Iñaki Anasagasti
15Maiatza
2005
15 |
Iritzia

¿De qué nación se trata?

Iñaki Anasagasti
Maiatza 15 | 2005 |
Iritzia

Es costumbre norteamericana, con un sistema parlamentario distinto, celebrar una vez al año el debate sobre el Estado de la Unión, con objeto de hacer una radiografía política de situación. Felipe González, por no ser menos, instauró el Debate sobre el Estado de la Nación. En algunas comunidades debaten sobre el Estado de la Región y, en Euzkadi, en setiembre, el debate se llama de Política General. Quizás en Madrid, en correcto término parlamentario, debería denominarse el Debate del Estado del Estado, considerando al Estado como la administración profesionalizada, pero cualquiera le quita a los patriotas españoles el nombre del Estado de la Nación, que no deja de ser toda una ficción tan sólo consagrada en el artículo 2 de la Constitución que, como Santiago que cerraba España, dice: "La Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles". Y, sin embargo, España no es una nación. Si lo fuera, Rajoy no le hubiera preguntado a Zapatero tres veces durante el celebrado debate si creía que España es una nación. Zapatero no contestó.

Poco antes de la campaña electoral vasca, Patxi López sacó a pasear el concepto de Comunidad Nacional para Euzkadi, mientras la propia Constitución habla de unas extrañas nacionalidades, sin decir qué son, ni para qué sirven, mientras Maragall, define a Catalunya como Nación. Pero el caso es que el debate número 18 de la política general española se llamó Debate sobre el Estado de la nación, definición que como vascos deberíamos adoptar para nuestros debates en el Parlamento de Gasteiz. Define mejor de lo que se trata, aunque la mejor descripción la hicieron unos chavales fuera del Congreso a los que el pasado miércoles, en pleno debate, un reportero les preguntaba sobre lo que era una Nación y, respondieron al unísono: ¡¡Madrid¡¡ Pues eso.

Tres afirmaciones

Del primer día del debate hubo tres cosas que me llamaron la atención. La primera fue cuando Zapatero le contestó a Rajoy diciéndole que él «apoyó a ciegas toda la política antiterrorista del Gobierno Aznar». A ciegas. Incluso dijo que le felicitó por ella. Y, ahora, él pedía la misma reciprocidad. Una mano lava la otra. Por su parte, Pérez Rubalcaba se lamentó de lo que habían tenido que tragar. Sencillamente me pareció terrible, patético, profundamente antidemocrático y la confirmación de que valió todo y sobre todo, que Aznar lo pudo hacer porque el PSOE le apoyó «a ciegas».

La segunda fue la intervención de Joan Puigcercós, portavoz de ERC, cuando explicó que dijo aquello de que el Plan Ibarretxe era un entremés, porque el plato fuerte son ellos y, sin embargo, jamás he visto ningún partido más entregado en trabajar por la estabilidad de un gobierno en Madrid después de declararse varias veces independentistas. «Queremos trabajar juntos». Definió también Catalunya como nación y puso sus ocho votos al servicio del Gobierno Zapatero. En el Senado están en una plataforma con el PSC e IC que se llama Entesa y que es una simple correa de transmisión del PSOE. Y todo por cargarse a CiU, ganadora de las elecciones catalanas.

Quizás en esa piscina de tiburones hay que ser así, pero nosotros, como PNV, jamás hicimos un discurso parecido y eso que pactamos con el PSOE e incluso con el PP. Hay cosas que no se entienden y eso es lo que le quita a ciertas políticas su credibilidad. Para alfombras, las del festival de Cannes.

También se jactó Rajoy de la Constitución española en pleno debate sobre si el heredero a la corona tiene que ser chico o chica. Por cierto, así como con el asunto del Concierto, que se logró poco antes del 23-F y, que de no haber sido por el PNV, no se hubiera conseguido, hay que decir que este debate sobre la discriminación de la mujer en la sacrosanta Constitución española lo suscitó el Grupo Vasco en la Tribuna del Congreso hace tres años. Fuimos los primeros.

