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Debate de totalidad de los Presupuestos Generales del Estado el año 2012

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Apirila 25 | 2012 |
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Sr. Presidente,

Sras. Diputadas, Sres. Diputados,

Sr. Ministro de Hacienda y Administraciones Públicas,

 

Egun on danori.

 

Asistimos, Sr. Ministro, Sras. Diputadas, Sres. Diputados, a un debate realmente importante, a un debate crucial, por un doble motivo.

 

En primer lugar, porque la situación económica en que nos encontramos es realmente delicada, preocupante y con posibilidades reales de que aún empeore. Y, en segundo lugar, porque nos hallamos al inicio de una nueva legislatura, que es cuando se han de definir las líneas básicas de la política económica y comenzar a encauzar la situación.

 

Tenemos, pues, una oportunidad de explicitar nuestro diagnóstico y propuestas, para colaborar en la difícil tarea de salir de la crisis. Colaboración a la que nuestro Grupo Parlamentario, el Grupo Vasco, está dispuesto aun a sabiendas de que la mayoría absoluta del Grupo Popular en esta Cámara es suficiente para respaldar la actuación del Gobierno.

 

Hemos perdido un lustro y podemos encaminarnos hacia la pérdida del segundo. La gravedad de la situación no tiene parangón en la historia reciente del Estado y por ello sería un error de enormes proporciones que el Gobierno no buscara consensos amplios que alcanzasen a los diferentes grupos de la Cámara y por supuesto también a los distintos sectores de la sociedad.

 

En lugar de eso observamos un cierto iluminismo, como si actuase poseído por la verdad del mercado y el principio de austeridad a machamartillo.

 

De ustedes depende, pero de continuar por ese camino no le auguramos nada bueno. Por eso, con toda la humildad, sometemos a la voluntad del Partido Popular algunas cuestiones relevantes que para nosotros son básicas en la hora presente.

 

Sres. del Gobierno, nuestra propuesta es abierta, sincera, sin pliegues ni dobles lecturas, con el único fin de colaborar para que la economía salga del atolladero en que se encuentra. Pero no se equivoquen, no es un ofrecimiento gratuito e incondicionado sino que pasa por un diálogo sincero en el que se consideren y valoren nuestros planteamientos.

 

Nuestra responsabilidad y compromiso no son, lógicamente, con el Partido Popular, lo son, obviamente, con los que nos han votado, con la ciudadanía de Euskadi, aunque pensamos que podemos trabajar conjuntamente en el interés de todos contra la crisis económica.

 

Permítame, Sr. Montoro, que antes de adentrarme en el contenido estricto de estos Presupuestos, realice una reflexión en torno al contexto europeo y a sus instituciones, que condicionan sobremanera el margen de la política económica.

Me he referido a ello en otras ocasiones pero creo que hacerlo en este debate es imprescindible, aunque sea de manera apretada para no desviar nuestra atención del tema que nos trae hoy aquí.

 

Oímos decir una y otra vez que Europa no es el problema, que es la solución. Como europeístas convencidos estamos de acuerdo, pero no somos tan ingenuos como para no ver que si la solución no llega a implantarse ni siquiera a ensayarse, Europa se convierte en el problema.

 

Creemos, o queremos creer, que todavía es posible un giro en la política europea y que el desvarío que no ha cesado de llegar desde Bruselas desde el estallido de la crisis del euro todavía tiene una solución.

Pero claro, para ello es condición necesaria que la inmensa mayoría de esta Cámara con sus señorías pertenecientes a los dos  partidos mayoritarios lo crean y no sigan persistiendo en el error. 

 

Decía Martin Wolf, el periodista del Financial Times, en un reciente artículo titulado “Pain in Spain” que una posible definición de la locura es hacer la misma cosa una y otra vez esperando resultados diferentes. No hay mejor resumen para lo que está aconteciendo en Europa. 

 

El Pacto de Estabilidad, que saltó por los aires ante una crisis de proporciones gigantescas, se quiere remediar con más dosis de la misma medicina, llevada hasta el extremo de duplicar el pacto con otro pacto que no hace sino empeorar el primero.

 

Es difícil salir de esta encerrona. El anterior gobierno nunca tuvo una idea clara de Europa y al final se vio desbordado por los acontecimientos de la crisis de la deuda soberana.

