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2005
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“Levedad del problema vasco"

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Urtarrila 11 | 2005 |
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Xabier Arzalluz

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Al poco tiempo de acceder los socialistas, con sorpresa propia y ajena, al Gobierno en Madrid, escribía Ramón Jáuregui en el periódico filosocialista “El País”, un artículo que se titulaba “La insoportable levedad del problema vasco”. El título estaba tomado de un libro del moravo Milan Kundera. La idea era simple. Venía a decir, expresado con sal gorda, que en España llevaban demasiados años con el problema vasco presente todos los días, en una u otra de sus variantes. Según Jáuregui, se trataba de algo excesivo. Porque no era el único, ni siquiera el mayor de los muchos problemas de todo orden que tiene España, y que la política del Gobierno Zapatero iba a ser no dar a las cosas más importancia que la que tenían y por tanto dejar a un lado la exagerada presencia de los vasco en la preocupación política, limitándose a aplicar la Ley cuando lo vasco se desmandaba.

Y ésa ha sido la política de Zapatero hasta hoy. Se ha limitado a descolgar un colchón en la dura pared del frontón, de modo que cuando se lanzaba un trallazo, la pelota hacía “puf” en la manta y simplemente no se devolvía. Y, así, no había partido. Lo mismo sucedía cuando los catalanes, por ejemplo, querían introducir la palabra “Nación” en su Estatuto. No tenía importancia. Como si fuera puro nominalismo, un mero “flatum vocis”, como se decía en las discusiones escolásticas medievales. Que es lo que pasó efectivamente con el término “nacionalidad” en la Constitución vigente. Recuerdo que cuando se filtró de la Ponencia Constitucional que dicho término se había aceptado con la airada oposición de Fraga, que advirtió que en ningún caso iba a ser aceptado por el Ejército, hubo una cierta conmoción entre los iniciados. Luego resultó lo que hoy todos sabemos. Que nadie sabe cuáles son las nacionalidades y cuáles las regiones y que, incluso, el término “nacionalidad” se convirtió en elemento de subasta en las negociaciones de más de una región autónoma como Andalucía, Valencia o Baleares, y perdiendo por tanto cualquier valor a la hora de connotar políticamente un territorio autónomo.

Resulta inconcebible la frivolidad de este comportamiento. Me temo que un día pase lo mismo con el término “autodeterminación”, que constituye desde el período foral, con uno u otro nombre (este término entra en el lenguaje político desde la segunda Guerra Mundial), el meollo y la clave de solución del Problema vasco. He temido desde el principio que los políticos de Madrid terminen aceptando la autodeterminación del Pueblo Vasco para, a continuación, con un “sin perjuicio” o alguna otra argucia, como en 1839, dejar sin efecto alguno el tremendo contenido de política práctica del término

Tengo muy claro que detrás de la negación histérica del “plan Ibarretxe”, como en su día, aunque con menos escándalo, del de Ardanza está precisamente el reconocimiento
del Pueblo Vasco como sujeto que existe como tal y es dueño de su voluntad. Si Madrid reconociera este principio de “ser” y de “querer” se acabaría el principio de “nación” rousseauniano que niega la existencia de ninguna otra “nación” en su ámbito. Y, por tanto, de cualquier otro pueblo en términos políticos, de cualquier otro pronunciamiento colectivo que no sea el de la “nación española”. Si lo admitieran se habría acabado el concepto de Nación y de Soberanía y de Unidad indisoluble que mantienen férreamente desde la introducción del liberalismo de corte francés en España..

Recuerdo que en una de las muchas sesiones de la llamada Mesa de Ajuria-Enea en el período Ardanza, planteó Garaikoetxea una cuestión que solía repetir machaconamente en una y otra sesión. Refiriéndose al párrafo que enunciaba, aludiendo a Batasuna, e instándole a que tomara parte en la vida política normal, con el argumento de que en Euskadi todos pueden sostener y propagar cualquier idea política, alegaba Garaikoetxea, con razón, que “mantener y propagar sí, pero conseguir no”. Como Garaikoetxea ponía pié en pared y parecía que no íbamos a poder seguir adelante, Jáuregui se puso nervioso y salió a hablar por teléfono (probablemente con Belloch, entonces Ministro de Interior y de Justicia). Al volver a la sala dijo con voz que pudimos oir todos: “No les vamos a dar ahora lo que tendremos que darles al final”. Yo, al menos deduje que los socialistas contemplaban el reconocimiento del derecho de autodeterminación en un proceso final de negociación con ETA. Y fue entonces cuando llegué a la idea de qué valor iba a tener en la práctica un reconocimiento de este tipo. Aparte de que ya para entonces había llegado a la firme conclusión de que la palabra de los socialistas tenía una caducidad mayor que la del yogourth, con la diferencia de que éste pone en lugar visible la fecha de su vigencia

A la táctica del frontón/colchón, añaden los socialistas la oferta de la vía Maragall, con Plataforma para el “Camvi” y un nuevo estatuto. Este es un tema que es forzoso, por lo interesante, dejarlo para otro comentario, aunque no pueda uno eludir un comentario sarcástico sobre la penuria de los “socialistas de aquí", que han tenido que echar mano de nacionalistas de segunda repletos de problemas personales para imitar a los catalanes de Maragall.

Para terminar, Jáuregui ha podido contemplar, sobre todo en este momento que la teoría de la “levedad del problema vasco” y la consecuente táctica del colchón en el frontón no son fáciles de llevar a cabo en España. Se ha producido otra vez el fenómeno de la “Alarma Social”. Se ha movilizado toda la llamada “opinión mediática” y hasta Rouco y el “Concilio de Toledo “han alzado su voz". Espero que Jáuregui caerá en la cuenta de que la derechona, incluída la parte más reaccionaria de la Jerarquía, están pretendiendo dar una patada a Zapatero en el trasero de Ibarretxe. En todo caso el espectáculo es, una vez más, grandioso para cualquier vasco con ideas claras.

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