Es evidente que, tanto política, social como económicamente, la unión hace la fuerza y esto es lo que acontece en el mundo empresarial. En este sentido todos los días asistimos a fusiones, absorciones, etc. entre empresas, tanto de nuestro entorno como del ámbito internacional, respondiendo a los retos de una economía cada vez más globalizada.
En la década de los ochenta se fusionaron las Cajas de Ahorros a nivel territorial, dando lugar a las actuales BBK en Bizkaia, Kutxa en Guipúzcoa y Caja Vital Kutxa en Álava; en Navarra la actual caja unificada se retrasó una década. Como es sabido, todas estas fusiones se dieron en los respectivos ámbitos territoriales y nunca supusieron agravios extraterritoriales como los que pudieran darse cuando alguna de las cajas pueda tener tentaciones de ejercer su posición hegemónica. Es de señalar, además, que a lo largo de estos años ha habido un respeto exquisito para evitar competir con las cajas de otros territorios forales, tanto en la CAPV como en Navarra.
Asimismo, todo indica que los resultados económicos, laborales y sociales de las referidas fusiones avalan la continuidad de las mismas, a pesar de las lógicas fricciones iniciales, incertidumbres, intereses personales lesionados. En nuestro caso concreto a nadie se le ocurre decir que los resultados, el nivel empleo y el volumen de las obras sociales de las cajas hubieran sido más abundantes y mejores de haber seguido funcionando cada una por su cuenta. En este sentido, nos atrevemos asegurar que el conjunto de resultados no sólo se han mantenido, sino que se han incrementado con las fusiones anteriores.
Y ahora ¿por qué ese interés en crear una caja de ahorro única en la CAPV? Nuestro país necesita un instrumento financiero fuerte y solvente que sirva de soporte y facilite la senda del desarrollo económico y social. Ahora bien, la historia reciente nos muestra que la gran banca de origen vasco ha perdido la escasa vinculación local que tenía. Es así que la fusión de las tres Kutxas aparece como una solución viable para este cometido. En particular si tenemos en cuenta que las Kutxas están sometidas a cierto control social e institucional. En esto radica la diferencia entre la banca privada y las Kutxas.
En el ámbito financiero vasco hemos asistido a un proceso de desarraigo con el entorno de la gran banca financiera que se originó en Bizkaia en estrecha vinculación con el desarrollo industrial. Fuimos testigos, primero, de la fusión del Banco de Bilbao y el Banco de Vizcaya, dando lugar al BBV. Luego, bajo el impulso político del Partido Popular, un banco público privatizado como el Banco Argentaria y de dimensión notablemente inferior a la de BBV, se constituyó el BBVA donde los directivos de Argentaria tomaron las riendas del gran banco resultante lo que supuso su deslocalización, puesto que los centros de decisión se ubicaron en Madrid en detrimento de Bilbao y Vizcaya. En definitiva, la política ha hecho posible que una institución financiera de fuerte arraigo en el País Vasco haya optado por trasladarse fuera de nuestro país. Esto no puede darse de ninguna manera con las actuales Kutxas ni con la hipotética resultante de la fusión.
Así, consideramos positivo el anuncio hecho por los tres presidentes de avanzar hacia la fusión, por las razones que vamos a señalar. En primer lugar, de darse esta fusión dispondríamos de un instrumento financiero de cierta envergadura para hacer frente a los retos de la economía vasca ante la globalización. Además de ser una entidad de referencia para el tejido socioeconómico vasco, se situaría en condiciones de mantener las cuotas de mercado, ahora en riesgo de pérdida frente a otras instituciones financieras con menos arraigo e implicación en nuestro país.