 

Sobre el actual Gobierno, sinceramente he de reconocer que yo, como la mayoría de los que he tenido ocasión de consultar, pensábamos que acataría el 4,4% de déficit para este año, y nos sorprendió, tal y como lo comenté en un debate anterior, con su anuncio de un déficit del  5,8% que al final quedó en un 5,3%, a instancias de la Unión Europea.

 

La jugada se dio por bienvenida, por más que fuera criticada, porque el escenario alternativo era escalofriante. Un ajuste de cuatro puntos del PIB, que es lo que en Italia el primer ministro Monti planeó para dos años, hecho en uno solo hubiera sido, como ha dicho otro columnista del Financial Times, un auténtico “full Monti” en el que, añado yo, el Gobierno hubiera enseñado todas sus vergüenzas.

 

Sin embargo por limitado que fuera el ajuste, ocurre que ya lo está haciendo, enseñar las vergüenzas me refiero. Porque por mucho que nos engañemos, la situación va a seguir siendo casi igual de insoportable, sobre todo a la vista del compromiso del Gobierno de mantener el horizonte del 3% para 2013.

 

La pretendida victoria del Presidente Rajoy no va a llegar a ser ni siquiera una victoria pírrica, porque la recesión de este año y el escenario de estancamiento de los venideros demostrarán que sólo estamos ante un movimiento táctico que no evitará una tormenta de grandes proporciones.

 

Veamos si no las previsiones para España del FMI de abril que acabamos de conocer la semana pasada. Después de una caída del PIB del 1.8% en 2012 la economía llegaría a alcanzar un crecimiento del 1.8% nada menos que en 2017. Y por lo que se refiere al déficit, partiendo de un 6% este año irá descendiendo  lentamente hasta el entorno del 4% dentro de cinco años.

 

Esa es la triste realidad: después de un lustro de recesión viene un lustro de estancamiento en el que ni por asomo se podrá cumplir con la absurda rigidez de un objetivo del 3% a corto plazo.

 

Soy consciente de que las reglas del juego europeo que el Gobierno mismo comparte de forma entusiasta encajan difícilmente con esta realidad. Me podrá decir incluso que fue el Gobierno anterior el que primero se apuntó a las recetas de la austeridad sin condiciones  y a una reforma constitucional que ustedes saludaron con alborozo, y que fue auténtico heraldo del funesto Pacto fiscal.

 

Ya sé que se me dirá que todo esto no son más que razones y que ante ello están los hechos, y que los hechos son que casi toda Europa está detrás de estas recetas. Pero debo recordarle que eso no significa que estén en la dirección adecuada.

 

En realidad estamos, como señala Alberdi, ante el típico comportamiento de banco de peces, tan propio de los mercados financieros, en el que es mejor errar con la mayoría que tener la razón en la discrepancia.

 

En este caso una gran marea conservadora inunda Europa con pretendidas soluciones ideológicas a problemas económicos.  Se trata de otra forma de burbuja: la burbuja ideológica.

 

Ante el fracaso del pacto de estabilidad debido a la severidad de la Gran Recesión se redoblan las apuestas en la misma dirección  Pero como pasa con todas las burbujas, el resultado de oponer pura ideología, resumida en austeridad y mercado, ante la terquedad de los hechos económicos no puede sino conducir al fracaso.

 

Este mismo Gobierno va a tener ocasión de ver cómo se pincha la burbuja política y cómo ese giro se va a producir durante su propio mandato.

 

Me doy cuenta de que mis palabras pueden ser recibidas con malestar. No es grato ser portador de malos augurios. Recuerdo cómo en un debate no lejano se oyeron murmullos de desaprobación cuando dije que Grecia era insolvente y que merecía un tratamiento de ayuda económica real acorde con tal circunstancia.  En su lugar lo que trató de hacer  la Unión Europea fue un negocio usurero con las primeras medidas de rescate financiero a Grecia. Luego las cosas han ido como han ido.

 

Pero no se equivoquen sobre el sentido de nuestra posición. Tenemos la obligación de decir las cosas como las vemos. Pero eso no significa en absoluto que ante las enormes dificultades a las que se enfrenta el Estado en el inmediato futuro, nosotros hagamos como hicieron ustedes con el Gobierno socialista durante la crisis de la deuda soberana.

