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Los Balcanes en la UE

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Abuztua 02 | 2005 |
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Uno de los éxitos más palpables de la Unión Europea en los últimos tiempos ha sido la ampliación. La perspectiva de la entrada en la UE ha obligado a estos países a reformas profundas, dolorosas en ocasiones, que a medio-largo plazo han sido beneficiosas. En el terreno político la democratización de estructuras y procesos, a pesar de sus insuficiencias, ha forjado una normalización institucional parangonable a países de más enraizada tradición democrática.

En el área económica, con un crecimiento sensiblemente superior a la media europea y la mejora patente en las condiciones de vida de la mayoría de sus ciudadanos, la ampliación ha generado un atractivo efecto llamada que se ha extendido a los confines de Rusia. Tras las próximas incorporaciones de Bulgaria y Rumania, en dos o tres años, entre el nuevo grupo de naciones que se integrarán en la UE no estará Turquía sino los países del oeste balcánico liderados, en principio, por Croacia.

 
En la península balcánica, aunque los conflictos militares y limpiezas étnicas se han extinguido, el crecimiento económico es apenas inexistente, persisten altas tasas de desempleo, corrupción generalizada y un público desconfiado hacia los gestores de las nacientes y débiles instituciones democráticas. La perspectiva de pertenencia a la UE es la única garantía para la costosa reconciliación con sus vecinos y una apuesta de convivencia en un espacio futuro de soberanía compartida entre todas las naciones del área balcánica y el resto de los europeos. La alternativa a Europa es la vuelta a la guerra.


Con el objetivo de mover constitucionalmente a la región, desde la actual fase de débiles Estados y protectorados internacionales, hacia el estadio de la incorporación a la UE como naciones libres se constituyó la Comisión internacional para los Balcanes presidida por el ex primer ministro italiano, Giuliano Amato.


Siguiendo el análisis de la Comisión analizaremos los casos de Serbia-Kosovo y Serbia-Montenegro aunque el itinerario diseñado para los demás países del área, Bosnia, Macedonia... son también altamente interesantes. El estatus oficial de Kosovo (90% albaneses, 10% eslavos) es de una provincia de Serbia. La Comisión establece cuatro etapas de transición para su acceso a la fase final como país independiente en la UE .

 
En una primera etapa Kosovo pasaría de provincia serbia a protectorado de Naciones Unidas que de facto es el estatus actual. La segunda fase, que finalizaría en 2006, Kosovo accedería al ‘‘estatus de independencia sin total soberanía’’ con poderes reservados para la comunidad internacional, esencialmente la UE, en el área de los derechos humanos y protección de las minorías. En esta fase los actuales gestores internacionales (UNMIK) transferirían al gobierno legítimo del Kosovo las funciones correspondientes a un gobierno convencional. La Comisión aboga por la implantación de un sistema de cuotas que garantizaría a la minoría serbia una presencia en los órganos rectores del nuevo Estado. Por su lado, la mayoría albanesa de Kosovo reclama la presencia activa de EE.UU.. de importancia vital para garantizar su independencia, como en los años 90 lo fue de su seguridad ante la invasión serbia y la pasividad europea.


La tercera fase de ‘‘soberanía guiada’’ coincidiría con el reconocimiento de Kosovo como miembro candidato de la UE y la consiguiente apertura de negociaciones como país aspirante. Durante esta fase la UE abdicaría de los poderes reservados en el campo de los derechos humanos y la protección de minorías, ejerciendo su influencia en estos ámbitos en el proceso negociador.


La fase final sería la de la consecución de la ‘‘soberanía compartida’’ con los demás miembros de la UE.


Otro caso singular es el de la Federación Unida de Serbia y Montenegro que son los últimos restos que todavía permanecen de la ya fenecida Federación Yugoslava. Es una Federación desigual, diseñada para diferir la independencia de Montenegro, porque Serbia casi alcanza los diez millones de habitantes mientras que Montenegro apenas tiene 600.000 habitantes, pero los dos cuerpos políticos tienen la misma representación en los órganos de una Federación que no funciona. Aunque conviven en el mismo Estado mantienen diferentes monedas (dinar para Serbia y el euro de los montenegrinos), diferentes sistemas impositivos y aduanas.


Según la carta constitucional aprobada en 2003, en el año 2006 los ciudadanos de las dos entidades tienen la posibilidad de decidir su futuro y, por lo tanto, el de la Federación, en referéndum. Probablemente, y a pesar de las presiones europeas, decidirán dar por finalizada la Unión y emergerán dos naciones, negociando su futuro acceso a la UE de modo separado. La gran paradoja es que como un Estado funcionan actualmente con dos monedas, así como con puestos aduaneros entre ellos y, como países independientes, en el seno de la UE operarán con la misma moneda y en un mismo espacio de interdependencia institucionalizada.


La perspectiva de la incorporación de estos países a la UE se sitúa en 2014, el centenario del asesinato de Sarajevo, en el que Europa entró en el siglo de las guerras. Los Balcanes nos reclaman, ahora, que no olvidemos cuáles fueron las razones primigenias que esgrimieron los padres fundadores para el nacimiento de la Europa unida.


Las propuestas presentadas por Comisión internacional para insertar los países balcánicos en la UE nos ofrece varias enseñanzas:

 
-La perspectiva de la entrada en la UE les ofrece a estos países la posibilidad de otear un horizonte de estabilidad y prosperidad y superar el obsesivo pasado de querellas internas que socavan su energía y que pueden derivar a un retorno del pasado más siniestro.

 
-El establecimiento de diferentes hojas de ruta para naciones con aspiraciones y necesidades heterogéneas es una forma de pluralismo constitucional que rompe con la noción tradicional del exclusivismo de las constituciones políticas y soberanías absolutas. Se trata de adaptar el corpus constitucional para convertirlo en herramienta útil para afrontar los nuevos desafíos nacionales que la complejidad de los espacios posnacionales acarrean. La doctrina jurídica deberá evolucionar para acomodarse a los retos emergentes.

 
-Las Naciones sin Estado no reclaman el clásico Estado-Nación soberano, sino su encaje en Europa como medio para compartir soberanía, en pie de igualdad, con los restantes sujetos políticos que componen, en nuestro caso, la actual UE y que previsiblemente devendrá en la futura Federación europea.


-El valor del derecho de autodeterminación, preservando la protección a las minorías, se sigue revelando como un activo político de primera magnitud para superar sempiternos litigios nacionales y labrar una convivencia durable.

 
-Tras el surgimiento de nuevos Estados en los años 90 del siglo pasado es previsible que la estructura supranacional o posnacional que supone la UE propicie también en el futuro la emergencia de nuevas unidades políticas que convivirán en un esquema de soberanía compartida o interdependencia.

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