El jueves 30 de diciembre, con este título, un representante de la derecha cavernaria daba los buenos días a todos sus lectores. Decía que ya se comenzaban a escuchar los sonidos de las trompetas del Apocalypsis y comparaba el Plan del Gobierno vasco como la gran ola del maremoto del Océano Indico, con miles de cadáveres flotando sobre las aguas del Pacífico.
Ya tiene pues la derecha su gran tema de desgaste del gobierno Zapatero para tapar las vergüenzas de una oposición sin argumentos y centrada en tratar de demostrar que ETA tuvo que ver con el terrorismo islámico el 11-M. Vuelve Aznar a través de un Acebes, un Astarloa y un Rajoy que van a contar con el seguidismo de un Zapatero, de un Rodríguez Ibarra y de un Patxi López de comparsas diciendo hasta la extenuación que no se trata de una aprobación democrática de un Parlamento, sino el proyecto de una ETA que una vez más lidera el proceso. Vuelve pues el discurso aguardentoso de trinchera de la más negra época de Aznar con lo que vuelve a demostrarse que la España negra que embiste y no argumenta sigue ahí, dispuesta a saltar en cualquier momento. Nada nuevo, aunque quizás sea un componente vitaminado para una sociedad aletargada que necesitaba una sacudida como hace cuatro años.
Ese día 30 era noticia la reunión de la víspera entre el PP y el PSOE. Teóricamente se trataba de hablar de antiterrorismo pero sólo hablaron de cómo impedir la presentación de Batasuna en las elecciones y de cómo se les inhabilita totalmente para matarlos políticamente de una vez e impedir que, como hicieron ese día por la tarde, puedan servir de fiel de una balanza que tarde o temprano siempre se inclinarán por planteamientos abertzales. Era el día en el que el alcalde de Salamanca ponía una cerca frente al Archivo Histórico con objeto de que ni un solo papel sea devuelto a la Generalitat y era el día de comentar resultados de las selecciones deportivas y de una encuesta fantasma que decía que el 60% de los vascos no tenían ni idea de en que consistía el por ellos llamado Plan Ibarretxe.
¿Qué harán ahora? Tratar de meter miedo.
No sé si el Proyecto del Parlamento vasco llegará al Congreso. La Mesa de la Cámara debería permitir su discusión en febrero o marzo, pero la experiencia es que ese tipo de iniciativas de los Parlamentos autonómicos duermen el sueño de los justos. Darán tiempo para que una legislatura vasca agotada impida su discusión en Madrid. Al tiempo.
Los vascos demócratas no terminamos mal el año porque lo empezamos mejor. Con presupuestos y con un proyecto democrático aprobado con mayoría absoluta. Ahora, a esperar a toda la trompetería mediática y, sobre todo, a no ponernos nerviosos. Ya lo están ellos. Les ganamos con ese planteamiento.
El mejor regalo, un libro
Son días de familia, de felicitaciones y de desearse lo mejor. Y también de regalos, aunque muchas veces no sepamos si elegir una corbata, unas zapatillas, un queso de Idiazabal o un perfume. Por eso, ante la duda, regale libros o el DVD dedicado a José Antonio Aguirre, que está ya a la venta y que vale muchísimo la pena. Lo anuncia DEIA.
Por tanto, le sugiero cuatro libros y el DVD. Ojalá estos regalos no sólo sean de hijos a padres, sino de padres a hijos.
Desde luego el recientemente reeditado "De Gernika a Nueva York pasando por Berlín" sobre la odisea, bajo el nazismo, de José Antonio Aguirre o, un bellísimo álbum fotográfico editado por el Ayuntamiento de Bilbao y otro por la Fundación Sabino Arana sobre el primer lehendakari. Un regalo de cinco ikurriñas. Y otro. "Dios, Patria, Fueros y Rey. Sabino Arana ¿Un Dios o un loco?" Francamente interesante con opiniones de todo tipo. O "La línea de la libertad" del subdirector del "Washington Post" sobre la Red Comete que pasaba pilotos en la Segunda Guerra Mundial. Les sugeriría una lista numerosa pero con éstos, recién editados, vale. Son un buen regalo y ayuda usted a que la edición nacionalista o sobre temas vascos pueda vivir frente a la avalancha de basura reciclable que hay por todas partes.
Una pregunta
El pasado mes de noviembre y bajo mandato socialista, pregunté al Gobierno lo siguiente:
«El pasado 20 de noviembre se cumplieron veintinueve años del fallecimiento de Francisco Franco, general golpista que conculcó la legalidad democrática de la Constitución de 1931 y que dirigió una sangrienta guerra que ocasionó centenares de miles de muertos, heridos, exiliados y encarcelados por el único delito de defender la legalidad constitucional republicana en aquella época vigente.
Próximo a cumplirse el año que viene el treinta aniversario del fallecimiento del dictador, va siendo hora que un gobierno socialista se cuestione si es de recibo que en el siglo XXI se tenga en el Valle de los Caídos un inmenso monumento a una de las partes de la contienda y enterrado en él al máximo responsable de aquella barbarie que además construyó aquel faraónico mausoleo con el sudor y la sangre de los republicanos represaliados, a los que trató como esclavos.