 

Todo lo contrario. Como señalaba al inicio, estamos dispuestos a arrimar el hombro una vez más y a sumar esfuerzos, pero siempre que se abandone la economía vudú y se recupere un mínimo de equilibrio y sentido común en la política económica. 

 

Tal y como avanzaba en el debate del techo de gasto, Europa necesita: primero, relativizar el dogma del déficit porque la economía casa mal con la religión y admitir ese escenario natural que dibuja un organismo tan poco sospoechoso como el FMI.

 

Segundo, intentar transformarlo mediante un New Deal, esto es un acuerdo de  inversiones financiadas con deuda europea que suponga un paso adelante en la integración política y que nos saque de la recesión.

 

En lugar de ello, ante los desequilibrios internos de la Unión monetaria todo lo que se propone es austeridad presupuestaria a toda prisa y una suerte de  deflación competitiva en la que los países con mayores desequilibrios como España tendrán que alcanzar los niveles más elevados.

 

Ustedes se suman también a esa estrategia con una agresiva reforma laboral que hoy concita una protesta generalizada en todo el Estado. Una deflación salarial aguda puede ser letal porque España no es Alemania y es más una economía dirigida por los salarios que una economía dirigida por los beneficios.

 

Decía Benjamin Franklin a sus coetáneos, en aquellos tiempos de esclavitud, que las mercancías ordinarias no se rebelan. El mal llamado mercado de trabajo no es un mercado de una mercancía cualquiera que se compra y se vende sin más, porque las personas y sus valores están por encima de ello. Señores del Gobierno: están a tiempo de empezar el cambio del cambio.

 

No se equivoquen en el diagnóstico y se empecinen en impulsar medidas y estrategias erróneas.

 

Insisto, cambien, busquen para ello apoyos políticos y parlamentarios. El consenso, siempre importante, es hoy imprescindible. La tarea para encauzar la situación económica es ingente.

 

Pero he de decirle, Sr. Montoro, que, desgraciadamente, a tenor de lo observado al analizar el Proyecto de Ley de Presupuestos Generales para este año, la impresión que de los mismos ha sacado el Grupo Parlamentario al que represento es francamente negativa.

 

El cuadro macroeconómico dibuja un panorama aterrador no sólo para la economía española sino para Europa y el mundo.

 

En el marco de una economía mundial, que crecerá un 3,4%, experimentando un retroceso de 4 décimas, la Zona Euro, globalmente en recesión, verá contraer su PIB en tres décimas.

 

Dentro de ésta, la economía española experimentará un retroceso de 1,7 puntos porcentuales, lo que refleja la intensidad de la crisis. Además, el descenso del PIB se debe al retroceso que experimentará la demanda interna (consumo e inversión, que disminuirán un 3,1 y 8,8%, respectivamente), lo que es más preocupante.

 

La caída del empleo, de la renta disponible, y la falta de expectativas son algunos factores que explican este comportamiento.

 

Por otro lado, cuando se dice que el sector exterior contribuirá positivamente al crecimiento del PIB, hay que explicar claramente que no lo hará porque aumenten las exportaciones, porque se gane cuota de mercado o se avance en términos de competitividad. Será, desgraciadamente, por la falta de dinamismo económico y la caída de las importaciones que de ello se deriva.

 

Junto a la bajada del PIB, la destrucción prevista de 631.100 empleos, y el aumento de la tasa de paro hasta situarse a las puertas del 25% (1 de cada cuatro personas que quiera trabajar no podrán hacerlo, y, si son jóvenes, una de cada dos) determinan la auténtica dimensión de la crisis económica.

 

Un ejemplo que para mí es muy ilustrativo.

 

Los empleos que se van a perder tan sólo este año, y tomando como buenas las estimaciones del Gobierno, son más que la ocupación total existente en Araba y en Bizkaia juntas. Como si este año todos, y digo todos, los bizkainos  y alaveses se quedaran sin trabajo. Y esto a sumar a los más de 5 millones de parados ya existentes.

 

No podemos perder la perspectiva, Sres. del Gobierno, ni quedarnos impasibles ante la frialdad de los números.

 

A los datos de paro hay que añadir los de miles de empleos precarios, los nimileuristas, y tantos y tantos jóvenes que sin una oportunidad de trabajo tienen que emigrar en busca de unos ingresos y de un proyecto de vida.

 

Y las perspectivas para los próximos años como antes decía no son tampoco mucho  mejores.

