Joseba Permach visitó los juzgados de Azpeitia para hacer declaraciones “de pancarta”: así lo vimos, protagonizando una buena metáfora visual de lo que ha venido siendo la política de Bildu en la Diputación. Una escenificación de lo más tradicional en la izquierda abertzale. Exactamente lo mismo de siempre con el añadido de un Consejo de Diputados que alimenta la performance presentando la querella previa.
Joseba Permach y Larraitz Ugarte han personificado durante cuatro años la inquina de Bildu contra el PNV en Gipuzkoa. Por lo visto la izquierda abertzale, en tiempos de zozobra y cambio estratégico necesita del “elemento aglutinante universal” -atacar al PNV- para intentar mantener bien pegado a todo lo que se mueva en clave de reacción, de no, de deslegitimación institucional, de respuesta alternativa. A todo ese movimiento que desde siempre he imaginado del mismo color con el que les acaba de describir su presidente Arraiz(a lo mejor desde que ellos mismos en una ocasión, hace muchos años, suprimieron los colores de la ikurriña de sus carteles). Muchos son peones, Permach, uno de los alfiles negros.
La estrategia comunicativa de la izquierda abertzale durante esta legislatura ha tenido un recorrido con más facetas de las habituales, es verdad, que no en vano ganaron las elecciones de 2011. A la tradicional “comunicación alternativa” que ha venido adornando las paredes de nuestros pueblos desde siempre, se han sumado otro tipo de campañas mucho más institucionales, y entre éstas, algunas que han consistido en mera propaganda de Bildu pagada por la Hacienda pública gipuzkoana (por poner un ejemplo, la que ha venido publicitando la irreal propuesta foral para Kutxabank, la autofelicitación por haber “acabado” con la incineradora a golpe de indemnizaciones públicas, y sobre todo, esa que nos ha “informado” insistentemente de que “lo están haciendo bien”). Bildu se ha pagado con dineros públicos el lema de que lo hacen bien mientras sus portavoces, institucionales o no, se han dedicado a dar ruedas de prensa o emitir comunicados en los que el hilo conductor ha sido que el PNV lo hace fatal. Por si cuela.
Y como temen que no cuela, van in crescendo, cosa que era de prever.
Larraitz Ugarte ha venido aburriendo con Bidegi durante toda la legislatura. Si alguien tuviera el tiempo y la paciencia de seguir el relato de Ugarte sobre Bidegi podría hacerse una idea de la evolución de su línea argumental, de cómo cuando la izquierda abertzale decide en su comisión de agitación y propaganda hincar el diente a algún tema, lo hace a conciencia, y de cómo si un argumento no funciona con la intensidad adecuada, se va derivando la posición hacia otros. Para que la estrategia funcione solo hay que mantener claras dos cosas: el objeto (Bidegi, la incineradora, el TAV o Kutxa) y sobre todo, el sujeto contra el que se arremete. El sujeto atacado resulta ser invariablemente, el PNV. Lo del medio (la coyuntura argumental) es lo de menos, solo tiene que sonar mal y debe ser adaptada a la necesidad comunicativa del momento.
Así que Larraitz Ugarte ha ido alimentando el relato contra el PNV mediante Bidegi, lo mismo que Errazkin lo ha ido haciendo con la incineradora y, extra-institucionalmente (o así) Permach se ha dedicado un poco al plano genérico y en el concreto, a Kutxa.
A medida que se acercan las elecciones el nerviosismo va en aumento. Es comprensible, sobre todo entre aquellos que tienen una visión tan sectaria del ejercicio práctico de lo político que necesitan como el respirar tener mayorías para poder seguir tirando por la calle de en medio sin molestarse en tomar en consideración a los demás. De ahí las llamadas de Xabier Olano o el propio Arraiz pidiendo mayorías absolutas.
En la precampaña de EHBildu confluyen todas las líneas de manipulación comunicativa trabajadas desde el inicio de la legislatura, las formales y las informales, para dar realce al relato, no sea que se les quede plano. Así que Ugarte presentó una querella contra un técnico de Bidegi, contra el ingeniero contratado en su día para la dirección de obra y contra el gerente de la UTE que ejecutó las obras. Y unos meses después, no contenta con el poco interés mediático suscitado por el apasionante tema de las cabidas de vertederos de sobrantes en obra, instó la creación de una comisión de investigación en las Juntas Generales. Una comisión de investigación pegada al inicio de la campaña electoral con tal margen de tiempo para llegar a sus conclusiones que todas las comparecencias programadas se han tenido que materializar en… dos días.
Permach remató la faena a pie de obra, pertrechado de pancarta ante el juzgado de Azpeitia, para que quede claro que hay querellas y que hay una comisión de investigación exprés, pero que lo que cuenta es que Bildu ya tiene claro que “existe” responsabilidad política con nombres y apellidos. (¿Para qué querrán investigaciones judiciales o parlamentarias?) A lo mejor incluso ha pretendido que el juez instructor que ha tomado declaración a los querellados se dé por enterado de sus afirmaciones.
Por supuesto es mera casualidad que los nombres y apellidos coincidan con los de los candidatos del PNV a Diputado General y al Ayuntamiento de Donostia.
Vistas las últimas encuestas electorales la comisión de agitación y propaganda de Sortu tiene que estar echado humo, el taller de pancartas a tope, la activación de perfiles en twitter al full. No es nada nuevo, ya lo hemos visto otras veces, pero… qué políticamente decepcionante. Decepcionante desde el punto de vista del nivel demostrado; sobre todo, decepcionante para cualquiera que se sienta abertzale.