Deia
TRAS SER REELEGIDO el 23 de junio, Juan José Ibarretxe, el lehendakari, sigue desprendiendo la energía y el entusiasmo que le caracterizan. Convencido de que los cuatro años precedentes no han resultado baldíos y han servido para colocar en primer plano el núcleo mismo del conflicto vasco, se muestra muy esperanzado en que esta legislatura sea, al fin, la de su resolución.
¿En qué punto nos hallamos de cara a la normalización política una vez finalizado todo el proceso electoral?
Tenemos una exigencia por parte de la sociedad vasca. Lo que está trasladando, más allá de lecturas particulares que nos puedan gustar a unos o a otros, es que es necesario sentarse y dialogar. La sociedad está dispuesta a participar y a decidir, pero sobre la base de un esquema previo de posibles acuerdos.
¿Qué ha cambiado en la legislatura pasada?
Hace cuatro años eran el tripartito y el lehendakari quienes manifestaban interés por poner sobre la mesa las iniciativas y propuestas, y había una actitud negativa y obstruccionista por parte del Partido Socialista y del PP, que acudieron al Tribunal Constitucional para impedir los debates y aprobaron la Ley de Partidos. Ambos mantenían que el objetivo era la derrota del terrorismo y no un esquema de final dialogado. Todo esto está cambiando y tenemos no sólo a un tripartito con disposición y capacidad para moverse sino que también hay movimientos en los demás...
...hasta el punto de que los socialistas parecen estar dialogando con Batasuna...
Es evidente que el PSOE no piensa hoy lo que pensaba hace cuatro años, que se ha desmarcado de la política de obstrucción del PP y que, por lo tanto, acepta que debe moverse y participar en un escenario de diálogo. Y lo hace hasta el punto de que, efectivamente, desde hace algún tiempo, mantiene relaciones con Batasuna. Y me parece muy bien. Deben hacerlo, y cada vez más. Lo que no me parece correcto es esa doble moral de criticar al lehendakari porque dice que nos tenemos que sentar todos, también Batasuna. No en público, pero sí en privado, ellos admiten lo que es evidente: que hay que hablar con Batasuna. Y es que, ¿alguien cree que vamos a llegar a un acuerdo para la normalización política si no hablamos y negociamos con Batasuna?
¿Le parece que estamos cerca de que la situación madure lo suficiente para que se levante el telón y ese escenario se pueda visualizar?
Hay que abrir ese espacio de relación entre los diferentes partidos políticos para tratar de consensuar los procedimientos, para tratar de establecer calendarios y tejer complicidades acerca de cuáles deben ser los contenidos y los principios. Hay que definir cómo escribimos lo que creemos acerca de los elementos que configuran un acuerdo para la normalización política, ya sea sobre el pueblo vasco como sujeto, sobre el derecho a decidir, sobre la territorialidad o sobre la necesidad de pactar.
¿A partir de setiembre se entrará en la fase decisiva?
El próximo tiempo, el que vamos a vivir a partir de setiembre, es un tiempo para ese diálogo, para esa especie de desnudo integral desde un punto de vista intelectual, con relaciones bilaterales o multilaterales que nos permitan marcarnos un objetivo para, en un momento determinado, poner en marcha una mesa multipartita con unas determinadas garantías. Es evidente que una mesa de partidos no es para tomar café.
Diálogo resolutivo y mantenimiento de la violencia, de la intensidad que sea, no casan. ¿Lo tiene claro Batasuna?
Evidentemente, a nadie se le escapa, y tampoco a Batasuna, que ese espacio de diálogo resolutivo no puede estar acompañado, de ninguna manera, ni de la violencia de ETA ni de esa especie de sustitutivo que es la kale borroka. No se trata de una idea revolucionaria. La propia Batasuna la recogía en la llamada propuesta de Anoeta.
Sin embargo, desde la izquierda abertzale ya le han exigido que «no ponga condiciones».
Todos tenemos ya interiorizado que una fase final, en la que se pueda llegar a acuerdos y éstos puedan visualizarse, se debe dar en términos de ausencia total de violencia. Lo admitimos absolutamente todos; al igual que no ofrece dudas que los escenarios de diálogo no pueden ir precedidos de condiciones de ningún tipo. Yo estoy hablando con todo el mundo sin condiciones, ni por mi parte ni por parte de nadie.
Errazti ha sorprendido al señalar que la Mesa se puede poner en marcha aunque ETA siga en activo. ¿Tiene el tripartito una visión unívoca en torno a esta cuestión?
Mi tesis es la que aparece en el programa de gobierno y la propia Begoña Errazti ha dicho que Batasuna no ha entendido lo que ha querido trasladar el lehendakari. Que no hay que poner condiciones para el diálogo es algo tan obvio como que estamos dialogando ya. Estoy hablando con Batasuna y el Partido Socialista también está hablando con Batasuna. Es bueno que todos hablemos con todos. Pero si en un momento determinado esto confluye en la posibilidad de que pueda emerger una mesa de partidos, el diálogo resolutivo no se puede producir ni en una situación de violencia ni de kale borroka.
¿No corremos el riesgo de confundir lo instrumental con lo fundamental?