 

El Gobierno ni siquiera se atreve a hacer previsiones para el próximo año. Lo tendrá que hacer en breve pero, de momento, nada aventura al respecto. Y no lo hace porque no ve que la recuperación esté cerca, porque no sabe ni de dónde ni cómo ni cuándo vendrá esta recuperación. El Banco de España ha estimado una caída del 0,4% del PIB en el primer trimestre del año, mayor de la prevista.

 

Todavía existen grandes dudas y grandes sombras. Y no sólo las tienen las instituciones comunitarias.

 

La reforma eterna e inacabada del sistema financiero, a la par que muy mal gestionada, no sabemos ni cómo ni cuándo va a acabar. Tampoco sabemos cuánto nos va a costar ni si va a ser preciso adoptar nuevas medidas (ahora parece que prospera la idea de banco malo, otra improvisación) o si va a ser preciso contar incluso con los recursos comunitarios del Mecanismo de Estabilidad Financiera.

 

No sabemos aún el alcance del impacto real de la burbuja inmobiliaria sobre los activos bancarios.

 

Lo único que oímos decir es que necesitamos un sistema financiero saneado para que fluya el crédito y se recupere la economía. Y lo dice también el Gobierno, lo que no nos cuenta es la situación real y qué medidas prevé adoptar.

 

Llevamos tres años de reestructuraciones, quiebras y recursos públicos en el sistema financiero, e, insisto, no sabemos ni dónde estamos ni cuándo va  a terminar el proceso.

 

Tienen que asumir la realidad como Gobierno, no vale pasarse la pelota del Gobierno al Banco de España y del Banco de España al Gobierno.

 

Por no hablar de la reforma laboral, sobre la que existe un consenso claro, práctica unanimidad de que su aplicación conllevará un aumento del paro, puesto que posibilitará a las empresas ajustarse a la crisis y éstas lo harán, en gran  medida, reduciendo sus plantillas.

 

Sin embargo, donde le gusta meterse al Gobierno es donde no le corresponde; en el ámbito competencial autonómico.

 

No le basta con acordar una cifra de déficit y de hacer un seguimiento detallado y exhaustivo de la ejecución presupuestaria de las Comunidades Autónomas merced a la Ley de Estabilidad sino que, además, quiere meterse donde no le llaman.

 

En materia educativa y en materia sanitaria, ordenando las aulas, los horarios, introduciendo el copago, y tantas y tantas medidas que no le corresponden, y que decía, incluso, no compartir hace muy poco tiempo.

 

El Gobierno presume de determinación, que no es más que puro dogmatismo. Porque en realidad domina la improvisación, la falta de liderazgo, actuar a salto de mata y detrás de los acontecimientos (de los mercados o de las exigencias europeas) sin mayor criterio, caracterizan a este Gobierno que legisla a través de semanales Reales Decretos-Ley, y que apenas cuenta para nada con esta Cámara y con los grupos políticos.

 

La profunda crisis económica, Sr. Montoro, junto a las mal gestionadas reformas y la falta de estrategia en materia de política económica de su Gobierno, describen un cuadro clínico preocupante. No sólo está mal el paciente (la economía) sino que el cuadro médico (el Gobierno) no sabe qué hacer.

 

La pregunta relevante es si la receta que hoy nos propone, Sr. Montoro, la de los Presupuestos Generales del Estado para el 2012, sirve o no para curar al enfermo; es decir, para salir de esta crisis. O al menos para que registre una mejoría, para que se sienten las bases de una futura recuperación.

 

En opinión del Grupo Vasco, la respuesta es que no, que estos Presupuestos no contribuirán ni a mejorar la situación ni a sentar las bases de la recuperación.

 

Van justo en la dirección contraria. Agravará la crisis a corto plazo y dificultarán la salida a medio plazo.

 

Éste es uno de los motivos de fondo por los que hemos presentado la enmienda a la totalidad.

 

El fundamentalismo financiero que se ha instalado en el Gobierno, y la obsesión por el control del déficit público no reparan en medidas.

 

Suben impuestos como el IRPF que a tenor del posicionamiento ideológico del Gobierno parecían imposibles. Recortan gastos e inversiones productivas, y se inmiscuyen en ámbitos competenciales ajenos (educación, sanidad, etc.,).