Si en el convulso Medio Oriente el entierro del líder Palestino Yaser Arafat ocasionó un tenso debate y un impresentable forcejeo entre las partes implicadas y si en Alemania a ningún demócrata se le ocurre reivindicar un monumento funerario para Adolfo Hitler, y en Italia para Mussolini, aliados de Franco y colaboradores necesarios en su guerra de devastación, ¿cómo es posible que a pocos kilómetros de Madrid siga existiendo esa apología al terrorismo de estado y esa afrenta al buen gusto y a la historia democrática de un país sin que el gobierno socialista no anuncie algún tipo de iniciativa para acabar con semejante insulto a quienes por defender la legalidad republicana, la legítima, la del "patriotismo constitucional" de la época, fueron perseguidos y exterminados?»
Por todas estas razones pregunté al Gobierno si pensaba tomar algún tipo de iniciativa para cancelar semejante monumento y para que, quien fuera dictador durante cuarenta años, fuera enterrado en el cementerio que su familia escoja.
Todavía no me ha llegado la respuesta a dicha pregunta aunque me imagino una parecida a la del treinta aniversario de la coronación del rey, porque esto de la ideología y los principios en casa de los descendientes de Pablo Iglesias sólo es para los discursos de campaña.
¿Qué hacer con el Valle de los Caídos?
Sin embargo, al ser formulada la cuestión, la caverna madrileña me cayó encima y eso hizo que un buen día apareciera por mi despacho un cineasta francés que lleva dos años trabajando en un documental sobre este templo al mal gusto y a la parcialidad. Y me contó su historia.
Todo empezó con una visita que hizo al Valle de los Caídos. Como la mayoría de los que visitan este monumento, Gilles Passer no conocía mucho sobre su historia. Bueno, sabía que ahí descansaban Franco y Primo de Rivera. Y además, supo que fue construido por presos de guerra republicanos. Lo que no sabía, es que evocar este pasado poco glorioso pudiese provocar malestar, rabia y mentiras. Sin embargo, ¡fue lo que pasó! A la vendedora de la tienda de recuerdos colocada bajo la cripta se le cambió la expresión cuando le preguntó si existía una guía que hiciera referencia a los presos que construyeron el Valle de los Caídos. Su respuesta fue rotunda: «No hubo presos». Su insistencia le irritó. Y no solamente a ella. Guías, vigilantes y también turistas presentes durante la discusión acabaron mirándole con cara de pocos amigos.
A partir de aquel momento todo se volvió insólito, molesto, surrealista. Los visitantes paseando en bermudas, sacando fotos y tomando el sol. La tumba de Franco, con una pequeña vela roja y unas flores. Grupos de escolares deambulando por la cripta franquista como si fuera un parque de atracciones. Otra sorpresa: no hay inscripción o placa que recuerde que en su construcción fueron utilizados presos políticos. Y no será por falta de espacio. La verdad está claramente oculta. ¿Por qué? ¿Cómo es que la sociedad española puede vivir así, al margen de su pasado como si nunca hubiera existido la dictadura franquista?
A partir de este punto de incomprensión empezó un minucioso trabajo de investigación sobre el Valle de los Caídos con un doble objetivo: contar en un documental la verdadera historia del Valle de los Caídos y explicar cómo este monumento había resistido al veredicto del tiempo imponiéndose como una herencia arquitectural y política de Franco. ¿Qué se oculta detrás de este monumento que no tengamos derecho a conocer?
«¿Quiénes son nuestros testigos estelares?» -me dijo- «Son cuatro». Los últimos supervivientes de esta tragedia humana. Recordarán su historia aunque hablar frente a una cámara es otra historia. ¿Por qué? Están cansados, quieren olvidar, están tristes y amargados por la falta de reconocimiento por parte de la sociedad. También tienen miedo. Sí, hoy en 2004 tienen todavía miedo. Además, todos confiesan haber perdido la confianza en los políticos que les olvidaron. Necesitan algo, un gran acto simbólico que les permita recuperarla para quitarse el miedo.
«¿Por qué ahora?», me dice. «Porque parece que la memoria se abre, que el miedo a hablar disminuye. Libros, artículos o reportajes se inclinan hacia las viejas heridas del pasado. Las historias se multiplican, las lenguas se desatan, las fosas se abren. Para la sociedad es la oportunidad, por fin, de reconciliarse con una memoria, la memoria colectiva alrededor de un símbolo común». ¿El Valle de los Caídos?
«Se plantean muchas interrogantes. Hoy, sólo los nostálgicos que van al Valle de los Caídos en peregrinación política y los prisioneros damnificados en su construcción parecen interpretar el verdadero mensaje del Valle de los Caídos. Algunos lo definen como monumento de reconciliación. Para otros es una cripta franquista que ha costado cara en vidas humanas, lágrimas y sufrimiento», argumenta el director francés.
Gilles Gasser espera que este documental sirva de mecha para conseguirlo. No se trata de un documental pasivo, histórico, es un documental actual, tan actual que busca crear un debate, una corriente sobre que debe hacer la sociedad hoy, no sólo con este símbolo sino con lo que significa. «¿ Por qué se ignoran los otros caídos? ¿Representa el Valle de los Caídos la oportunidad de zanjar este lapsus histórico, de solucionarlo, de hacer de este monumento que representa el olvido y la ignorancia, todo lo contrario, el monumento a la reconciliación? ¿Puede la España de hoy, europea, democrática, plural cerrar esta página de su historia?», me comenta este cineasta mientras yo le miro escéptico y le enseño una carta abierta del neo-historiador franquista, Pío Moa, que me escribió todas las barbaridades que se le ocurrió. Cuando el Gobierno conteste seguiré con este asunto.