La segunda ventaja económica de la fu-sión sería el poder participar en proyectos de inversión estratégica para nuestro país con un alto grado de solvencia y eficacia. También sería más fácil crear sociedades vascas para acometer proyectos de tecnología avanzada necesitados de grandes in-versiones como fue Euskaltel, o formar parte del accionariado de empresas de interés para el desarrollo endógeno de Euskadi, etc. Esto quiere decir, en la práctica, que a falta de un banco de inversión público, la resultante de la fusión podría ejercer una función inversora de facto, bajo el liderazgo de la administración pública vasca. Al disponer las cajas de una fuerte representación de la parte social e institucional incorporan un alto grado de sensibilidad y enraizamiento local, y su implicación directa en el tejido empresarial vasco sería una garantía contra futuras deslocalizaciones de las empresas participadas por esta entidad. Para ello los poderes públicos vascos, inhibidos hasta ahora en una actitud liberal, han de apostar decididamente por activar una política industrial no sólo incentivadora sino estratégica y proactiva.
En tercer lugar, al contar con una caja única se reducirían los denominados costes de transacción. Las tres cajas operando bajo una dirección única, producto de la fusión, tendrían unos costes de la toma de decisiones para realizar inversiones sensiblemente inferiores lo que redundaría en mayores excedentes.
La fusión de las tres cajas daría lugar a importantes economías de escala, puesto que posibilitaría abrir oficinas en plazas, tanto en el estado español como en capitales comunitarias, que individualmente no pueden acometer, puesto que la masa crítica de negocios relacionados con ciudadanos vascos está fragmentada. También muchos gastos generados por operaciones financieras con la fusión quedarían eliminados. De no darse la fu-sión, la futura viabilidad de las cajas quedaría cuestionada y sería probable una futura competencia entre ellas en los territorios forales, incluida Navarra, debido a la existencia de suficiente masa crítica como para abrir oficinas en el resto de los territorios.
Por otra parte, conviene recordar que las cajas de ahorro son entidades integrantes de la Economía Social. Y la Economía Social se caracteriza porque no se remunera el capital y sí a las personas que participan en la misma. Por ello, la fusión también debería garantizar los puestos de trabajo existentes en la actualidad, aumentar la transparencia de acceso a los puestos de trabajo de esta entidad y que las nuevas contrataciones estén en consonancia con la calidad del empleo de una empresa perteneciente a la Economía Social. En este sentido, la fusión cuenta con el beneplácito de la mayoría sindical vasca.
Con todo ello, la entidad financiera resultante de la fusión, convirtiéndose una de las más importantes del estado español, generaría unos excedentes superiores a los actuales por las razones que hemos esgrimido. Por ello, no dudamos que las cantidades destinadas a obras sociales también aumentarán de manera absoluta -a la espera de que también aumente su parte relativa en los beneficios-, tanto para el conjunto de la CAPV como para cada territorio foral. La distribución de los fondos para obras sociales entre los tres territorios forales debería realizarse teniendo en cuenta criterios de solidaridad y volumen de operaciones para así evitar cualquier tipo de suspicacia, lo mismo que el gobierno de la entidad y la representación territorial.
Todos los días conocemos casos de fusión o concentración de capitales. Son hechos económicos propios del sistema capitalista. Pero estos fenómenos no están exentos de interferencias de los grandes poderes políticos. Recientemente hemos sido testigos de la operación fallida de BBVA para expandir sus negocios en Italia y hemos oído criticas por la politización del caso, así como por la intervención partidista del Banco Central italiano. En el País Vasco los agentes económicos y sindicales, priorizando los intereses económicos, empresariales y sociales ven necesario el proyecto de unificación de las tres Kutxas, mientras que el PP y ahora un PSE que no rompe amarras, por razones exclusivamente políticas, optan por que las cosas sigan como hasta ahora, olvidando y aparcando el futuro económico y social de nuestro país. Es su responsabilidad. La nuestra es apostar por una institución financiera fuerte y enraizada en el tejido económico vasco que bajo una estrategia de desarrollo socioeconómico sostenible dirigida activamente por la administración vasca sea un instrumento efectivo de solidaridad social y mejora del bienestar de nuestra sociedad.