 

El objetivo estratégico, y único diría yo, es el de la reducción del déficit público, el de situar en el 5,3% del PIB el déficit del conjunto de las Administraciones Públicas (3,5% el de la Administración Central, 1,5% el de las Comunidades Autónomas, 0,3% el de las Corporaciones Locales y 0% el de la Seguridad Social).

 

Un déficit, tal y como lo he señalado anteriormente, pactado en el seno de la Unión Europea, una Unión Europea preocupada por la estabilidad de las cuentas públicas, y bastante despreocupada por el crecimiento y el empleo.

 

Que la reducción drástica del déficit público tiene carácter destructivo en la economía ya lo hemos dicho, y muy pocos tienen dudas al respecto.

 

Lo que cabe también preguntarse es, además, si la cifra de déficit planteada es posible conseguirla o no.

 

La pregunta es realmente importante puesto que el Gobierno ha condicionado a su consecución  su propia credibilidad política.

 

“El déficit es innegociable”, “lo cumpliremos cueste lo que cueste”, “Si las cuentas se desvían del objetivo de déficit adoptaremos medidas adicionales”, etc., etc. Son frases que hemos escuchado recurrentemente a miembros del Gobierno.

 

Pues, a pesar de estas categóricas aseveraciones, en nuestra opinión, no va a ser posible cumplir con el objetivo de déficit, Sr. Montoro.

 

El pasado año, con una economía que aún crecía (lo hizo en un 0,7%), el déficit público, después de considerables sacrificios y recortes de gasto público, se redujo tan solo en ocho décimas.

 

Como se ha recordado en esta Cámara en numerosas ocasiones, las anteriores previsiones del Pacto de Estabilidad y Crecimiento fijaban para 2012 un objetivo del 4,4%, eso sí, en un contexto de crecimiento económico del 2,3% y bajo el supuesto de que el ejercicio anterior concluyera con un déficit del 6%. Es decir, se exigía un esfuerzo de reducción del déficit de 1,6 puntos con un crecimiento económico considerable.

 

Pero la realidad es bien diferente. El déficit público se cifró el pasado año en un 8,5% y ahora se pretende que este año se sitúe en el 5,3%; 3,2 puntos menos (el doble de reducción que lo antes previsto) y además con una economía cuyo PIB no sólo no crecerá sino que caerá 1,7 puntos.

 

Un esfuerzo brutal y adicional que se exige a unas cuentas públicas que ya fueron recortadas considerablemente el año anterior.

 

Usted, Sr. Ministro, sabe, aunque no lo pueda decir, que cuando hagamos los números, al final del año, éstos no le van a cuadrar. Y por mucho.

 

Y no lo digo solo por las dudas que el análisis de los datos de los Presupuestos ha suscitado en muchos y solventes analistas económicos. Usted Sr. Montoro como yo y como muchos de los presentes hemos podido leer artículos que cuestionan con fundamento las previsiones que se contemplan en los Presupuestos.

 

Equilibrar las cuentas hoy ligeramente deficitarias del sistema de Seguridad Social, cuando se prevé que la ocupación caiga en un 3,7%, con lo que eso significa de descenso de las cotizaciones y aumento de las prestaciones, se nos antoja un tanto difícil.

 

Hay dudas más que razonables, pues, al respecto. No parece que algunas estimaciones sean del todo fiables.

 

Pero en todo caso, se cumpla o no con el déficit, que en opinión del Grupo Vasco no va a ser posible, el impacto inmediato de estas cuentas públicas en el crecimiento y empleo, será muy negativo. Muy posiblemente, y desgraciadamente la caída del PIB será superior a la estimada y el paro superará la cifra récord de los seis millones de parados.

 

Por otro lado, estos Presupuestos en lugar de incorporar partidas que impulsen la competitividad y la productividad a medio y largo plazo, compensando el impacto restrictivo de la reducción del déficit público, hacen justo lo contrario.

 

La inversión pública, tanto las inversiones directamente ejecutadas por el Estado como las transferencias de capital, se reduce en más de un 30% y los recursos destinados a la I+D+i lo hacen en un porcentaje similar. Dentro de estos últimos destacan especialmente los descensos de aquellas partidas destinadas al desarrollo tecnológico-industrial cuyo impacto en términos de competitividad y productividad es mayor.

 

Estas reducciones incidirán directa y negativamente en la productividad del sistema económico y dificultarán y reducirán las posibilidades de salida de la crisis económica.

