espacios de encuentro. No quiero cerrar puertas.
 
-Ustedes abogan por labrar un consenso superior al Estatuto. ¿Se basan en el 90% de apoyo que recibió o en el 53% del censo total?
 
-(Hace números) Matemáticamente es lo mismo, porque son cifras muy elevadas. Con los resultados de las últimas autonómicas, para lograr el porcentaje de síes necesario para alcanzar el del censo que obtuvo el Estatuto habría que sumar los votos de PNV, EA, PSE y EB.
 
-El baremo, ¿habría que pactarlo?
 
-Desde luego yo lo intentaría.
 
-¿Y es realmente posible cosechar más respaldo que el del Estatuto?
 
-Debe serlo. La garantía, la prueba del algodón del proceso será ésa.
 
Las familias políticas
 
-¿El objetivo esencial es pactar una fórmula del derecho a decidir?
 
-Ése uno de los trabajos importantes de la mesa, cómo ejercitamos la decisión de la sociedad vasca a través de un pacto que reúna a las diferentes familias políticas de este país, sin que se interprete como victoria de unos sobre otros. Ése es el reto, para ponernos de acuerdo entre iguales no necesitamos mucha mesa. Es clave la asunción del principio de "no imponer y no impedir". No impongamos un acuerdo que tenga menor consenso que el anterior; eso nos limita a la mayoría nacionalista. Y busquemos los mecanismos para no impedir que ese acuerdo tenga su traslación en el marco político; eso limita el peso de los partidos de ámbito estatal en el Congreso.
 
-Es decir: sin ese consenso, no promoverán otro Estatuto para disponer de cuatro competencias más.
 
-Creo que ése no debe ser el camino, porque ya tenemos un proyecto de Estatuto aprobado en el Parlamento. Hay camino para abordar esta discusión y buscar una solución a medio plazo.
 
-¿Ha contribuido el documento a pacificar internamente al PNV?
 
-No lo sé. Creo que tenemos una situación interna muy sólida, y no conozco ninguna formación que haya aprobado por unanimidad un documento con su estrategia. El partido sufrió una transición complicada, que dejó heridas. Pero eso empieza a ser agua pasada.
 
-Aunque asumen sus aspectos nucleares, ¿qué hay de autocrítica sobre el plan Ibarretxe?
 
-No la hay; la autocrítica está bien, pero flagelarse no. La vocación del lehendakari y la nuestra en estos cuatro años ha sido la de negociar.

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