Es cierto que hemos pasado mucho tiempo hablando de cuestiones instrumentales y, al final, hemos realizado debates de fondo, de carácter estratégico, sobre los instrumentos cuando, en realidad, eso supone malgastar las limitadas fuerzas que tenemos. Yo emplazo a la sociedad y a los partidos políticos a que, a poder ser, las energías que tenemos no las dediquemos ni a discutir sobre el pasado ni a discutir sobre los instrumentos. Discutamos acerca de cómo garantizamos que las cosas que vayamos a hacer en el futuro sean provechosas.
¿Percibe el mismo discurso en Zapatero que en el PSE-EE?
El Partido Socialista ha pretendido trasladarme una especie de epitafio en forma de "es usted el pasado". Pero aquí nadie es pasado. No se es pasado cuando se ha logrado el refrendo democrático para liderar el futuro de este país. Un Gobierno que ha liderado este país en los últimos años y que va a seguir haciéndolo, porque así lo ha querido la ciudadanía, no es el pasado. Aquí nadie es pasado: ni el Partido Socialista, ni Batasuna. Todos somos futuro. El pueblo vasco es futuro.
A veces da la sensación de que se entiende mejor con Zapatero que con el PSE-EE...
Hemos tratado de que la nuestra sea una relación civilizada. José María Aznar no quería ni hablar conmigo cuando era el presidente español. Yo no sé si hablando el presidente español y el lehendakari llegarán a acuerdos. De lo que estoy convencido es de que si no hablamos nunca llegaremos a lograrlos. Por eso hemos tenido una serie de contactos a lo largo del último año, y uno de ellos se produjo tras las elecciones de abril.
¿Han llegado a alguna conclusión?
Fundamentalmente hemos concluido que este es un primer paso entre otros muchos que deben darse. Queremos sacar frutos de un diálogo leal. Quiero pensar que ese objetivo que me traslada el presidente Zapatero es un objetivo común compartido por el PSOE. Quiero pensar que el Partido Socialista está abierto a los acuerdos con el Gobierno vasco, porque ésa es también la opción que vamos a tomar desde aquí. Mantenemos la mano tendida a los acuerdos puntuales con todas las fuerzas: con EHAK, con el PSE-EE, con el PP, con Aralar... Esa es la disposición que me gustaría ver en todos los partidos.
Los mimbres que ha puesto el lehendakari sobre la mesa de cara a un acuerdo de normalizaciónson los que menos gustaban al PSE y al PP de la propuesta de Nuevo Estatuto Político. ¿Qué margen de maniobra real hay para acercar posiciones?
Se trata de que nadie imponga ni de que nadie impida. No se trata de decirle a nadie qué concepto tiene que tener en torno a la territorialidad o al derecho a decidir del pueblo vasco. Si se quiere lograr un acuerdo de normalización política, ¿de qué cosas tenemos que hablar? ¿Se debería hablar del pueblo vasco como sujeto? Claro. Otra cosa es que tengamos diferentes puntos de vista. ¿Hay que hablar de la territorialidad, acerca del derecho a decidir, o de cómo articular el pacto entre Euskadi y España? Sin duda. Que el Partido Socialista y el PP tengan su propia visión sobre esos conceptos me parece perfecto. ¿Que quieren hablar de otras cuestiones? Perfecto también.
¿Se trataría de reformular la propuesta de Nuevo Estatuto?
En la legislatura pasada la mayoría absoluta del Parlamento vasco aprobó una propuesta que tiene unos mimbres acerca de estas cosas y la ponemos a disposición de ese debate y de ese espacio de negociación entre los partidos. ¿Para imponerlo? No. Ya hemos dicho lo que pensamos acerca de todas estas cuestiones y lo mismo deberán hacer el PSE-EE, el PP y Batasuna. Si se lograra una posición democrática que en vez de 39 logra 42 ó 45 adhesiones en el Parlamento, miel sobre hojuelas: sustituirá al acuerdo democrático que adoptó el Parlamento. Estoy dispuesto a hablar sobre todo lo que deseen el PSE-EE, el PP o Batasuna a los efectos de la normalización. Los temas objeto de discusión son habas contadas que conocemos, pero esto no significa un cierre de agenda.
En este contexto, ¿cómo interpreta el apoyo que dos parlamentarios de EHAK dieron a su investidura?
Hay que ver con normalidad la posición que EHAK vaya a adoptar en esta legislatura. A EHAK le corresponde decidir qué hace con sus nueve votos. Los votos de EHAK son como el resto que hay en el Parlamento. Me parece tan respetable la posición que mantuvo EHAK en la investidura como la que tuvo el PP apoyando al Partido Socialista.
¿Esos dos votos de EHAK condicionan de alguna manera al tripartito desde el punto de vista de la gobernabilidad?
El tripartito tiene su propio programa y quiere negociar sus iniciativas y llegar a acuerdos con todos. ¿Vamos a negociar iniciativas con EHAK? Sí. Pero también con el PSE-EE y con Aralar y trataremos de hacerlo incluso con el PP. Si no damos la sensación de ser capaces de pactar con todos los grupos de la Cámara difícilmente vamos a trasladar a la ciudadanía vasca que somos capaces de alcanzar acuerdos en temas más complicados. Me gustaría que la disposición y la capacidad de pacto del Gobierno vasco sea una señal que trasladamos a la sociedad.
Lo ocurrido con Atutxa parece trasladar una señal bien diferente...
Fue un pasaje de escasa aportación en términos democráticos a la vida política, un veto personal y político. Ha sido, sin ninguna duda, el momento más duro que he pasado desde que estoy en la vida pública. Me parece profundamente injusto.