 

De lo argumentado, se deduce, por lo tanto, que los Presupuestos de 2012 no son los adecuados para enfrentarnos a la crisis económica, ya que no sólo no la mejoran sino que la empeoran.

 

Permítame también, Sr. Ministro, que me referiera a un tema clásico y recurrente en nuestro Grupo Parlamentario; el de las inversiones del Estado en la Comunidad Autónoma de Euskadi.

 

La realidad, la triste realidad pero no de ahora sino de siempre es que el Estado en Euskadi apenas invierte. Y este año también las inversiones regionalizadas en Euskadi experimentan un considerable descenso.

 

Las inversiones reales del Estado son prácticamente inexistentes y la mayoría de ellas no responden a proyectos concretos sino que son simples imputaciones al territorio de partidas genéricas que nada tienen que ver con Euskadi, y que, además, normalmente no se ejecutan, no se llevan a cabo.

 

Para hacernos una idea, la cifra presupuestada para el año 2012 es de 31,7 millones de euros. Apenas supone un 0,5% de las inversiones totales del Estado y experimenta una reducción de casi el 27% en relación al año anterior.

 

Si consideramos las inversiones previstas  por los organismos públicos, sociedades mercantiles, etc., tan sólo cabe destacar entre ellas las correspondientes al ADIF, destinadas a la “Y” ferroviaria vasca. Pues bien, para este año se prevé que se inviertan por parte del Estado en la alta velocidad en Euskadi 321 millones de euros frente a los 338 del pasado año.

 

El resto de los proyectos o son irrelevantes o responden, como en el caso de las prisiones de Nanclares y Martutene, a necesidades de la Administración del Estado y no a intereses del desarrollo económico y social de Euskadi.

 

Si además tenemos en cuenta que los 112 millones que pactamos con el Gobierno socialista, básicamente para proyectos del I+D+i, han desaparecido de estos presupuestos, la conclusión es evidente, y es que el poco peso que tradicionalmente ha tenido la inversión del Estado en Euskadi, ha incluso disminuido sensiblemente este año.

 

Y tras la crítica política no querría cerrar mi intervención sin hacer una propuesta constructiva con perspectiva a medio plazo, justamente lo que más falta hace a este Gobierno.

 

Sé que es difícil para un país en la actual situación de España decir a Europa que se equivoca, que es más fácil bailarle el agua al dogmatismo alemán. Pero es que no hay otro camino, es el momento de hacerlo, es el momento de pinchar la burbuja ideológica que tiene atenazada a la Unión Europea, de plantear con realismo el escenario del FMI y de proponer acciones en favor del crecimiento que lo modifiquen para salir del estancamiento. 

 

Si ante todo lo anterior, usted Sr Ministro me dice que se encuentra cómodo dentro de la burbuja, sólo le diré que estaremos aquí dentro de un año para recordarle este debate y pedirle responsabilidades.   

 

En cuanto a la situación del sector público en el estado, nuestro Grupo no es quien para decir a las demás CCAA cuál debe ser su modelo, pero nos tememos que la improvisación y la imposición van a causar efectos devastadores en el estado de bienestar. Sí le diré cuál es el modelo que defendemos para Euskadi.

 

El Partido Nacionalista Vasco va a impulsar para 2015 un nuevo Estatuto Político que nos ponga al abrigo de la recentralización y la regresión del estado de bienestar que ya comenzamos a sufrir.

 

Además, en estos días en que se insiste una y otra vez en la complejidad del modelo institucional y en que pretendidamente sobra un nivel de gobierno, queremos decir que efectivamente también en Euskadi sobra un nivel institucional. ¿Saben cuál? La Administración Central.

 

Creemos que con el fin de la violencia es el tiempo de otro modelo institucional en el que el Lehendakari y su Gobierno sean de verdad también la única referencia del Estado en Euskadi.

 

Entre tanto, le proponemos dar pasos hacia esa racionalización del modelo en base al actual e incumplido Estatuto de Gernika, respetando el marco competencial y acabando con la fragmentación de la protección social mediante su gestión integral por el Gobierno Vasco.  

 

Mientras tanto a la espera de una reconsideración del camino emprendido, comprenderá, Sr. Ministro que no podrá contar  con el apoyo de nuestro Grupo y que todo ello no hace sino justificar la presentación de nuestra enmienda a la Totalidad.

 

Eskerrik asko.

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