Y no deja de tener su gracia que todos los años por diciembre nos empalaguen con los llamados "padres de la Constitución" que se pasean por las Universidades y los platós para ilustrarnos sobre lo bien que lo hicieron y lo intocable del texto.

Veinticinco años después, la cuestión suscita una pregunta. ¿Cómo fue posible que en 1978, teniendo la infanta Elena, la hija mayor de los reyes, quince años y gobernando en Inglaterra Isabel I y en Holanda, Juliana de Orange, estos sesudos ponentes constitucionales españoles consagraran en aquel texto la discriminación tan abusiva de la mujer cargándose las posibilidades de una chica a la que quizá no le quedó más remedio que casarse con Marichalar? Y ahora nos viene Rajoy a ensalzar un texto propio de Arabia Saudí mientras en lugar de organizar para el próximo mes de diciembre un acto de recusación de aquellos chapuceros y machistas "padres de la Constitución" se aprestan a organizarles un nuevo homenaje. ¿No es todo esto patético, abusivo y propio de un país de pandereta y poco serio? Ya de por sí, que al jefe del Estado se le elija por procreación y no por elección democrática, deja mucho que desear, pero si a esto se le añade la consagración de aquella chapuza, es como para irse a una isla desierta. Pero España, doña Elena, es así. Y si no que se lo hubieran preguntado a la infanta Isabel, aquella que propició dos guerras carlistas en el siglo XIX.

No remover el pasado

Rajoy en su intervención, en lugar de portavoz del PP, parecía el presidente de la Fundación Francisco Franco. No sólo protestó por la remoción de la estatua del dictador en Madrid, sino que pidió que en el Valle de los Caídos siguiera enterrado aquel sátrapa mientras argumentaba que no había que remover la historia. Con sus palabras consagraba la acción del franquismo sociológico que cuando los demás metemos el dedo en estas cosas nos dicen que hay que mirar al futuro.

Pero mientras decía estas barbaridades que tan bien les vienen a ellos, seguían resonando los ecos del desfile y de los discursos de la Plaza Roja de Moscú en la celebración del sesenta aniversario del fin de la II Guerra Mundial con presencia de cincuenta jefes de Estado, todos menos el español, que se divertía de lo lindo en el circuito de Montmeló, no fuera a ser que le recordaran que quien le esponsorizó para ser rey, estuvo con Hitler y Mussolini. Y, para que no se notara mucho, venga darle vueltas al embarazo de la nuera de manera continua y empalagosa, como si estuviéramos en el Nepal. Como no podía ser menos, pregunté por qué D. Juan Carlos no estuvo en Moscú el domingo. Un espeso silencio se abatió sobre la pregunta políticamente incorrecta, mientras nos dicen a todas horas que la monarquía española es la institución que goza del máximo consenso. Estamos, pues, como en los tiempos del NODO. Censura e incienso.

"Lloramos a todas las víctimas, a los de la violencia emanada de Alemania y a las de la violencia que volvió de Alemania, pero Alemania no puede olvidar, no puede hacer borrón y cuenta nueva, no puede repetir lo ocurrido, por mucho que tenga ya, al inicio del siglo XXI, buenas razones para estar orgullosa como país", decía, en relevante discurso pronunciado en el Reichstag el presidente alemán Horst Kohler. Pero mientras decía esto, D. Juan Carlos hablaba de sus nietos y se lo pasaba en grande viendo la Fórmula I.

«La Alemania reunificada reconoce su Historia. Este monumento recordará el más horrible de todos los crímenes del nacionalsocialismo», aseguró el presidente del Bundestag, Wolgang Thierse, durante el acto de inauguración del oficialmente llamado Memorial de los Judíos asesinados en Europa. Pero mientras resonaban estas palabras, el Valle de los Caídos sigue siendo, cerca de Madrid, lugar de peregrinación de turistas, curiosos y nostálgicos de una dictadura sangrienta. Y, ¿Gernika? Bien, gracias. No me extraña que D. Juan Carlos diga que él es el rey de España y no de Bélgica. No hace falta que lo jure.

¿A dónde vas?

«¿A dónde vas? Manzanas traigo". Ese podía ser el resumen del diálogo de sordos mantenido entre Erkoreka y Zapatero. «¿Cómo va la transferencia de prisiones?» «Ibarretxe no me lo ha pedido». «¿Y de la Seguridad Social?» «La Caja Única es intocable». «¿Y qué hay de la "Y"?» «Yo no tengo nada que ver con el consejero socialista Antolín». «¿Y de Babcock?». «Usted no me ha dicho nada de La Naval y el Gobierno vasco no ha hecho nada». «Pero si La Naval ha sido el único astillero que no es público». «Sí, pero usted no me ha agradecido la carga de trabajo sólo para dos años». «Ya, ya. Ustedes nunca fallan en el cierre de filas con el PP». «Oiga usted, no insulte. No me compare con el PP, porque yo tengo talante y las formas son el ser de las cosas. Por cierto, usted no me ha mencionado el problema de la vivienda. Y eso que vamos a construir 1.500 en antiguos terrenos militares». «¿No le parece mejor que no hable del fantasmagórico Ministerio de Vivienda? Y en relación con los terrenos de Defensa, ¿ya escuchó lo que dijo su ministro cuando afirmó que él no se iría de Donosti porque tiene que defender la unidad de España?...»

En fin. No me digan que aquello no parecía un diálogo con Cantinflas, y no por culpa de Erkoreka, que ponía el dedo en la llaga, sino porque Zapatero no contestó a nada, hacía juegos malabares con las palabras y como él tiene la última, cierra los debates y tiene a todos los medios en el bolsillo, era imposible lograr el menor compromiso. Eso sí. Dijo que el tono de Erkoreka la había gustado. Pero salvo a Rajoy, se lo dijo a todos.

Sin embargo, a Zapatero no le gustó un pelo, y se le notó, que le comparase con el Partido Popular. Es normal. Lo suyo es el marketing, y esa comparación, para un progre como él, no es de buen gusto. Y, sin embargo, Aznar, haciendo lo mismo era mucho más directo y sincero. Nada. Como venimos diciendo. Aquello fue el Frontón de San Jerónimo. Y, a seguir pagando, dos veces, la barra de pan.

Aldaketa

En Madrid, o das una conferencia o te la dan. O te dan un premio, o lo das. Bueno, pues el martes, el editor Manuel Domínguez y el director de "Cambio 16" nos invitaron a la entrega de Los Mejores de Cambio 16-2004. Generalmente no solemos acudir a este tipo de actos, pero basta que entre los premiados estuviera ETB, como televisión autonómica y a ETB en Madrid lo único que le dan son palos, allí nos fuimos.

Tuvimos que soportar un larguísimo discurso del editor que creyéndose Zapatero en el debate del estado del Estado, nos dio varias lecciones de urbanidad, ética, tolerancia y pluralismo, donde no podía faltar la crítica al nacionalismo vasco gobernante. Posteriormente, llegaron los premios.

Andoni Ortuzar, cuando recogió el suyo, no se cortó un pelo y rechazó valientemente los mil topicazos que se dicen sobre la televisión pública vasca. Tenía aquello especial valor porque era dicho a cien metros de la Puerta del Sol.

Luego vinieron otros premios, salpimentados, a muchísima gente. Pero los políticos eran estos: Hombre del Año: José Luis Rodríguez Zapatero; Mujer del Año: María Teresa Fernández de la Vega; Político del Año: Pa-txi López; Institución: Javier Rojo; Ministros: Magdalena Álvarez y José Bono; Valores Humanos y Solidaridad: Leire Pajín y Jesús Caldera; Joven Promesa: Pedro Zerolo.

Todos del PSOE. Todos. Contrasta esta actuación, legítima, pero sectaria, con todas las prédicas que nos hace Gorka Landaburu en Radio Euskadi y ETB a cuenta de su "Aldaketa" y de lo que significaría en tolerancia que gobernara el socialismo vasco.

Sin embargo, el gobernante nacionalismo para que a alguien del PNV le den un premio tiene que estar a punto de irse al otro barrio. Ya vemos en qué consiste el "cambio" cuando los socialistas tienen la oportunidad de premiar. ¡Que Dios nos coja confesados!

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